Estas dos son las principales teorías actualmente de explicación de las relaciones internacionales, y aunque raramente sean mencionadas como tales, están permanentemente en las noticias de un modo u otro. Así que vale la pena echarles un buen ojo.
Empecemos por el realismo, que es la más antigua de las dos y, de hecho, podríamos rastrearlo hasta Maquiavelo y su Príncipe, por ejemplo. Esta teoría parte del supuesto de que el mundo internacional es anárquico, porque no existe ningun sistema de autoridad central que pueda obligar a los Estados a obedecer y cumplir leyes, y por tanto los únicos actores que importan son los Estados. Al ser anárquico, impera el más fuerte, llevando a una visión donde destaca el papel de las potencias. Por supuesto, los demás países no suelen estar de acuerdo con la preponderancia de otro, de modo que compiten y luchan entre sí para incrementar su poder. Al querer todos ocupar los lugares hegemónicos, lo que surge es un conflicto permanente donde el engaño y la competencia (o, al menos, la sospecha de la misma) hacen imposibles las colaboraciones a largo plazo, debido a que es un juego de suma cero (osea, cuando uno gana es porque otro pierde). En este juego, el principal poder que importa es el duro: cañones, barcos, regimientos de infantería, divisiones aéreas… eso es lo que determina la capacidad de defenderse y agredir a otros y, con ello, la capacidad de controlar la política mundial. Política que debe buscar garantizar el control de los puntos estratégicos y el acceso a los recursos primordiales, dando una enorme importancia a la geoestrategia.