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El Presente: Campo de Batalla del Pasado y el Futuro

marte azulHoy me temo que voy a aprovechar que es domingo para traer algo más ligerito, y voy a dejar que otro hable desde aquí. Las palabras serán un pequeño extracto de la novela Marte Azul de Kim Stanley Robinson, donde hace una interesante reflexión sobre la historia y el cambio social. Puede contener algún spoiler, así que si piensas leer la novela, mejor sáltate este post (al fin y al cabo, ya llegarás al fragmento cuando toque; para los demás, creo que vale la pena rescatar la reflexión aquí porque, aunque no sea nada científica, si que tiene cierta capacidad evocadora e inspiradora. Sin enrollarme más, os dejo con el extracto:

“En la década de 2170 la historiadora marciana Charlotte Dorsa Brevia publicó en varios volúmenes una densa metahistoria analítica, como ella la llamaba, en la que sostenía que la gran inundación había actuado como factor desencadenante y los avances técnicos lo habían hecho posible, pero el carácter específico del nuevo renacimiento provenía de algo más fundamental, del cambio de un modelo socioeconómico global a otro. Exponía un “complejo de paradigmas residuales/emergentes superpuestos”, según el cual toda gran era socioeconómica se componía más o menos a partes iguales de los sistemas inmediatamente anteriores y posteriores, que no obstante no eran los únicos; constituían el grueso del complejo y aportaban los factores más contradictorios, pero otras características relevantes provenían de sistemas más arcaicos y de vislumbres de tendencias que no florecerían hasta mucho después.

Así, por ejemplo, el feudalismo era para Charlotte resultado del choque de un sistema residual de monarquía absoluta religiosa y del sistema emergente del capitalismo, con importantes ecos de las castas tribales, más arcaicas, y débiles presagios del humanismo individualista posterior. La relación entre esas fuerzas cambió con el   que el Renacimiento del siglo XVI dio paso a la era capitalista. El capitalismo incluía, a su vez, elementos contrapuestos del feudalismo residual y de un orden futuro emergente que empezaba a perfilarse en esos momentos y que Charlotte llamaba democracia. Y ahora estaban en plena era democrática, afirmaba, al menos en Marte. La incompatibilidad de sus constituyentes quedaba subrayada por la desgraciada experiencia de la sombra crítica del capitalismo, el socialismo, que había teorizado la verdadera democracia y la había exigido, pero en el intento de ponerla en práctica había empleado los métodos disponibles en su tiempo, los mismos métodos feudales del capitalismo; las dos versiones de la mezcla habían resultado ser tan destructivas e injustas como el padre residual común. Las jerarquías feudales del capitalismo habían tenido sus equivalentes en los experimentos socialistas, y aquella había sido una era tensa y caótica de lucha dinámica entre feudalismo y democracia.

Pero en Marte la era democrática había surgido al fin de la era capitalista, según la lógica del paradigma de Charlotte, una lucha entre los residuos belicosos y competitivos del sistema capitalista y algunos aspectos emergentes de un orden más allá de la democracia, orden que aún no podía ser caracterizado con detalle pues nunca había existido, pero para el cual Charlotte aventuraba el nombre de Armonía, o Buena Voluntad General. Ella realizaba un estudio detenido de las diferencias evidentes entre la economía cooperativa y el capitalismo desde una perspectiva metahistórica más amplia y la identificación de un extenso movimiento en la historia que los comentaristas llamaban Gran Péndulo, un movimiento desde los arraigados vestigios de las jerarquías dominantes de nuestros ancestros, primates de la sabana, hacia la lenta, incierta, dificultosa, no predeterminada y libre emergencia de una armonía e igualdad que caracterizarían la verdadera democracia. Ambos elementos en pugna habían existido siempre, y el equilibrio entre ambos había ido cambiando lentamente a lo largo de la historia de la humanidad: la dominación de las jerarquías se había ocultado detrás de todos los sistemas aparecidos hasta ese momento, pero al mismo tiempo los valores democráticos se habían alzado siempre como esperanza, expresados en la conciencia del valor del individuo y en el rechazo a las jerarquías, que al fin y al cabo eran impuestas. Y mientras el péndulo de la metahistoria oscilaba a lo largo de los siglos, los intentos notablemente imperfectos de instituir la democracia habían ido ganando poder. En un reducido círculo de seres humanos había imperado el igualitarismo, en las sociedades esclavistas de la antigua Grecia o la Norteamérica revolucionaria, por ejemplo, pero el círculo de iguales se había ampliado algo más en las últimas “democracias capitalistas”, y en el momento presente no solamente todos los humanos eran iguales (al menos en teoría), sino que se tomaba en consideración a los animales, e incluso a las plantas, los ecosistemas y los mismos elementos. Charlotte intuía estas últimas extensiones de la “ciudadanía” entre los rasgos precursores del sistema emergente que tal vez siguiese a las llamadas democracias, el periodo de utópica “armonía” postulado en su teoría.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de esta visión de la historia?

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