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Sociología

La diferencia entre Estado y Nación

Conjunto de banderas de las distintas Comunidades Autónomas, muy asociadas a sus correspondientes naciones, y la del Estado español.
Parece que en estos tiempos se ha olvidado la importante diferencia entre Estado y nación

Ayer finalmente vi el debate a 5 de la TVE y, como me temía, vergüenza ajena. Nuestros políticos no conocen, en su mayoría, la terminología más básica de política, así que es hora de explicársela (aunque obviamente no van a leer esto). ¿Cuál es, pues, la diferencia entre Estado y nación? Palabras que, sin duda, les llenan la boca entera y que en realidad no saben usar.

Empecemos por la más fácil: Estado. Un Estado es el conjunto de instituciones, símbolos y demás que corresponden al gobierno de un territorio a partir de más o menos el siglo XVI. Tiene más características, pero la base es esa: es el gobierno de un territorio. Por tanto, en un espacio específico del mapa solo puede haber un único Estado. Y eso es clave, porque es una articulación territorial, basada en una serie de instituciones en el interior de unas fronteras. Y con una población que vive dentro de ese territorio.

Eso si, un Estado puede tener múltiples niveles: nivel local, regional, estatal y, en algunos casos, supraestatal. Como es el caso del Estado español. Y puede tener múltiples símbolos asociados a esos múltiples niveles. Pero siguen existiendo una serie de instituciones comunes, principalmente el Gobierno en sus múltiples formas, que organizan políticamente ese territorio.

Ahora vamos con nación. La nación es un constructo identitario que se basa en la etnia. Lo que es lo mismo que decir que nación es una construcción de nuestros sentimientos: nos sentimos miembros de una nación. Como un Estado, se organiza normalmente en un territorio y con una demografía concreta, pero lo que importa es que es individual, no tiene por qué tener instituciones y va con nosotros allá donde vayamos. Esté donde esté, yo me siento gallego, español y principalmente europeo, por mucho que mi DNI diga que soy español.

Al ser una adscripción identitaria, la nación se activa como el resto de roles de una persona: se puede ser gallego, profesor, estudiante, español, padre, etc. porque la adscripción de los roles y la identidad se activan según en qué entorno nos encontremos. Goffman lo explica muy bien. Uno de los elementos más habituales de una nación es tener una lengua propia, aunque no es necesariamente el caso con todas las naciones.

Por tanto, si en una misma persona pueden convivir muchas adscripciones identitarias, es bastante obvio que en un Estado pueden convivir muchas adscripciones nacionales. Y de hecho, es el caso probablemente en la mayoría de países del mundo: Reino Unido, Suiza, Bélgica… basta con decirle a un escocés que es inglés para que rápidamente te corrija, pero (de momento) con británico aún no te corrige (Reino Unido es el Estado, Inglaterra y Escocia naciones).

Foto de la península desde satélite, donde es imposible ver ni Estado ni naciones, que son ambos constructos sociales
Foto de la península desde satélite, donde es imposible ver ni Estado ni naciones, que son ambos constructos sociales

Además, no toda nación tiene la intención de constituirse como Estado. Es cierto que hay Estados que buscan ser uninacionales, como Francia, y a partir del XVIII se habló del constructo del Estado-nación, lo cual ha llevado a muchos errores (como que la ONU se llame Naciones Unidas, cuando está formada por Estados). Pero era una aspiración política: la aspiración a que cada Estado estuviese conformado por ciudadanos que solo tuviesen la adscripción nacional a ese Estado. Y es una construcción que probablemente nunca vaya a existir, con todas las migraciones, movimientos poblacionales, divergencias y demás que tanta riqueza cultural nos dan a todos, las naciones no van a desaparecer en el futuro cercano, ni a medio plazo ni probablemente a largo.

También es cierto que no toda nación tiene intenciones de transformarse en un Estado. Hay muchas naciones que están cómodas en el terreno de lo cultural e identitario, que no tienen esa pretensión de convertirse en administraciones e instituciones políticas. La mayoría de los gallegos que conozco, por ejemplo, incluso los nacionalistas, no tienen intención de que haya un Estado gallego, solo quieren defender las particularidades que tenemos aquellos que nos sentimos gallegos en tanto que tales. Obviamente, no es el caso en todas partes, y entonces al nacionalismo unimos el término independentismo, porque se quieren independizar del país del que forman parte: es lo que ocurre con ciertos sectores del nacionalismo vasco, y con ciertos sectores del nacionalismo catalán. Dudo que sea el caso de muchos de los nacionalistas navarros o andaluces, los cuales no suelen reclamar la independencia.

Siendo una adscripción individual, la nación juega en el territorio de los sentimientos, de la identidad. Y sus conflictos son en ese terreno. Si queremos cambiar la forma en que funcionan las naciones, hay que cambiar la identidad de quienes las forman, lo cual entra no en el terreno de las instituciones políticas, sino en el terreno de los conflictos culturales. Lo cual, por tanto, requiere diálogo, campañas publicitarias, negociación, etc.

