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Inmigración en España

Un amigo me pidió que, a la vista de que esto es un conflicto actual, abordase el tema en el blog. Así pues, vamos allá. Si echamos un vistazo a la pirámide poblacional de cualquier país del primer mundo, y España entre ellos, veremos que tenemos una población por un lado envejecida y, por otro, cada vez menor. La gente, ante las dificultades económicas y la complicación a la hora de compatibilizar la labor de ser padres con las carreras profesionales, cada vez opta más por tener pocos hijos, de modo que no se alcanza la tasa de reproducción (dos hijos por pareja). El resultado, sin sorpresa, es que el primer mundo envejece y pierde población a toda velocidad, lo cual supone un problema importante para el buen funcionamiento de sus sociedades y economías. Pero no sólo el primer mundo lo hace, sino que gran parte de los países en vías de desarrollo (como China, o Rusia) también han avanzado bastante en este proceso, comunmente llamado la transición demográfica.La solución que ha venido aplicando parches a esta situación es, sin sorpresas, la inmigración. La gente que viaja a otros países buscando empleo normalmente está en la franja de edad que implica que trabajan y aportan a la seguridad social, y además entran en una franja relativamente joven con lo que equilibran ligeramente la pirámide. Esto, obviamente, es un parche, porque ante los cambios en la demografía del país, el aporte migratorio tiene un efecto notorio pero insuficiente.

Sin embargo, las sociedades receptoras no siempre se lo toman igual de bien. Suiza acaba de votar limitar las inmigraciones que aceptarán, y Francia ha deportado a numerosos inmigrantes ciudadanos europeos del este de la Unión. En situación de crisis, además los inmigrantes son culpados de muchos de los males de la sociedad, con clásicas frases como que “vienen a quitarnos el trabajo” o “son peligrosos”. Da igual cuanta verdad haya en ello, la crisis económica da alas a un discurso populista que eche la culpa a los demás, a los que no forman parte de la comunidad, especialmente cuanto más diferentes sean en color de piel, idioma, religión, o cualquier otra cosa.

Decir que el caso de España es paradigmático en esto no sorprenderá a nadie. Hemos sido un país de emigrantes gran parte del siglo XX, y aunque desde la transición cada vez hemos recibido más inmigrantes hasta ser un país con gran aporte exterior, últimamente combinamos una inmigración menor con una creciente emigración de los jóvenes. Esto se debe a que España se encuentra en un doble cruce: por un lado geográfico al ser el puente de Europa con África, y por otro cultural al ser uno de los cruces del Islam con el Cristianismo y el puente entre Europa y la mayor parte de América Latina. Estos dos cruces de camino son los que convierten a España en un destino migratorio tan interesante bien como destino final de la emigración, o como puerta a una Europa que ya no tiene fronteras interiores.

Esto ha convertido a España en el cruce de caminos que es, y que ha conformado su identidad cultural desde hace siglos. Lo cual ha avanzado en gran medida la hibridación con otras culturas, y el aprendizaje de unos y otros. Dice Edgar Morin en Pensar Europa que, precisamente el mestizaje y el aprendizaje forzado por los conflictos es lo que hizo que Europa se adelantase al resto del mundo en su desarrollo. De ser así, y su tesis bien desarrollada a mi me parece muy sólida, no sólo debemos a los inmigrantes que podamos mantener el Estado de Bienestar (que sería imposible de no ser por la llegada de jovenes en edad de trabajar) sino incluso parte importante de nuestro desarrollo cultural a lo largo de los siglos.

Por lo cual, tenemos un modelo social que necesita de la aportación de sangre exterior y joven, y un modelo cultural fruto de la interacción con las mentes exteriores a lo largo de los siglos. España, por tanto, no puede entenderse como un país heredero de su propio desarrollo, sino de la interacción con todos los demás, una tierra de cruce y mestizaje que produjo algunas de las primeras sociedades multiculturales. Hasta el punto de que a nadie se le ocurre tratar de forjar un Estado-nación como el francés, donde Estado es lo mismo que una única nación, ya que en España las distintas naciones culturales y políticas internas son muy fuertes y claras.

Todo ello hace que el conflicto migratorio sea uno especialmente complicado de manejar en España. Abrir la puerta a todo el que quiera venir sería imposible por los tratados europeos al respecto, así como la capacidad de la propia sociedad a la hora de absorber y aceptar esos inmigrantes sin generar problemas y conflictos. Sin embargo, los cierres existentes actualmente claramente son insuficientes e ineficaces, además de que dudosamente aceptables dentro del marco de los derechos humanos.

La pregunta, por tanto, es ¿cómo manejar el flujo? Lamentablemente, no tengo una respuesta, nunca he trabajado en ese campo. Lo que tengo claro es que, tal y como se está haciendo ahora, no. Vamos de tragedia de náufragos a balas de goma y cortes por las vayas, a la siguiente tragedia. Y, aún para aquellos cuya situación no acaba en tragedia en el Estrecho, les espera una situación económica precaria o un hacinamiento excesivo en los centros de internamiento donde esperan la deportación de vuelta a sus países de origen, en unas condiciones cuanto menos precarias. Y eso es ser muy políticamente correcto.

El debate es político, y debe abrirse al conjunto de la sociedad para que esta opine sobre hechos y análisis de los expertos pero también de las diferentes partes implicadas. Debemos alcanzar un nuevo modelo más eficaz y más humanitario. Sino, seguiremos con un descontrol en nuestro Estado del Bienestar y nuestra pirámide de población, y con tragedias a nuestras puertas cada pocos días.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de la migración?

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