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Explicando tu vida

Construimos el Mundo entre Todos (2)

Hoy voy a romper una de las reglas principales de este blog, que era mi intención de no hablar de mi mismo. Y lo voy a hacer porque creo que mi experiencia de hoy puede servir para ilustrar lo expuesto en este post anterior. En el fondo, voy a aceptar caer en la casuística (el uso de las experiencias propias para explicar la generalidad, algo claramente no científico y a menudo equivocado) porque creo que lo ocurrido hoy puede servir para ilustrar algo. Y es que hoy tuve un día completamente normal para la sociedad, y aunque para contar en los bares a los amigos probablemente sea aburrido, sociológicamente es en cambio interesante precisamente por lo normal. Pero me dejo de dar vueltas. Hoy me he ido de compras.

Primer paso, comprar ropa. Algo perfectamente normal. He de reconocer que, por primera vez, entendí de forma no “intelectual” el por qué existen cosas como las compradoras compulsivas, y qué pueden ver las personas a las que les gusta comprar en ello. Yo, personalmente, lo odio. Pero el caso es que cuando vas a una tienda y sacas la tarjeta del banco y te llevas algo… te sientes poderoso.

Hagamos una pausa aquí. ¿Qué es poder? La definición tradicional dice que poder es la capacidad de hacer lo que uno quiere “lo hago porque puedo”. La evolución dice que es la capacidad de hacer que otros hagan lo que uno quiere. Como mencionaba en el artículo del link, Adler me mostró que el poder real es la capacidad de definir las reglas por las que se construyen las relaciones interpersonales. Puede parecer que me disperso (típico, al estar tratando de analizar algo tan próximo), pero a lo que voy es que precisamente el hecho de comprar (especialmente cosas no necesarias, o de un cierto valor) da sensación de poder. Tu capacidad económica te permite hacer lo que quieres, que otro haga lo que quieres (darte lo que deseas comprar) e imponer reglas a la sociedad donde tú mereces tener ese objeto. Definas como definas poder, la tarjeta de crédito te lo da.

Después de eso, para compensar el tiempo “tirado” en la compra (¿he dicho ya que lo odio?) me fui a una tienda de chuches a darme un pequeño capricho. Y cogí una de las bolsas de plástico y le metí una palada de maicitos (o kikos, si lo preferís); parecían muy pocos, la verdad, así que le metí otra, y una tercera. Y es que ahí, truco importante, las bolsas son enormes para parecer que están más vacías de lo que realmente están. Luego, paseando entre las cosas ricas expuestas fui cogiendo un poco de aquí, un poco de allí (otra cosa que hacen a drede). “Un día es un día, y además me lo puedo permitir”. Al fin y al cabo, si había podido pagar toda la ropa, obviamente las golosinas no serían un problema.

Pero lo fueron, porque no se podían pagar con el cartón mágico del banco. Así que mi percepción de mi poder, acrecentada por el hecho de poder haber hecho todas esas compras, estaba claramente en contra de mi capacidad real del momento, porque en la cartera no llevaba tanto cambio.

Bien, una vez contada la historia, como veréis por lo demás bastante normal, ¿a dónde quiero llegar con todo esto?

Hablábamos no hace mucho sobre cómo la sociedad se construye entre todos, sobre la base de una intersubjetividad. Todo lo que ocurre a lo largo de esta historia son procesos de creación de esa intersubjetividad. Yo no era consciente en el momento de todos los procesos subconscientes que tenían lugar (y me llevó media bolsa de maicitos comenzar a analizarlo), pero cada una de estas acciones me relacionaba con los demás y, al hacerlo, me definía a mí mismo ante mis propios ojos. Y, al hacerlo, yo mismo cambiaba lentamente con ello (como explicado aquí). Eso generaba expectaciones, sensaciones, y relaciones de poder con mi entorno que podían o no encajar. Así, mientras estaba en tiendas donde la tarjeta valía, mi relación con el entorno era adecuada… cuando dejé de estarlo, ya no. Cambiamos el entorno, y el juego social construido cambia con él.

A lo que voy es que la intersubjetividad que construye nuestro entorno (y a nosotros mismos en el proceso) no es una intersubjetividad anclada sólo en el presente. No se basa sólo en lo que estamos haciendo ahora, sino en lo que hemos hecho y lo que esperamos hacer. El haber sido capaz de hacer las compras hace que mi percepción del presente sea condicionada por ello (“si pude comprarme los pantalones, seguro que puedo con maicitos y lo que quiera”), y con ello se modifican mis relaciones intersubjetivas con el entorno. Al fin y al cabo, mi posición de poder (derivada de la tarjeta) debe mantenerse (en teoría) allá donde vaya, pues mi capacidad adquisitiva no ha cambiado; sin embargo, cada sector de la sociedad se rige por reglas diferentes, que hemos creado entre todos, algunas de las cuales pueden usar diferentes poderes (como aceptar sólo efectivo).

Un ejemplo radical, por ejemplo, sería el ejército, donde las reglas de poder son tan diferentes que les da igual cuanto tengas en tu tarjeta o en efectivo, sino otro conjunto de elementos completamente diferentes (o una empresa, o tantas otras cosas). En otras ocasiones, las esferas de poder relacional que hemos creado se solapan (por ejemplo, en un grupo de amigos, puede haber relaciones basadas en la lealtad, el tiempo, etc. así como otros “amigos” de conveniencia), creando una compleja red que se solidifica en nuestras continuas relaciones con el entorno.

La intersubjetividad, por tanto, no debe ser entendida como las relaciones que “cada uno” tiene con “su entorno”, sino cada uno entendido en cada una de las esferas desiguales en que se relaciona con ese entorno. Ortega y Gasset ya dijo que “yo soy yo y mis circunstancias”. Socialmente, la sociedad “somos todos, y nuestras circunstancias individuales y grupales”.

Lo siento si me he enrollado un poco y dado vueltas de más. Creo que voy a mantener mi regla de evitar la casuística de aquí en adelante, esto es complicado…

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas?

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