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Reflexiones personales

¿Cómo se Construye la Normalidad?

La palabra “normal” es una palabra muy poderosa, integrada profundamente en el interior de nuestras mentes desde pequeños, cuando se nos enseña que es bueno ser normal (de hecho, “anormal” es un insulto frecuente). Sin embargo, la normalidad no ha sido siempre igual a lo largo de la historia, ni es algo objetivo y observable. Cambia, evoluciona y se modifica, ¿cómo lo hace?

La definción de normalidad se suele hacer a través de una versión cualitativa (osea, de características). Así, una sociedad debate en su interior sus valores, elementos culturales, su historia, sus objetivos, leyes, etc. desde una perspectiva intersubjetiva que premia la negociación. La normalidad es una de las cosas que se debaten y es fruto del conjunto de todos los acuerdos que se alcanzan y que definen básicamente cómo se ve una sociedad a si misma y cómo quiere verse de cara a su futuro. En esta discusión se acuerdan una serie de valores, ideas y comportamientos que son considerados como “correctos” dentro de esa sociedad, el estándar que todo el mundo debe cumplir. Esa es la normalidad.

Lo que cae fuera de esa normalidad es considerado desviado, y sometido a diversos grados de sanción social. Los que son demasiado listos o tontos, los que tienen prácticas sexuales poco frecuentes, los que profesan ideologías que discrepan de la sociedad en general, se convierten así en desviados del conjunto y el resto los mirará con cierto grado de desdén, dependiendo de la severidad de la desviación: no es lo mismo alguien con fetiche por los zapatos, que un sadomasoquista… pudiendo incluso llegar algunas desviaciones a caer bajo sanciones legales, como en el caso de la pederastia.

Sin embargo, como el debate sobre las cualidades de la normalidad evoluciona con el tiempo, lo que se considera normal también lo hace. Antiguamente se consideraba normal que la mujer se quedase en casa limpiando y cuidando de los niños, mientras que hoy en día es normal que lleve una relación de igualdad con su pareja, tenga trabajo profesional y se divida las tareas familiares y domésticas con su pareja. Es muy importante en esta lucha por la definición de la normalidad el papel de grupos como los movimientos sociales (que buscan cambiar la ideología y, con ello, la definición de la normalidad), los expertos (especialmente los psicólogos, con definiciones de la salud mental que reglan lo que es normal), los políticos (que crean proyectos ideológicos que defender con normativas legales), etc.

Por todo ello, la definición de la normalidad es un conflicto, por el cual la cultura mayoritaria define su identidad y diferencia a los normales/sanos de los desviados/enfermos/criminales. Y les asigna virtudes morales: es bueno ser normal, es malo ser desviado. En respuesta, en los márgenes de la desviación surgen las subculturas, que construyen identidades diferentes que se oponen a la definición predominante con normalidades alternativas.

Hay un segundo enfoque sobre la normalidad que complementa y coincide con este en muchos puntos: el cuantitativo, el de los números. Lo normal, desde este punto de vista, es aquello que está más extendido. Si la mayoría somos rubios es normal ser rubio, si la mayoría trabaja de electricista es normal dedicarse a ese empleo, etc. Encaja con la visión anterior en la medida en que se trata de la mayoría de una sociedad, todos sus integrantes pueden usar su poder para definirse a si mismos como normales y, al hacerlo, definir al conjunto.

Estos dos enfoques sobre cómo se construye la normalidad encajan porque son procesos complementarios que se retroalimentan mutuamente. Así, refuerzan la definición de normalidad que una comunidad se da a si misma y los estigmas que acompañan a quienes se alejan de esa norma.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de lo normal?

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