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Crítica de serie: The Boys

The Boys cartel publicitario.
Cartel publicitario de The Boys, mostrando a los “superhéroes”

Recientemente estrenada por Amazon, The Boys es la nueva serie de superhéroes. Una buena historia con una perspectiva más oscura sobre los superhéroes, en un mundo muy cínico. Buenas interpretaciones, un buen guión bastante bien atado, y algunos giros muy bien planteados, con más profundidad de la esperada en los personajes además. Sin embargo, personalmente, la encuentro menos rompedora de lo que muchos dicen, aunque sin duda vale la pena verla.

Pero sociológicamente, su discurso pese a ser algo exagerado, tiene muchos puntos de interés. Especialmente, como ocurrió antes con Luke Cage, en el modo en que construye su propio mundo. En este caso, un mundo mucho más cínico y oscuro que el de las series de Netflix, pero con interesantes reflexiones que observar.

El primer punto, y creo que es el más interesante, es el modo en que se construye la corporación Vought y cómo esta representa perfectamente el proceso de construcción de imagen pública. El peso de la corporación en la trama es brutal, pero especialmente durante la primera mitad de la temporada, no solo pesa como trama, sino que además muestra muy bien su funcionamiento: el juego con la prensa, las inversiones en parques de atracciones, la atención a cosas como los índices de popularidad, la construcción de marcas, etc. En esas escenas, se refleja perfectamente el modo en que la opinión pública se crea y se narra a la hora de construir iconos mediáticos, sean deportistas de élite o actrices famosas. Un proceso de ingeniería donde a menudo un equipo entero muy complejo y profesional se encarga de manejar muchos de los aspectos relacionados con cómo ese personaje es entendido y querido por el público, como se ve muy bien referenciado en cosas como los discursos escritos.

En este sentido de la construcción de imagen pública, es una parte central de la trama pero también del discurso de The Boys, el peso de la imagen en la política. Todo lo que tiene que ver con conseguir que los superhéroes sean aceptados en el ejército muestra muy bien el modo en que lentamente los lobbies van presionando para conseguir concesiones que les sean beneficiosas. Favores para uno, secretos para otro, chantajes más allá, un poco como en House of Cards, con ese cinismo político, se muestra muy bien cómo se construye el discurso necesario para cambiar la opinión pública. En buena medida, mostrando las ideas del libro de Naomi Klein La Doctrina del Shock, cosas como tragedias o enemigos exteriores se tejen juntas para crear agendas políticas que lo que ocultan detrás son los intereses económicos egoístas de ciertos actores (en este caso, la corporación Vought).

Y es que el poder del miedo, es sin duda una cosa muy presente en la serie. En The Boys se muestra el miedo en muchas facetas, desde el miedo a las consecuencias de los actos que muestra la CIA, al miedo al enemigo exterior o al peligro que esgrime la publicidad de Vought, al miedo personal a aquellos que son indestructibles y todopoderosos. Pero no solo el miedo que se usa abiertamente, sino si entramos en las escenas dentro de la torre Vought, entre los miembros de los 7, el miedo es una herramienta que se usa continuamente en formas muy variadas y sutiles: amenazas, chantajes, presiones, apoyos con condiciones… y, sobretodo, el miedo a perder la posición, la riqueza y el estatus que supone ser uno de los 7, especialmente presente en la trama de A-Train.

The Boys y la construcción de imagen pública.
Opinión pública, dinero, poder… son todos temas centrales en The Boys

Y es que otro aspecto interesante es el modo en que la serie refleja realmente el poder del mundo. Si, Homelander básicamente tienes los poderes de Superman, y Translucent es invisible… pero a la hora de la verdad, todos ellos se inclinan ante los poderes reales: el dinero. La corporación Vought los gestiona y maneja, según sus propios intereses, y el poder real lo tiene ella, en manos del personaje de Madelyn. Y el enemigo de Madelyn no tiene superpoderes ni nada por el estilo: su rival es el sistema político, que quiere cambiar para conseguir más dinero y beneficios para la corporación y trepar. Al final, el poder real en el mundo de The Boys es la sociedad, de ahí el peso que tienen los discursos sobre opinión pública, el funcionamiento de corporaciones y demás. Es la sociedad la superpoderosa, aún si unos pocos quieren cambiar el sistema.

Y es aquí donde el mundo de The Boys se luce más, precisamente en la construcción de ese entorno cínico e hipócrita que retrata al mundo en su peor faceta. Desde los políticos corruptos que ceden a presiones de corporaciones por chantaje o por intereses, a las corporaciones dispuestas a hacer lo que sea por sacar más dinero o incluso los líderes religiosos con discursos que se alejan completamente de la realidad. Sin duda, un mundo más cínico y oscuro que el real, pero en ese retrato oscuro hay un valor sobre el que vale la pena reflexionar, porque por exagerado que sea el retrato en la serie, la realidad tampoco se aleja tanto. Basta mirar los Papeles de Panamá, las filtraciones de Wikileaks o Snowden, para ver que vivimos en un mundo donde esa hipocresía y ese cinismo forman parte de una élite atrincherada en sus intereses y privilegios.

Un mundo, tanto el real como el de The Boys, donde incluso aquellos idealistas que quieren cambiar el mundo se encuentran con trabas enormes de todo tipo. Starlight es un ejemplo perfecto de esto, la chica buena e idealista que quiere traer justicia al mundo, y se encuentra con la dura realidad de la corrupción desde el primer momento.

El resultado de todo ello es una serie que no solo entretiene, sino sobre la que vale la pena pararse a reflexionar al menos un rato para irle sacando el jugo.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de The Boys?

One reply on “Crítica de serie: The Boys”

Vista la segunda temporada y hay muchos de los elementos presentes en la primera temporada mantienen su interés en la segunda. El primero, el de la imagen pública recibe un giro entre otras cosas por el personaje de Stormfront, que introduce una nueva perspectiva en el debate original sobre la imagen pública: el papel de las redes sociales. Memes, ira, etc. todos tienen su lugar y espacio en la serie a la hora de retratar cómo funciona ese nuevo tipo de comunicación en la sociedad moderna. Y también continúa la discusión en torno al poder real, el de la política y la economía en vez de los superhéroes, especialmente a través de personajes como Edgar o el creciente papel que tienen instituciones como el Congreso o los medios de comunicación a la hora de gestionar/crear/responder ante los escándalos y situaciones que se van dando. Sin duda, todo ello manteniendo el aspecto cínico que tenía la primera temporada.

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