Categories
Sociología

El origen y los límites de la globalización

Como dice el estribillo de la canción infantil de Disney: “es un mundo pequeño después de todo”. Y es innegable que lo es, un mundo donde todo lo que ocurre inmediatamente se sabe en el otro lado del planeta, donde los riesgos nos afectan a todos, donde la cultura americana se escucha en los altavoces de las radios de la India, etc. Sin duda, vivimos en un mundo globalizado.

Pero si volvemos la mirada atrás, es fácil ver que el mundo no siempre ha sido así. Durante la edad media las noticias tardaban días, meses o incluso años en ir de un lado a otro, las fronteras fueron mucho más fuertes y dividían más a la gente durante la época colonial del siglo XVIII, etc. Venimos de un mundo fragmentado, que lentamente se ha ido reuniendo en torno a sus actuales centros.

Sin embargo, lo cierto es que esto no se debe a que la globalización sea algo nuevo, sino que a que tiene límites. Así que empecemos por el principio. Estamos en África en el año tropecientos antes de Cristo y una pequeña tribu de Homo Sapiens se aleja de la tribu en la que nacieron para cazar animales un poco más al norte, sus hijos se alejarán más y sus nietos llegarán más allá incluso, persiguiendo a los animales de los que se alimentan y huyendo de la presión demográfica que supone el crecimiento de población de Homo Sapiens en su lugar natal. Este mecanismo sencillo, que esparció a la humanidad por los cuatro confines del planeta, es el comienzo del proceso de globalización, porque cada tribu que se alejaba del origen llevaba con ella la cultura que habían aprendido, el idioma que manejaban, los hábitos, etc.

Pero, aunque la globalización era real como esfuerzo humano para poner en común identidades y culturas, lo cierto es que por aquel entonces sus límites eran muy fuertes. Si una tribu se alejaba unos cuantos años y generaciones del origen perdían toda posibilidad de comunicarse con quienes habían sido, de modo que lentamente se alejaban identitariamente: inventaban nuevas tradiciones, tenían una historia propia que ya era diferente de la original, evolucionaban su idioma según sus necesidades, hacían invenciones y descubrimientos propios, etc. Y, con el tiempo, estas diferencias hacían que se llegase al punto en que ambos grupos, los originales y los que se habían alejado, eran tan diferentes entre si que ya no se reconocían como un único colectivo, sino que se entendían a si mismos como tribus y sociedades diferentes.

globalización y escrituraSurgen entonces los imperios antiguos: Babilonia, Egipto, China… y, con ellos, la escritura. La identidad de un imperio ya dice que todos los súbditos, bajo amenaza de la violencia por parte del Emperador/Faraón, pertenecen al mismo colectivo, buscando homogeneizar internamente la enorme diversidad existente. Y esto es posible en parte por la escritura, que permite crear y mantener registros, así como llevar noticias y eventos de un lado a otro del mundo y preservar el conocimiento. Si hay una historia escrita sobre cómo Ra es el principal de los dioses y todos sus sacerdotes cuentan la misma historia porque la han leído en su formación como sacerdotes, en todo el Egipto la historia tenderá a mantenerse de modo similar, con pequeñas variaciones locales pero con gran parte de contenido compartido. Y no sólo compartido en el espacio, sino en el tiempo, porque los sacerdotes que nacerán leerán la misma historia y la estudiarán, de modo que mantendrán sus lecciones de modo relativamente intacto y homogéneo en el futuro.

Pero la globalización de los imperios antiguos también se extendía al exterior con los tenues comienzos del comercio y las historias compartidas, las guerras, las conquistas, etc. La Grecia helénica es probablemente un gran ejemplo de esto, llevando sus historias y leyendas por todo el Mediterráneo gracias al comercio y el prestigio de su cultura. Roma es aún mejor ejemplo, ya que al imponer el latín en todo el Imperio, extender las calzadas, etc. va extendiendo su ideología y su forma de ver el mundo, buscando homogeneizar el imperio e ir convirtiendo a las tribus de bárbaros que hay en el exterior.

Así que, aunque la historia de cada imperio antiguo es efímera en si misma, todos ellos actúan como fuerzas locales de globalización. Pero siguen siendo eso, locales, debido a que se siguen encontrando atrapados debido a las limitaciones tecnológicas y culturales del momento. Aún con calzadas, recorrer el Imperio lleva mucho tiempo y es peligroso, por mucho que la carta escrita que llevemos de posta en posta se mantenga en el tiempo sin cambiar sus letras y por mucho que hablen distintos tipos de latín en cada confín.

