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¿España es un Estado Aconfesional?

La respuesta a esto, en teoría es sencilla. Según la Constitución, si, España es un Estado aconfesional, y punto. Pero, y siempre hay un pero, la misma Constitución reconoce que en el país el Catolicismo juega un papel muy importante en la cultura y demás, y por eso merece un lugar destacado. Esto no es aconfesionalidad, desde luego, más allá de las apariencias.

Pero veamos más allá. Si vemos la cantidad de dinero asignado a las distintas religiones, la Iglesia católica recibe mucho más que el resto de las confesiones. Es cierto que tiene mucho más patrimonio que el resto que mantener, patrimonio del que incluso los ateos nos sentimos orgullosos (catedrales, museos, etc.). Sin embargo, la diferencia es abismal, hasta el extremo de que en la declaración de Hacienda podemos destinar el 0,7 % de nuestro dinero o a fines sociales, o a la Iglesia (pero no a templos budistas, mezquitas musulmanas, o sinagogas hebreas, por poner unos ejemplos).

Ejemplos, por tanto, del tratamiento privilegiado de la Iglesia son muchos los que existen. Y esto lleva a que España no sea realmente aconfesional. Pero el problema es que no se detiene en esto.

Más allá de las ayudas desiguales, el papel que la Iglesia juega en la política española está fuera de lugar. Las manifestaciones en pro de derechos o en contra de ellos están muy bien… si se organizasen como el resto de las organizaciones de la sociedad civil. El problema es que no es así, y que la influencia política de la Iglesia en asuntos que no le corresponden es demasiado grande. Seguro que ellos defenderán que claro que les corresponde defender la vida de los no-natos, pero la verdad es que no es así: es un asunto político, no religioso, que cada uno debería defender u opinar como considere, y que se debería debatir (a efectos de decisiones) únicamente en las cámaras del Congreso y el Senado. Sin embargo, hemos acabado considerando como algo habitual el intrusismo de la Iglesia en política y a nadie sorprende.

Pero ahora lo han llevado un paso más adelante, al denunciar a Javier Krahe por un antiguo vídeo acerca de cómo se cocina un Cristo. Al margen del mucho o poco sentido que pueda tener el video, lo que nos pueda gustar o no, no es algo denunciable. Se encuentra perfectamente dentro del derecho de expresión, ¿o es que acaso la Iglesia debe ser más inmune al sarcasmo que todo el resto de nosotros o de las instituciones? La respuesta es que no, no debe.

No sólo el hecho de que sea enjuiciable ya es en sí mismo poco… adecuado. Sino que el crimen, además, no tiene sentido. ¿En serio es delito blasfemar? Porque yo podría escribir aquí un clásico “me cago en Dios”, y es una blasfemia. ¿Y qué pasa si, como es el caso, soy ateo? No estoy dañando a ninguna persona, ni injuriando contra ella, puesto que Dios no existe y por tanto no puede ser ofendido. Podría ofender al creyente, pero en la misma medida en que se puede ofender a un seguidor del Barcelona F. C. cuando se dice que es “una mierda de equipo”: osea, se puede molestar, pero no es delito. Y la blasfemia, desde luego, no es un concepto legal en ninguna de sus interpretaciones. Probablemente en otro tiempo lo fuese, durante la Edad Media o similar, pero me gustaría creer que hemos avanzado desde entonces.

Y, sin embargo, aquí estamos: 144.000 € por blasfemar. No es precisamente poco por un delito ilógico, inexistente e injusto. ¿Qué pasa, los ateos no podemos considerar blasfemia que alguien diga que Dios existe? ¿O los musulmanes no pueden considerar blasfemia que alguien llame Dios y no Alá a su deidad? ¿O los budistas que nos comamos vacas? ¿Por qué sólo defendemos las blasfemias de una de las religiones?

Va siendo hora de que la Iglesia definitivamente se desvincule del aparato del Estado en todas sus formas. Me parece muy bien que se organicen y defiendan sus ideas, pero con las mismas armas que el resto de las organizaciones de la sociedad civil. Una con muchos seguidores, desde luego, pero sólo eso. Sin derechos especiales, acceso especial, financiación especial, ni nada más. España debería entrar de una vez en el Siglo XXI convirtiéndose en un Estado de verdad aconfesional… y eso por no decir directamente que debería ser un Estado laico.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de la religiosidad del Estado?

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