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Reflexiones personales

Riqueza Global, Pobreza Local

Vivimos en un mundo de creciente globalización, donde los flujos de dinero y las películas cruzan de un lado a otro el globo en centésimas de segundo, donde jugamos en tiempo real con compañeros del otro lado del planeta y estudiamos MOOCs en compañía de miles de personas de todo el mundo. Pero lo cierto es que el proceso de globalización no afecta por igual a todo el planeta ni a todas las clases sociales. Al contrario, vivimos en un mundo donde los ricos pueden coger sus jets privados para cenar en París y tener sus cuentas a salvo en Suiza, mientras que los pobres siguen cenando en el bar de la esquina y tienen sus ahorros en el banco de toda la vida. ¿Por qué existe esta desigualdad, y qué implica?

La razón principal es el acceso desigual a la globalización. La forma más obvia de verlo es si comparamos el número de conexiones a internet que hay en distintos países, y pronto veremos cómo el número de conexiones en el primer mundo asovalla a las que existen fuera de él, y cómo amplias zonas de África o China están completamente ausentes en el mapa.

Sin embargo, la principal barrera al acceso no es una cuestión geográfica ni de riquezas, sino una barrera de conocimiento. Acceder a la globalización no va de conectarse a internet y de ver qué videos se han subido a Youtube (que también) sino de ser capaz de pensar y actuar de modo global. Requiere tener en la cabeza la capacidad de pensar en invertir esfuerzos y planificar más allá de los marcos en los que estamos habituados a pensar, los marcos inmediatos en los que está construido el mundo del día a día.

Así, no solemos ver la globalización cara a cara, sino al frutero de la esquina y a la encargada de la oficina de correos. Requiere una ruptura para poder pensar a mayor escala, similar a la que llevamos a cabo cuando pensamos en entes abstractos como puede ser nuestro país. Sin embargo, es más difícil, en la medida en que no existen tópicos ni ideas sobre ese ente global, cuando si existen sobre nuestras naciones (tópicos, chistes, imágenes, telediarios…).

El resultado es que, sutilmente, las clases altas y con mayor formación han aprendido a pensar globalmente y actuar así, mientras las clases más bajas y con menor acceso a la formación no han sido capaces. Por ello, la sociedad se divide enormemente entre quienes tienen esta capacidad y los que no, los que permanecen atados a su localidad.

Pero esta capacidad de acción se refuerza si tenemos en cuenta el mercado de trabajo que, cada vez más, separa del mismo modo las profesiones mejor remuneradas y las menos remuneradas. Mientras los ejecutivos cambian de empresa y consejo directivo de un lado a otro del mundo en busca de mejores contratos, los empleados de servicios o de la industria permanecen atados a sus ciudades. Así, los primeros evitan las crisis simplemente mudándose en busca de pastos más verdes, mientras los segundos ven como desaparecen las oportunidades laborales, sepultadas bajo las reformas y recortes que los primeros dicen que son “necesarios”. La pobreza se extiende así entre quienes no tienen capacidad de mudarse y actuar globalmente, los que no tienen la formación para extraer la riqueza del mercado financiero global ni la habilidad para mudarse de un lado a otro del globo.

Así, unos pocos actúan globalmente, extrayendo los huevos de oro que ofrece la globalización, mientras los demás permanecen anclados a sus territorios, incapaces de acceder a las riquezas prometidas.

Costán Sequeiros Bruna

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