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Reflexiones personales

Estafa legal: el sistema de funcionamiento de las revistas científicas

Revistas científicas con acceso de pago

Hoy voy a usar a las revistas científicas como un modo de mostrar el viejo dicho de “hecha la regla, hecha la trampa”. Es una frase muy manida que en este caso va muy bien, pues sin duda el sistema de funcionamiento de las revistas científicas es una estafa en toda regla.

Entonces, empecemos por el principio. Para un académico, como yo, existen requisitos para poder acceder a las plazas de profesor, así como para las mejoras de las mismas. Uno de los requisitos más habituales en estas, y de más peso en los currículums académicos, es el número de artículos publicados en revistas de impacto revisadas por pares. Se supone que, si has realizado una investigación y se publica en una de estas revistas de máximo impacto (que son las que más demanda tienen) es porque es un buen trabajo y, por tanto, merece reconocimiento. A mayores, publicar en esas revistas da gran visibilidad a tu trabajo, lo cual aumenta las probabilidades de que sea citado y referenciado por otros, reforzando con ello el impacto del mismo y el peso de ese artículo en el currículum.

Y ahí es donde comienza la estafa. Un científico ha completado su trabajo y escrito un artículo y decide enviarlo a una revista concreta. Sigue sus normas de publicación, comprueba que está todo correcto y le da a enviar. En ese momento le llega a la revista, que comienza a evaluar ese artículo. La revisión en teoría es ciega, el que revisa no sabe quien es el que escribe, pero pese a no saber el nombre, el revisor sin duda va a buscar ciertas cosas: si dice lo que la revista quiere que diga, si cita a quien hay que citar, etc. De ello se derivan numerosos problemas en torno a escándalos académicos que han tenido lugar, debido a que numerosos artículos profundamente ideologizados han sido aceptados en revistas académicas siendo sin embargo falsos.

Pero asumamos que envía el artículo y en la revista se lo aceptan sin trampas. Lo normal es que ya hayan tardado una serie de meses en aceptarlo y trabajarlo para cuando se publica, pero finalmente el artículo está subido a la revista y al acceso. La razón de esta estafa tiene este momento como base: pese a que el científico ha dedicado una serie de horas a la investigación, a escribir el artículo, ha gastado dinero en las pruebas, etc. las revistas académicas no le pagan nada. Como se supone que el académico trabaja en la universidad, que ya le da un salario, las revistas consideran que no es necesario remunerar su trabajo y se ha establecido la norma de que eso es lo habitual.

Así que lo único que obtiene el académico es una línea más en su curriculum que, con suerte, le sirva para justificar una mejora en sus condiciones de sexenios, la ANECA, o cualquier otra institución en la que estas cosas importen.

Sin embargo, terminado ese artículo, el científico decide escribir otro. Y para ello, descubre un autor que publicó un artículo en otro número de la misma revista que se querría leer para documentarse y contrastar teorías… pero va a encontrarse con que la misma revista que no le pagó a él por su publicación, le va a cobrar por acceder a la publicación de otro. Y no poco precisamente.

Como el precio por acceder a las revistas de pago (no todas lo son, es cierto) es exhorbitante, lo normal es que el acceso lo pague la universidad como conjunto. Cada universidad por su parte, cubre así las cuotas de acceso a esos repositorios cuyos contenidos, en buena medida, han generado sus propios académicos. Compañías como Elsevier han cobrado 98 millones de Euros en cuatro años, solo en España (que, es cierto, paga mucho más que otros países). Así que la investigación a menudo se financia con fondos públicos en forma de proyectos de investigación, y sus resultados deben ser pagados de nuevo por aquellos que la financiaron para poder acceder a ellos.

Por suerte, lentamente van apareciendo cada vez más repositorios abiertos y revistas de acceso libre. Sin embargo, como no suelen ser las más grandes e importantes de sus sectores, son revistas normalmente de menor impacto que las de acceso de pago. Esto implica que cada vez que una científica manda un artículo a una de estas revistas y se lo publican, está obteniendo menos rédito académico que cuando se lo publican en las de mayor impacto. Este bucle hace que los académicos necesiten publicar en las de pago lo más que puedan, generando así un motor infalible para la estafa, porque se crea un bucle que se retroalimenta, entre avanzar en la carrera académica y pagar a esas revistas para acceder a ellas y hacer buenas investigaciones que intentar publicar en ellas (con lo cual, otros autores tengan que acceder a las mismas para leer lo que hemos publicado, contrastarlo, etc.).

Es una estafa perfecta. No pagamos, pero si cobramos, sustentada sobre un oligopolio donde un número muy pequeño de editoriales controlan el flujo de publicaciones principales, haciendo que se retroalimenten entre si. Porque no es poco frecuente que, durante el proceso de revisión de un artículo para su publicación, los editores “sugieran” a los autores que referencien otros artículos de la misma revista, aumentando así el número de citas que estas reciben (bueno, eso y a menudo “sugieren” que cites a gente que no tiene mucho que ver y que luego se descubre que son parte del equipo editor de la revista, pero esa es otra cuestión).

De modo que el sistema “objetivo” de valoración dela calidad de un científico (su contribución al conocimiento científico de la comunidad) se ha convertido en un mecanismo perfecto para sangrar recursos de las Universidades y transferirlos a empresas que, con un coste mínimo gracias a las publicaciones online, consiguen ingresos multimillonarios. Es una estafa perfecta que, por suerte, cada vez se encuentra con más resistencia.

Y esa es la parte final e importante de la historia. Un mecanismo como este ya se ha encontrado con diversos mecanismos que tratan de subvertirlo o corregirlo. El primero es el de las revistas en Open Access, cuyo contenido es gratuito para todo el que quiera leerlo. Otro camino es el abierto por Alexandra Elbakyan quien hackeó parte de los repositorios de las revistas de pago y ha puesto gratuitamente esos artículos a disposición en Sci-Hub, pese a que ahora vayan a por ella en los tribunales. Finalmente, las instituciones comunitarias están trabajando en ello, tratando de legislar y construir un mecanismo que cambie la situación.

Todos estos caminos de respuesta muestran que, a menudo, es posible cambiar la realidad de diversas maneras. Porque por mucho que las empresas se aprovechen de las leyes para su propio beneficio en estafas muy bien diseñadas, la sociedad civil tiene una fuerza prácticamente infinita para subvertir esos diseños y cambiarla. Al fin y al cabo, es su deber hackear la sociedad y cambiar aquellos sistemas ineficaces o injustos.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué piensas sobre esta estafa perfecta?

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