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Crítica de Película: Olvídate de Mi

Ver Olvídate de Mi (Eternal Sunshine of the Spotless Mind en inglés, una de esas brillantes traducciones de título típicas de los doblajes españoles) inevitablemente nos lleva cara a cara con Memento. Y es que ambas películas juegan con los mismos conceptos centrados en el vital papel que juega la memoria en la construcción de quienes somos, qué pensamos y hacemos, y cómo interactuamos con el mundo que nos rodea. Y ambas, desde perspectivas parecidas y diferentes a la vez, nos permiten enfocar ese elemento clave, cada vez más importante en un mundo donde las enfermedades como el Alzheimer y el Parkinson traen esto al frente en todo momento.

Olvídate de Mi, en concreto, lo que hace es cogernos de la mano y llevarnos en un profundo paseo por la memoria de la relación de una pareja, los momentos buenos, los malos, y como todo ello se trastoca al olvidar uno de ellos al otro gracias a una nueva tecnología (muy heredera, todo sea dicho, de K. Dick en sus historias como Total Recall). A partir de ahí, la historia nos va a ir llevando por cómo la identidad de sus participantes se va construyendo la una en interacción con la otra, y cómo al hacerlo se reconstruyen continuamente en lo que es una relación interpersonal humana normal.

Podría contarse la misma historia sobre cualquier historia de amor y desamor, de amistad y desamistad, etc. porque, en el fondo, habla del centro de la forma de interactuar de las personas, cómo nos condicionamos y construimos unos a otros y, al final, cómo los recuerdos buenos y malos nos hacen quienes somos.

De hecho, eso es lo que significa en el fondo vivir y construirse uno mismo. Ir cogiendo las experiencias que tenemos, aprender de ellas, de las buenas y de las malas, de modo que al día siguiente seamos un ser más completo. Y cuando la memoria desaparece, borrada, nos deja incapaces de ser nosotros mismos, e incapaces de interactuar adecuadamente con el mundo que nos rodea. Es como si cogiesen nuestro mapa del mundo y lo hiciesen trizas, dejándonos en un espacio virgen y sin marcar. En cierta medida, es como si nos convirtiésemos en bebés de nuevo, en tabula rasa.

Creo que no voy a decir nada más, y dejar que cada uno la explore cuando se sienta ante esta gran película, perfectamente narrada e interpretada, que nos habla de cómo los humanos nos relacionamos unos con otros. Una verdad tan eterna como el eterno que lleva el título original.

Costán Sequeiros Bruna

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