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El Riesgo del Pacto

pactoLas recientes elecciones municipales han repetido lo visto en las andaluzas y creado un entorno múltiple muy complejo donde las minorías van a tener que verse las caras para buscar acuerdos. Y eso es bueno, porque en la medida en que distintos partidos estén en las comunidades y alcaldías, se refuerza la representación de distintos colectivos y las voces plurales que aseguran, con sus equilibrios, que nadie puede aplicar el rodillo más sórdido de la mayoría absoluta. Pero, pese a lo enormemente positiva que es la situación para la calidad de la democracia y para evitar abusos de poder, los pactos implican también muchos riesgos, especialmente para los partidos involucrados.

Esto se debe a que, durante cuatro años a partir de entonces, las imágenes de ambos partidos van a quedar unidas. Primero de todo, porque un pacto implica contradecir lo que a menudo se ha dicho en campaña: los partidos, durante las elecciones, demasiado a menudo se esfuerzan por insultar o descalificar a los enemigos para convertirlos en alternativas no viables, de modo que pactar con ellos después es a menudo visto como una enorme contradicción con sus propios discursos.

Esto se une a que los actos de uno contagian al otro. Si uno se corrompe, por ejemplo, ¿acaso alguien imaginaría que el otro no lo haya hecho? Si uno lleva adelante una iniciativa que el otro debe aceptar como parte del pacto, ¿acaso no ha sido decisión de ambos?

Por ello, es clave la cuestión de los programas electorales y las promesas de campaña. Aunque muchas de ellas puedan ser comunes o cercanas entre los partidos involucrados en el pacto, no todas lo serán, de modo que surgen choques cuando los partidos incumplen lo planeado (especialmente si hacen lo  contrario) como consecuencia de las negociaciones que llevaron al pacto.

Y es que los pactos no siempre son equilibrios de poder claros. Ambas partes, en principio, necesitan a la otra y, aunque una tenga la preeminencia (normalmente, la que más escaños tenga) al requerir imprescindiblemente a la otra para aprobar medidas, se desdibuja su capacidad de acción. Y, cuando se actúa, ambas partes intentarán vender a sus electorados el éxito de la medida como propio, lo cual puede contradecir su argumentario o hacer que una parte se cobre mayor cantidad de méritos o tenga más éxito a la hora de transmitirlos.

Madrid como ejemplo de todo esto

pacto gabilondoAunque es un fenómeno global en España en este momento, voy a usar la interesante situación de Madrid como ejemplo. Por un lado, básicamente fuerza a un pacto PSOE + Podemos en la Comunidad, pero donde la palabra clave la tendrá Ciudadanos: su abstención o su apoyo a cualquiera de las fuerzas, es la que abre la puerta de la Comunidad. ¿Y cómo encajar a un partido tan diferente en el marco de un acuerdo común? ¿Se pueden compaginar las medidas neoliberales de Ciudadanos dentro de un pacto con fuerzas de corte claramente socialdemócrata?

Y, en paralelo, la situación en la alcaldía refleja eso de modo similar pero más sencillo: Ahora Madrid y el PSOE son suficiente. Sin embargo, el pacto en la alcaldía no es un juego aislado, sino que se inserta en el interior del marco de pactos más grande: ¿Podemos respaldará a Ahora Madrid y estará dispuesto a ceder poder en otros sitios para conseguir el apoyo e independencia del PSOE, o se mantendrá al margen dejando así una gran influencia de Gabilondo?

Cada pacto, así, es una pieza de un ajedrez mayor y más complejo que teje el conjunto del poder actual en los gobieros locales y regionales. ¿Estaría dispuesto el PSOE a perder influencia en el Ayuntamiento de Madrid a cambio de que Podemos destasque la situación en Andalucía? ¿Cedería Podemos parte de su influencia a cambio de potenciar las candidaturas ciudadanas relativamente independientes como la de Ahora Madrid? ¿Y cómo trazar la barrera divisoria en las cuestiones donde PSOE y Podemos/Ahora Madrid no encajan? ¿Cómo mantener una lucha contra el bipartidismo cediendo a la vez el poder suficiente para que el PSOE cobre fuerzas y reciba un necesario balón de oxígeno?

