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Explicando tu vida

Crecemos Jugando

Un niño primero juega cogiendo una pelota o a las casitas, y pocos años después deja eso de lado para comenzar a jugar a juegos de tablero como la oca o el parchís. ¿Por qué el cambio? ¿A qué se debe?

Lo cierto es que una de las mejores explicaciones la dio la sociología, a principios del siglo XX. George H. Mead, una de las mentes más clara y precisas de lo que se engloba generalmente dentro de la Escuela de Chicago, explicó que la mente se divide en dos partes, básicamente lo que él denomino “me” (yo) y “self” (para mi). Una de las dos corresponde a la personalidad instintiva y sin reglar, mientras el otro corresponde a la parte que entiende de reglas. Así, no es exactamente la división entre consciente e inconsciente típica, ni la división en tres de Freud, sino algo más primitivo y a la vez completo.

Pero, ¿y esto qué tiene que ver con los juegos de los niños? Lo cierto es que mucho. Los niños nacen sin conocer nada, ni sus propios límites físicos, ni las reglas sociales que imperan. Y todo se aprende paso a paso. Así que primero aprenden por imitación de lo que ven a su alrededor. Son egoístas, cogen lo que quieren e intentan hacer con ello lo que ven que otros hacen. Es la fase del juego sin reglas, característica de juegos como los cochecitos o las cocinitas (el por qué todos los juegos de niños parecen terminar en diminutivos es algo que se me escapa…).

Tras ello llega una época intermedia donde se juega a esos juegos, y en vez de asignar directamente los papeles que cada uno debe interpretar y qué hacer (típico de la fase anterior, donde se llega incluso a dictar los diálogos de los demás) se comienza a negociar qué hará cada uno, dejando espacio abierto a “lo desconocido” para el niño.

Finalmente, llega la etapa de los juegos con reglas, desde los de tablero a otros de pie como la pita. Son juegos en los que el niño tiene que aprender que hay algo fuera de él con lo que tiene que tratar y que impone los pasos a seguir y las consecuencias. En ultima instancia, aprende que más allá de sus padres, hay algo que dicta lo que es bueno y es malo… lo que es la sociedad.

Y así aprendemos y crecemos, pues este proceso no acaba con la infancia. Aprendemos a negociar, y a tratar a los demás, y con el tiempo a hacer frente a nuestros sentimientos y necesidades para con ellos. A no demandar sino a solicitar, a compartir, a sentir… o al menos, eso debería ser el camino, aunque no todo el mundo lo siga como debiera.

Costán Sequeiros Bruna

Estos son los comentarios del antiguo blog:

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