Primero Aaron Sorkin nos mostró cómo debía ser la política en su Ala Oeste de la Casa Blanca, que ilustraba perfectamente el funcionamiento del sistema político americano y cómo debían comportarse sus diferentes piezas si fuesen más o menos ideales. Tras él, Berlanti nos ofreció la breve Political Animals, que bien podría ser considerada el Ala Este de la Casa Blanca, y que nos mostraba el precio personal del poder.
Ahora, un nutrido grupo de guionistas y directores nos ofrecen House of Cards, la puesta al día americana de una mini-serie anterior británica, y que bien podría llamarse las Cloacas de la Casa Blanca.
En gran medida, House of Cards es el opuesto al Ala Oeste de la Casa Blanca, ya que nos ofrece lo contrario al mundo ideal. Ya desde su planteamiento (es una historia de venganza), lo que nos aleja es del mundo ideal de la política y la negociación de los partidos en el marco de las instituciones. Al contrario, lo que nos lleva es a encontrarnos de cara con los aspectos más cínicos y descarnados de la política: la presión, el chantaje, la manipulación, la ambición…
Es importante recalcar que no es realista, en la misma medida que el Ala Oeste no lo era. En política, ni todo es negro ni todo es blanco. Pero el discurso que se puede entresacar de la serie si es realista, y si es aplicable perfectamente al mundo en el que vivimos, porque el poder en su perspectiva más cínica si que existe, y la visión maquiavélica del mismo no está demasiado alejada de la verdad de muchos políticos.