Pero, sobretodo, las cuestiones se plantean de cara al futuro

pacto iglesiasEstas elecciones, sin embargo, son una pieza importantísima de una carrera más larga y compleja: las generales de Noviembre. Podemos a lo largo de la campaña lentamente se ha ido alejando de las bases y los círculos y centrándose en una visión más clásica de partido jerárquico, con Pablo Iglesias a la cabeza. Ahora Madrid y las listas ciudadanas lo han notado y se distancian de ello (de hecho, durante la fiesta posterior a las elecciones de Ahora Madrid, cuando Pablo Iglesias subió al estrado se vio forzado a esperar en silencio brevemente mientras todo el mundo coreaba “Carmena, Carmena”, en vez de su nombre). Las listas ciudadanas son más radicales que Podemos, que buscando ocupar el lugar del PSOE se aleja de su origen y vínculos con los movimientos sociales y el 15-M. Y son las listas ciudadanas (desde la Marea Atlántica a Ada Colau) las que han cosechado el mayor éxito, superando claramente a Podemos como partido.

En los próximos meses, los pactos del PSOE con Podemos pueden agravar esto. En la medida en que ambos partidos comiencen a trabajar juntos, el resultado es que la diferencia entre ambos se va a desdibujar: Podemos aspira a reventar el bipartidismo y ocupar el sitio del PSOE como alternativa principal de izquierdas… pero, en el camino, va a competir con el PSOE y trabajar con él a la vez. Es una carrera de equilibrio muy incierto, especialmente teniendo la crítica permanente que es el éxito de las plataformas ciudadanas que realmente plantean modelos nuevos de política más allá de slogans y frases, con una democracia más vinculada al pueblo y a la participación ciudadana.

Si la imagen de Podemos se desdibuja con el pacto, fruto de los necesarios equilibrios y cesiones que implica su construcción, la alternativa es peor: no pactar y que gobierne el PP sería una debacle tremenda para ellos y para su electorado que reclamaba cambio. Pero, entre la espada y la pared, ¿cuál de las dos opciones es realmente el diablo?

Quedarse fuerpacto carmenaa del pacto puede darle réditos electorales: en conjunción con el PSOE pueden hacer básicamente que esas regiones sean ingobernables por un PP en minoría. Pero este rédito en discurso de oposición vendría con el coste de haber permitido ese gobierno minoritario y no haber iniciado el cambio. Es más, habría implicado aceptar que una región sea ingobernable, lo cual podría probablemente agravar los problemas de la crisis en la misma.

Sin embargo, entrar en el pacto con el PSOE implica aceptar acuerdos, lo cual puede significar limitar muy seriamente el cambio real que se puede llevar adelante, al tener a la “casta” en casa y con una voz muy fuerte. E, incluso, podría ocurrir que el PSOE aproveche esta relación para “rejuvenecerse”, apuntándose al carro del cambio y, con las medidas conjuntas, recuperando parte de los electores que ha perdido.

Se dibuja así un cuadro muy complejo en la Comunidad de Madrid, extensible en buena medida el resto de España y a muchos de sus ayuntamientos. Un cuadro donde entrar en un pacto puede ser necesario y, a la vez, destructivo (como le ocurrió a los liberales de Nick Clegg cuando pactaron el gobierno británico con Cameron). ¿Cómo se resolverá todo?

Probablemente con un pacto tras otro por toda la geografía y cómo los manejen en los próximos meses va a ser probablemente más importante que las campañas que los partidos puedan hacer en las elecciones de noviembre. De hecho, en buena medida, estos pactos serán la campaña. Porque, si bien de los pactos pueden salir cosas muy buenas (como la Transición), al mismo tiempo implican una serie de peligros muy serios para todos los involucrados.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de esta Espada de Damocles?

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