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Reflexiones personales

Hacia un Nuevo Mundo

Mirad a vuestro alrededor y veréis las paredes rojizas y vibrantes del útero materno. Al ritmo del corazón del cambio, nos alejamos de lo conocido para adentrarnos en lo desconocido. Tras nosotros, el viejo mundo yace agonizante tras los golpes que derribaron el Muro de Berlín y las protestas que despertaron a una sociedad civil que se movilizó desde Mayo del 68 a la Primavera Árabe y la Indignación.

Sin embargo, pese a que el corazón del cambio bombea su sangre a toda velocidad, dando energías a este feto temporal en el que vivimos, demasiada gente parece ignorarlo. Basta mirar los programas de los políticos para ver que caminan sobre ideas antiguas, viejas y apolilladas que ya no encajan en el mundo: el liberalismo (deformado actualmente en neoliberalismo económico), el socialismo, el Estado de Bienestar. Por bellas que fueran esas ideas, sólo reflejan las luchas del pasado: los derechos de la mujer, del trabajador, de las minorías étnicas o sexuales.

Pero también el antisistema vive en el pasado: el punk es un movimiento muerto en los 80-90, el anarquismo es mucho más antiguo e igualmente cadáver, el comunismo feneció con la Unión Soviética y la transición hacia el capitalismo de China. Y con ellos los sueños de la lucha contra los mismos ideales anticuados en los que los pro-sistema viven inmersos: la explotación del trabajador, la sumisión del pueblo, la acaparación de riquezas.

Todas esas fueron luchas importantes y claves, que dieron lugar a sueños y pesadillas que aún nos agobian. Sin embargo, por trascendentes que fueran, cada vez son más distantes. Nos acercamos al momento del parto, en el que décadas de transformación de la sociedad darán a luz a una sociedad construida sobre nuevos parámetros. No será algo que ocurra mañana, o pasado, ni quizás en uno, dos o cinco años, tal vez ni siquiera en una década. Pero ocurrirá. Y antes de lo que muchos creen.

El mundo que viene plantea ya nuevos retos, que hacen al mundo actual entrar en crisis política, económica y social debido a que no sabemos darles respuesta. El mundo que viene exige transformaciones y nuevas formas de pensar sobre nuevos problemas, no sólo nuevas formas de pensar para viejos problemas, y desde luego nada de las viejas formas de pensar. El futuro llama a nuestra placenta introduciendo una nueva serie de temas sobre los que hemos de encontrar consensos sociales: ¿hasta dónde vamos a llevar los trabajos en genética y demás modificaciones del cuerpo humano? ¿Cómo vamos a redefinir conceptos como la privacidad en un entorno de vigilancia permanente por las nuevas tecnologías? ¿Como vamos a articular nuevas formas de interacción humanas a la vez físicas y virtuales? ¿Cómo vamos a dar salida a las demandas ciudadanas, que cada vez se sienten menos satisfechas con la democracia representativa? ¿Como construir nuevos modelos económicos sólidos no basados en la especulación y el abuso de los trabajadores sino en la innovación, el desarrollo, y la sostenibilidad? ¿Cómo articular nuevas relaciones internacionales entre Estados, y qué papel deben tener las nuevas organizaciones internacionales en el manejo de los asuntos comunes a todo el planeta? ¿Cómo manejaremos la globalización de modo que no destruya la especificidad local sino que se alimente y nos enriquezca a todos con ella? ¿Qué fuentes de energía alternativa podemos usar que dañen menos el medioambiente y sean eficientes? ¿Qué límites hemos de ponerle a la nanotecnología? ¿Cómo construir nuevas redes de poder más iguales para todo el mundo?

Estas preguntas, e infinitas más, son las que hacen que nuestro mundo actual de patadas y se sacuda, como el embrión en el cuerpo de su madre, que todavía está intentando aprender quién es. Con cada crisis, uno de los pies golpea el útero, con cada nueva sacudida social las manos acarician sus paredes. Y, lentamente, el mundo entero se pone boca abajo en busca del nuevo camino. Parece que, a la incertidumbre del futuro, nos vamos a tener que enfrentar directamente. Como el azote del médico que en breve nos espera.

Costán Sequeiros Bruna

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