Categories
Reflexiones personales

La justicia

justiciaA menudo se argumenta que la justicia es igual para todos, que es imparcial, etc. y rápidamente alguien responde que ese es el ideal de justicia, pero que en realidad la justicia es ciega y todo ese tipo de cosas. Lo cierto es que, a la hora de la verdad, ninguna de esas posturas es correcta, porque la justicia ni es el ideal ni es ciega: al contrario, ve muy bien lo que tiene que ver.

Si la justicia encarcela tres años a alguien que ha robado pan y en cambio deja libre a un político corrupto es que está haciendo lo que tiene que hacer. ¿Por qué? ¡Eso es un sinsentido! La respuesta es sencilla: porque la justicia, como todo en la sociedad, es un constructo social. Más allá de la ideología que hay detrás, de las justificaciones y de los ideales, la justicia que tenemos es el producto de evoluciones, cambios, choques, conflictos e intereses y, como tal, está diseñada como un arma de control. Ya lo dice V cuando dice que la justicia se ha enamorado de la gente de uniforme.

La teoría es que la justicia emana del pueblo de un modo u otro (a través de las Cortes, en España) y que no reconoce diferencias entre unos ciudadanos y otros, todo el mundo tiene derecho a procedimientos justos y neutrales, etc. Sin embargo, la justicia es un complejo aparato político que ha sido construido por las instituciones de nuestra sociedad: las leyes que debe aplicar son decididas por el Congreso no en base a lo que sería bueno para la sociedad sino a los intereses que se encuentran sentados en el Hemiciclo; el cuerpo que la controla y los tribunales más importantes están compuestos por jueces escogidos por los políticos que se sientan en las dos cámaras de nuestro Parlamento, etc. De modo que no es sorprendente que la justicia sea ciega a lo que a ellos les convenga mientras investiga con eficacia aquello que ellos desean controlar.

justicia y corrupciónUsemos el ejemplo de la corrupción. Es obvio y muy visible que es algo en contra de lo cual está la mayor parte de la sociedad, que ha conseguido que delitos como el tráfico de influencias sean tipificados en el código penal, etc. En principio, es señal de que la justicia está vigilando esas cosas. Sin embargo, como vivimos en una partitocracia, si empezamos a mirar cómo están escritas esas cosas pronto vemos cómo no es tan cierto como debiese: primero, buena parte de los políticos importantes que podrían caer en la corrupción están protegidos por el aforamiento; además, siendo un delito difícil de probar, es en cambio de los primeros en prescribir y los tribunales encargados de investigarlo se encuentran escasos de financiación, personal y recursos para las complicadas y largas instrucciones que corresponden a estos casos. A efectos prácticos, con esas dos breves pinceladas ya se ve que, inevitablemente, por cómo está construido el sistema es muy fácil que la justicia sea incapaz de realmente juzgar y sentenciar a alguien por corrupción salvo que sea muy obvio o hayan caído pruebas especialmente claras… y, aún así, por cómo es el delito de corrupción, es muy fácil que se extienda la enfermedad política más habitual de todas, el síndrome de la ceguera selectiva o “yo no vi nada” unido al alzheimer selectivo de “no lo recuerdo”, de modo que acaban siendo juzgados unos pocos por un delito mucho más extendido.

Esto podría ser un ejemplo de cómo la justicia no funciona, pero es que es al contrario. La justicia está diseñada como un medio de control social, de modo que su foco de trabajo se encuentra en aquellos que el sistema considera peligrosos para el mismo: asesinos, criminales, etc. suponen un ejemplo claro, pero no solo ellos sino también los sectores críticos de la sociedad, los rebeldes, los que quieren cambiar el mundo, etc. Incluso en los casos más absurdos sale esto a relucir, como el hecho de que se condene a alguien a la carcel por un tweet mientras no se inicia siquiera un proceso judicial contra Fabra por insultar a todos los parados en el Congreso mismo, siendo grabada por las cámaras. ¿Por qué? Porque a un trozo importante de la élite política española, heredera de la España más rancia, le supone una amenaza todo lo relativo a la Segunda República y el franquismo mientras no le supone un problema que se insulte a la clase social que más problemas está pasando, total ese insulto viene en medio de una jornada que aprobó un recorte en las prestaciones a los parados, de modo que el insulto es lo de menos.

