A la hora de entender las relaciones internacionales, hay dos perspectivas teóricas principales para explicarlas. Por un lado, están los realistas, que creen que el mundo es anárquico y reina el todos contra todos; herederos de la teoría de Hobbes, creen que el Estado es un lobo para el Estado, y como no hay Leviatán por encima del Estado no puede haber orden ni paz, sólo lucha por la hegemonía y la supervivencia. Sin sorpresa, su foco es el hard power, la capacidad militar y económica que permite que un Estado fuerce a otros a hacer lo que desea.
La otra cara de la moneda es la teoría constructivista y su hermana, la liberal-institucionalista. Estas creen que las relaciones internacionales se basan en las percepciones y las construcciones que todos hagan en conjunto: leyes internacionales, instituciones, ONGs, opinión pública global, etc. Como entre las personas, el conflicto es el juego de los Estados, pero también pueden serlo la cooperación y la ayuda. La importancia es la legitimidad, y su foco a menudo es el soft power, la capacidad de un actor global para convencer y seducir a otros para que actúe como él desea que lo hagan.