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Reflexiones personales

Esta Democracia no es Suficiente

Crecí siempre inmerso en las historias de mis padres de los tiempos en el P. C. oponiéndose al franquismo, de las manifestaciones, de las huidas de los grises. Supongo que, por eso, desde muy pequeño “mamé” democracia, y siempre la he valorado infinitamente, de modo que ni el anarquismo ni el comunismo ni ninguna otra corriente realmente me han convencido. Sólo una socialdemocracia de izquierdas tiene sentido.

O, al menos, esa fue mi forma de ver las cosas durante mucho tiempo.

Pero, a medida que me he ido haciendo mayor, he ido aprendiendo y viendo que en esta democracia que tanto valoraba hay demasiadas cosas que no funcionan como debían. Al principio creía en la reforma lenta y progresiva del sistema, que llevaría a depurarlo y perfeccionarlo manteniendo sus virtudes intactas y eliminando sus defectos. Sin embargo, ya no creo que eso sea posible. Al contrario, he ido descubriendo que esos defectos son sistémicos, tan necesarios para que el modelo democrático como lo conocemos funcione como sus virtudes, y por tanto no es posible extirparlos.

La solución pasa por cambios sistémicos que van a llevar a dejar atrás la democracia como la conocimos, y adentrarnos en nuevos caminos. Hay muchos posibles, algunos nos llevan al terror del ascenso de los fanatismos, de las exclusiones y autoritarismos; otros llevan a caminos sin salida porque el tiempo ya los demostró como caminos erróneos como el anarquismo y el comunismo. Sin embargo, queda otro camino por recorrer, y es el que yo considero más prometedor: el de la democracia fuerte. Supongo que, en el fondo, sigo siendo el demócrata que era desde pequeño.

Pero, ¿qué es la democracia fuerte o participativa? Básicamente, es el nombre que reciben los distintos modelos de otros tantos autores que tratan de llevar adelante el principio de democracia como “gobierno del pueblo”. Con distintas construcciones institucionales y técnicas, lo que se busca es que el papel de los políticos y las cámaras de representación sea cambiado de lugares de decisión a lugares de debate, ya que la decisión pasaría a manos de los ciudadanos. Esto se puede hacer desde cambiando de vuelta el mandato representativo por el mandato imperativo, o reforzando el uso de los referéndum a escala masiva, o potenciando las iniciativas legislativas populares, o por medios de democracia electrónica, o reforzando la capacidad de acción de la sociedad civil, etc. Los caminos son muchos, todos ellos en gran medida complementarios, y lo que buscan es acercar el poder de decisión al pueblo soberano, que es donde siempre tendría que haber residido.

Hoy por hoy, aún no existe una democracia fuerte en ningún sitio del mundo, no en sentido completo. Pero algunos de sus preceptos ya se usan en distintos lugares: los presupuestos participativos, diseñados en el Foro Mundial de Portoalegre, ya se usan en muchos lugares, incluyendo varias ciudades españolas como Córdoba; en el sistema norteamericano, los ciudadanos no sólo votan al Presidente, Congreso y Senado, sino que a menudo son consultados sobre muchas otras cuestiones y nombramientos al mismo tiempo; algunos de los cantones suizos también tienen en su lugar medidas de uso reforzado del referendum, permitiendo que los ciudadanos decidan en muchos ámbitos. Ejemplos hay más, pero no dejan por ello de ser situaciones poco frecuentes todavía.

Pero, ¿qué hace falta para llegar a una democracia fuerte? Ahí me temo que nos encontramos con la ingeniería social, la lucha social, las movilizaciones, etc. En el fondo, se trata de la defensa y extensión de los derechos civiles y sociales para incluir unos derechos de participación política, pero la introducción de los cuales cambiaría la naturaleza de una democracia de modo profundo, igual que lo hizo la introducción de los derechos laborales o sociales.

Y para que esto funcionase hace falta un ingrediente imprescindible para cualquier lucha social: la politización de la sociedad. Es necesario que los ciudadanos dejen de ver la política como algo ajeno y lejano que les gobierna, y sobre lo que deben opinar cada cuatro años, para tomarse la política y el gobierno del país como algo personal, donde ellos deben importar todos los días del año. Hay que mantenerse informado del funcionamiento del mundo para poder decidir sobre temas complejos con conocimiento, hay que dedicar tiempo a entender posturas, debatir políticas, aprender conceptos… En el fondo, los habitantes deben dejar de ser personas que viven en un país a ser ciudadanos de pleno derecho, capaces de hacer valer sus opiniones y deseos por encima de los del gobierno, haciendo que este haga lo que ellos quieren y no a la inversa. Es el paso de una sociedad de niños tutelados por padres escogidos cada cuatro años, a un país de adultos con capacidad de decisión sobre sus vidas, sus mundos y lo que les importa.

Obviamente, el poder no va a entregar todas sus ventajas y mecanismos de fuerza si no es obligado a ello. “El camino es la lucha” como dice el viejo slogan, pero no la lucha a base de cócteles molotov, sino la lucha por las mentes: la cultura, la educación, la formación crítica, la capacidad de valorar independientemente, etc. En el fondo, la maduración, que se debe extender por toda la sociedad hasta alcanzar una masa crítica que permita dotar a la sociedad civil de la fuerza necesaria para derrocar al sistema como lo conocemos, y comenzar a poner los mimbres del siguiente.

Puede sonar a ciencia-ficción, pero es un proceso que me gusta creer que ya ha comenzado. La Plataforma Contra las Hipotecas es el perfecto ejemplo de la sociedad civil alcanzando tal masa crítica que fuerce al gobierno a cambiar sus políticas. Es cierto que es más fácil alcanzar la masa crítica en asuntos concretos y específicos como este que en un conjunto masivo de reformas más amplia, pero estas pueden ir surgiendo orgánicamente a medida que se vayan corrigiendo cada uno de los aspectos de democracia representativa que todavía nos dominan. Exigiendo transparencia, aprendiendo los entresijos y técnicas con las que tratan de dominarnos, reformando leyes injustas y que limitan la participación ciudadana… todos esos pequeños pasos van sumándose, lentamente dotando de fuerza a la sociedad civil para acometer los cambios sociales masivos necesarios.

Si la guerra de mis padres fue la destrucción de una dictadura, a mi generación le corresponde la guerra por instaurar una democracia de verdad.

Costán Sequeiros Bruna

Este es el comentario del antiguo blog:

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