La justicia es, así, muy sabia a la hora de buscar “traidores” al sistema. Es una herramienta de control social que busca mantener el status quo independientemente de que este sea justo o no. Es una parte importante de los mecanismos de control social de cualquier país y, como corresponde, es una parte integral de todos los conflictos sociales, el de clase entre ellos.

justicia y policíaIncluso aunque pudiese declarar que no reconozco el sistema judicial, ni las sentencias de los tribunales… el resultado es que la justicia giraría en su posición y con ella toda la maquinaria del Estado vería avanzar sus engranajes para responder a la amenaza al sistema que ello supone. Rápidamente aparecerían los medios de represión: la policía que me detendría reconociese yo o no la orden judicial y me encarcelaría simplemente por la fuerza (no olvidemos que el monopolio de la fuerza legítima en un país es el poder principal el Estado), me pondrían una multa, etc. Pero no sólo la represión actuaría, sino que rápidamente otras piezas girarían, por ejemplo los medios de comunicación que rápidamente me tacharían de radical, de terrorista, de revolucionario o de cualquier otra cosa con tal de desprestigiar mi posición y decirle al resto de ciudadanos que soy un mal ejemplo y que, por mucho que pueda decir que no reconozco el poder judicial opresor al servicio de las élites, eso no es porque sea verdad sino porque yo soy alguien perjudicial para la sociedad que merece ser encerrado por cualquier razón.

Al Estado no le gusta la diversidad de opinión en aquellas cosas que defienden su integridad, ni los intereses de quienes lo controlan, de modo que no reconocer la justicia como justa no sirve más que para enfrentarte al sistema y que cambie las armas que va a usar para neutralizar la voz disidente. Así que, como una perla de una ostra recubre aquello que le podría hacer daño, el sistema responde a la amenaza de alguien que no reconoce como justo el sistema de justicia por medio de cualquier arma que encuentre a su disposición y que juzgue adecuada para neutralizar esa fuente de problemas.

Así que, aunque la justicia es un ideal precioso y a todos probablemente nos gustase vivir en un mundo justo, lo cierto es que es solo palabrería bonita para legitimar el sistema y no ha existido en realidad en ningún momento de la historia. Aunque se supone que codifica en su interior una serie de valores que la sociedad considera justos, lo cierto es que esta codificación se hace a través de las élites que escriben las leyes y condicionan el funcionamiento de las instituciones, de modo que a menudo acaba pesando más que la justicia elementos externos a la misma: ¿Quien ha cometido el delito? ¿Quien puede pagar a los abogados más caros? ¿Beneficia este delito a la élite o al Estado, o en cambio no lo hace? Así que, al final, no solo condicionan las leyes que se deben aplicar sino que, incluso llegado el caso de que los miembros de la élite sean juzgados, tienen infinidad de herramientas a su disposición (desde el dinero para pagar mejores abogados a los tiempos de prescripción de sus delitos) de cara a salir indemnes o, al menos, lo menos perjudicados posible cuando ya es demasiado flagrante que no se pueden proteger sin causar un escándalo aún mayor. Ahí tenemos a Urdangarín, con una sentencia irrisoria que incluso le sale a devolver (y no hablemos ya de la Infanta…), o a Rajoy que los propios fiscales han solicitado que no testifique y han tenido que ser los jueces los que le obliguen a prestar declaración en el tema central de la corrupción durante años de todo su partido… mientras, en cambio, gente como Cassandra Vera cometen delitos infinitamente menos perjudiciales (¡un tweet con una broma sobre Carrero Blanco!) y reciben en cambio sentencias desproporcionadas. Claramente, el honor de ciertos muertos (porque los que están en la cuneta fusilados por los franquistas no tienen el mismo derecho al honor, aparentemente) vale más que el futuro de ciertos vivos.

justicia y dineroAsí pues, la justicia es un organismo enormemente eficaz para lo que es: un mecanismo de dominación, un arma de guerra en la lucha sin cuartel entre las clases dominantes y las clases dominadas. Toda ley, toda sentencia, todo arbitraje no es justo en si mismo, sino que sólo son la siguiente batalla y choque en torno a quienes tienen qué derechos, quienes tienen qué poder o capacidades, qué recursos, etc. No son actos de justicia, son actos de guerra entre el presente (el sistema) y el futuro (el cambio) y la única forma de tratar de reconstruir un sistema judicial más justo pasa por el conflicto y la reforma del sistema social en su conjunto.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas sobre el sistema judicial como arma?

2 replies on “La justicia”

Leave a Reply to Costan SequeirosCancel reply

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.