Pero si dejamos que ante nuestros ojos sigan pasando los años y avance la tecnología del conocimiento, el viaje y la comunicación, estos límites cada vez se van a ir expandiendo más lejos. Si mejoran los barcos es posible que se recorran distancias más largas en menos tiempo, llevando las noticias y la cultura más lejos y fomentando un comercio más fuerte; cuando se inventa la imprenta se vuelve fácil reproducir textos sin alterarlos, de modo que la palabra escrita se difunde más lejos y con más rapidez y frecuencia ya que no debe pasar por el complicado proceso de la transcripción; si se envían misioneros y evangelizadores a expandir el mensaje de Dios, es fácil transmitir nuestra cultura e identidad a pueblos alejados, convirtiéndolos lentamente a la nuestra.

globalizacion y feudalismoLos límites, paso a paso, se van ampliando, permitiendo que desde un único centro se pueda irradiar cultura, economía y poder cada vez más lejos. Por eso se acaba la Edad Media, llena de señores nobiliarios locales en pequeños pueblos y castillos, y se entra en un Renacimiento que va a ver nacer la verdadera Monarquía centralizada. Y, con ella y los nuevos avances de comunicación se vuelve posible crear un interior cada vez más homogéneo y fuerte que se proyecte no sólo sobre los vecinos, sino sobre el mundo entero sobre las olas surcadas por las caravelas coloniales y el poder de la pólvora para someter a los disidentes.

Es sobre esto que se construyen las identidades nacionales en el siglo XVIII, apareciendo con ello una distinción clara de quienes somos “todos nosotros” y la búsqueda real de la homogeneización de la nación. Una visión que se enviará por todo el mundo controlado por Europa y más allá, en cartas y mensajes cada vez más frecuentes, que pueden viajar más lejos y más rápido de modo seguro y relativamente barato. Y, lentamente, los virreyes que gobernaban las colonias demasiado alejadas del centro como para poder ser controladas desde la capital van viendo su poder menguado a medida que las capitales pueden llegar más lejos e imponerse. Con ellas, la globalización sigue ganando velocidad, a la par que alcance.

Barcos de vapor que llevan más lejos y rápido los mensajes, imprentas capaces de copiar en serie, fábricas que pueden automatizar la producción, una población creciente que tiene que emigrar por el mundo para irlo conquistando… y, finalmente, el telégrafo. Y, con él, el sueño de mensajes que se pueden llevar inmediatamente desde un sitio a otro alejado, haciendo que la globalización pueda extenderse a todos los confines del mundo sobre las sedes de telégrafo que los imperios coloniales van construyendo en todas las grandes ciudades del mundo. Y, poco después, aviones, radio, coches, teléfono, internet…

No es que el mundo se haya hecho más pequeño, no es que ahora estemos globalizándolo por primera vez, se trata sólo de que han decrecido los límites en nuestra capacidad de viajar y comunicarnos a grandes distancias espaciales y temporales. Hoy podemos ver una película que se acaba de estrenar en Hollywood el mismo día en nuestros cines locales, de igual modo que podemos ver una película de Charlie Chaplin como fue proyectada en su momento. El pasado puede proyectarse entero e inalterado hacia el futuro, igual que puede hacerlo el aquí para llegar al allí, se han roto las barreras espacio-temporales y, con ellas, la globalización transporta las ideas, las culturas, las identidades de un lado a otro del planeta sin límites aparentes.

globalización e internetPuede ocurrir un suicidio en Túnez, que se convierta en una revuelta democrática que barra el Norte de África y llegue a Oriente Medio en semanas, replicada al propio en el 15-M y de ahí a Occuppy Wall Street y después Hong-Kong, Brasil… las ideas viajan libremente, sirviendo como ejemplo y como fuente de debate y cambio global en la medida en que cualquier persona con acceso a los medios de comunicación puede tratar de sintonizar con Youtube, leer el New York Times o disfrutar de la última película de Bollywood.

Todas estas identidades aprovechan las fuerzas aparentemente sin límites de la globalización para mezclarse, chocar y competir por la mentalidad de la gente. Y, al hacerlo, modifican las sociedades y las someten a nuevas tensiones entre aprender y cambiar enfrentándose a lo nuevo y escuchando a lo diferente, o encerrarse en si misma y dejar que triunfe el miedo a lo distinto en un intento inútil de proteger “lo que somos”. Es una lucha futil, porque la globalización sigue reduciendo sus límites y permitiendo que más contenido sea puesto en común de modo continuo en la sociedad mundial y, con ello, las identidades de las personas del mundo siguen cambiando. La xenofobia, el extremismo religioso, el nacionalismo acérrimo son cada vez más las reacciones extremas de un pasado que intenta no cambiar… pero nada puede detener al mar y la globalización no cejará´ya.

Por ello, no hay un nosotros definido por fronteras claras, por “civilizaciones” e imperios capaces de defenderse de lo diferente. Y no volverá a existir hasta que nos lancemos a vivir más allá de los límites de nuestros medios de comunicación y conocimiento, más allá de los límites de la globalización. No es hasta que colonicemos otros planetas y estrellas que las comunicaciones volverán a tardar horas, días, meses o años en llegar a sus destinos y eso permitirá una vez más que esas culturas locales diverjan de las culturas que las originaron. Hasta que la tecnología de comunicación siga avanzando e incluso esas distancias se vuelvan pequeñas y se pueda cantar una nueva canción de Disney que diga que “es un universo pequeño, después de todo”.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas sobre el origen y los límites de la globalización?

Leave a Reply

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.