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La Crisis de la Corona

La figura de la Corona es, cuando menos, la de una institución controvertida en el marco de un país del siglo XXI. Sin embargo, en gran parte por la actitud de los miembros de la misma y la acción política de Juan Carlos I en la Transición y durante el golpe de Tejero (dejando de lado teorías de la conspiración) había conseguido darle la estabilidad a la institución que esta necesita para que tuviese una aceptación inmensa en la sociedad española. Pero, ¿qué pasó entonces para que hoy el Rey haya abdicado en su hijo?

Pasó lo que se veía venir desde hace tiempo, la institución está cada vez más deteriorada ante los ojos de los ciudadanos. La valoración de la Casa Real lleva años cayendo en las opiniones de los españoles y esta es la conclusión inevitable de ese proceso. Era eso o, probablemente, una República al ser cada vez más difícil que Juan Carlos I lograse ceder la corona con éxito a su hijo Felipe.

¿Cuándo comenzó todo esto? Lo cierto es que es un proceso más o menos reciente y con un origen más o menos claro: Iñaki Urdangarín. Un amigo dijo de broma una vez que el Duque de Palma era el mayor republicano de la historia, porque nadie había conseguido hacerle tanto daño a la Corona, y no le faltaba razón precisamente. La sucesión de imágenes de él en los tribunales y después la Infanta, la sospechosa actitud de la Casa Real con respecto al yerno del Rey que nunca ha quedado del todo claro… todo ello se fue sumando de modo que la imagen de la institución fue rápidamente erosionada a los ojos de los españoles. Su legitimidad se dañaba a pasos agigantados y acelerados.

La crisis se vio agravada por unos cuantos errores del propio Rey (como la caza de elefantes), pero sobretodo por su salud. Así, la sucesión de visitas al hospital y recuperaciones ha sido el motivo que ha apartado al Rey de la actividad habitual, dejando su hueco para que lo fuese ocupando cada vez más su hijo. A medida que desaparecía de la imagen pública como alguien eficiente y que cumplía su labor, cada vez era menos capaz de luchar contra la erosión de su imagen pública.

Así, las encuestas han mostrado desde hace un par de años cómo la valoración del Rey ha ido bajando y sólo se ha recuperado brevemente en los interludios de apresurada acción exterior destinada a recuperar su imagen. Pero probablemente, alguien de su edad no pueda mantener ese ritmo indefinidamente, y la erosión continúa avanzando paso a paso.

Es importante señalar que, aunque la imagen de la Casa Real baja ligeramente en todas las valoraciones, la que más lo hace es la del Rey. Por su parte, tanto la imagen de la Reina como la del Príncipe han estado desde hace tiempo mucho mejor valoradas que las del Rey, lo cual nos lleva al punto clave: la sucesión.

Aún estamos en la resaca de las Elecciones Europeas que han mandado un mensaje muy claro: España, como gran parte de Europa, quiere cambio. Y los partidos que más han crecido son aquellos que, en su mayoría, se encuentran a la izquierda del espectro (Podemos e Izquierda Unida en especial), los cuales se encuentran ideológicamente más cercanos a la idea de una república.

Por tanto, juntamos los tres procesos, presuponiendo que todos sigan en la misma línea (y nada hace presagiar lo contrario, ni la salud del Rey probablemente mejore enormemente, ni la imagen de la Corona, ni parece que los partidos en crecimiento vayan a debilitarse visto lo inútil de las alternativas): deslegitimación de la institución + incapacidad para enfrentarse a esa deslegitimación + crecimiento de la ideología más afín a la república. El cóctel resulta claro.

Ante esta situación, el Rey optó por la mejor opción estratégica, y es que nadie puede rechazar que Juan Carlos I es un gran político, como ha demostrado a lo largo de su carrera. Si se aferraba al trono, corría el riesgo de que la sucesión se tuviese que dar en una situación de aún mayor deslegitimación de la Corona y mayor fuerza de la ideología republicana; de hecho, bastante lleva agarrado al trono, tratando de revertir el proceso. Si, en cambio, abdica ahora, cabe la posibilidad fuerte de que el proceso se siga por completo y la posición de la familia permanezca: las nuevas fuerzas de la izquierda aún están organizándose tras su victoria apabullante mientras que la imagen del Príncipe no está ni de lejos tan deslegitimada como la del propio Rey.

La opción inteligente ha sido abdicar ahora mismo, pero quizás haya sido ya algo tarde. En plena marea de cambio, el mismo día de la abdicación, y sin convocatoria anticipada porque nadie sabía lo que venía, las ciudades de España han visto sus calles llenas de gente manifestándose por la República. Esto no sólo ha demostrado que el movimiento republicano está más fuerte que nunca y que su capacidad de convocatoria es enorme, sino que además sirve de toque de atención sobre todo el sistema político acerca de lo que implica la deslegitimación del mismo.

Las fuerzas que exigen cambio lo exigen cada vez de modo más claro e impaciente. De las denuncias genéricas y amplias del 15-M hemos visto al movimiento madurar hacia unas demandas más claras y organizadas en distintos colectivos (como la PAH) y cristalizarse el mes pasado en las urnas. Estas fuerzas exigen un cambio, pero en este momento están justo en un impasse, la pregunta es, ¿podrá el inminente Felipe VI aprovechar este momento y su buena imagen pública para consolidarse en el trono? Y, en caso de que no logre la legitimidad para mantenerse, ¿qué hará el Gobierno?

Porque un punto importante es que, para cambiar o eliminar la Corona hace falta reformar la Constitución. Pero una vez abierta la reforma de uno de los artículos fundamentales de la misma, las fuerzas de cambio no van a verse saciadas sin cambios serios en el sistema electoral, en el sistema de partidos, etc. Por tanto, Rajoy puede creer que abrir este cajón sea demasiado peligroso para él y para su posición y puede bloquearlo o ignorarlo (al fin y al cabo, hacer oídos sordos con el pueblo se le da bien).

Esta situación amplia el margen de tiempo que el Príncipe tiene para consolidar su posición pero, ¿y si su legitimidad no mejora? ¿Rajoy abrirá la caja de los truenos en una situación más complicada y extrema para su posición? Pero, la alternativa, ¿puede funcionar el sistema cuando una de sus instituciones centrales, la Corona que es la jefatura del Estado, está completamente deslegitimada ante la ciudadanía que continuaría reclamando con mayor énfasis su desaparición? ¿Y cómo combinará esto cuando una de las instituciones más representativas de la unidad del Estado tenga que enfrentarse al creciente reto del nacionalismo?

En esa es en la situación en la que nos encontramos. El futuro en este momento es demasiado incierto y depende de las acciones de mucha gente: el Rey, el futuro Rey, Rajoy, la sociedad civil, los partidos políticos… Todo esto puede combinarse de muchas maneras, pero lo que está claro es que, tras el grito del 25 de Mayo, esta bien puede ser la siguiente gran batalla del cambio y modernización de España. Quizás no estemos ante una guerra de sucesión como las Carlistas o la de Juego de Tronos, pero lo que está claro es que esta es igual de trascendental.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué crees que pasará?

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