El problema que encontramos con el nacionalismo en España, y seguro que en más zonas ocurre lo mismo, no es que haya unos cuantos independentistas. El problema es que se construye desde el centro. Cuando se dice que el Estado español tiene capital en Madrid, no se quiere decir solo que el centro administrativo del Estado está en Madrid. Cuando se quiere construir la identidad española, lo normal y habitual (desgraciadamente) es que se construya a través de una serie de conceptos mal entendidos herederos del franquismo: una grande y libre. En especial la parte de “una”, se entiende que el nacionalismo español es el que se centra en las instituciones españolas, la bandera española, el sentimiento de patria (patria normalmente es el nacionalismo del Estado).

Y, sin embargo, un verdadero españolista lo primero que hace es entender que España, como la mayoría de países, es un Estado plurinacional. Y eso no es una amenaza al Estado, sino una riqueza de nuestra sociedad civil. Hablar más idiomas, tener más trajes regionales, tener gastronomías diferentes y sentir distinto no nos hace más pobres, más rebeldes, más enemigos del Estado… al contrario, nos hace a todos más ricos, más diversos y, con suerte, más tolerantes. Porque cuando se entiende y acepta que un país puede ser plurinacional, se puede entender que otra gente llegue al mismo país con sus propias nacionalidades y costumbres y que eso no amenaza nuestra convivencia, sino que la enriquece.

Por todo esto, es que el 155 fue un error. El 155 es una medida legal contra una serie de actores e instituciones políticas regionales. Como tal, puede haber sido eficaz para que, en aquel momento, no se diese un paso adelante en la constitución de un Estado catalán. Pero, perteneciendo al universo de la política, no trabaja sobre la identidad. De modo que se han construido numerosos relatos en torno a ese evento, lejos del control estatal, que han dado más fuerzas al nacionalismo independentista. Porque el Estado no está trabajando en cambiar la forma en que entendemos las nacionalidades españolas, solo está aplicando el rodillo legal para acallarlas… y así, me temo que no vamos a ninguna parte. Cuando dejamos de escucharnos unos a otros, solo queda gritar más alto, que es lo que está pasando.

Y hasta aquí, la lección de ciencia política básica para unos políticos que no van a leerla.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de la diferencia entre Estado y nación?

4 replies on “La diferencia entre Estado y Nación”

El concepto de nación que se maneja en este artículo es el de nación étnica. Ese concepto no es político, sino cultural, folclórico, tradicional. La nación política es otra cosa, no requiere de la adscripción identitaria del individuo para ser operativa ni deriva necesariamente del concepto de nación étnica. Diferenciar ambos conceptos, el político y el étnico, es fundamental para entender de qué estamos hablando. Hay otras acepciones de nación que también suelen encontrarse confundidas con el concepto de nación política cuando se habla de este tema, complicando aún más cualquier clarificación del asunto. En este artículo no se mencionan, luego las dejaré al margen. Lo fundamental, en este caso, es diferenciar el concepto no político de nación del concepto político de nación, que no es étnico ni identitario, aunque haya naciones políticas constituidas sobre una única nación étnica.

La cuestión es que, si reivindicas el concepto de nación política asociada a las instituciones de la misma, lo que haces es enfangar la diferencia entre Estado y Nación. Acaban siendo la misma cosa, cuando no necesariamente lo son. Si lo que identifica a una Nación son unas instituciones, un gobierno, etc. es simplemente un aparato político en un territorio con una población determinada, es un Estado (en los tiempos modernos, un Reino o similares en tiempos anteriores).
Para que el concepto de nación tenga valor depende de que se adscriba a un fenómeno diferente. Y ese es la adscripción por valores: sea el elemento folclórico, el idioma, la bandera o cualquier otro elemento identitario. “Me siento gallego” (por ejemplo) frente a “tengo un DNI que dice que soy gallego”. Con esta diferenciación, ambos términos tienen valor en si mismos, mientras que de la otra manera, si la nación es también política, acaban siendo lo mismo.
Esta diferenciación además permite un doble fenómeno: entender la existencia de nacionalismos no independentistas que buscan reivindicar los elementos culturales sin desear cambiar las instituciones de gobierno (el gallego por ejemplo) y la existencia de un nacionalismo de Estado, comúnmente llamado patriotismo, que reivindique la identidad asociada al Estado mismo (el nacionalismo/patriotismo español, por seguir con el ejemplo correspondiente). Ambas nociones se pierden en el “nacionalismo político” o, lo que es lo mismo, si Estado y Nación son lo mismo.
Y en cuanto a las otras acepciones de Nación, soy consciente de ellas y me ha tocado estudiarlas, pero son concepciones minoritarias y poco usadas que no vale la pena emplear en un post de divulgación en un blog.

Yo no he reivindicado nada. Tampoco me he referido en ningún momento a las instituciones ni a las ideologías. En cuanto a que lo que hago es enfangar, prefiero no responderle. Gracias por su respuesta.

Estás haciéndo de mi mensaje una cuestión personal cuando no lo es. Lo que académicamente se entiende por nacionalismo político es el relativo a las instituciones en vez de a los sentimientos. Si tu manejas otro concepto que no es el académico, ruego que lo expliques porque sino no entiendo lo que has querido decir en tu texto.

Entonces, si tu comentario meramente es una señalización de que se está usando el concepto de nación étnica, entonces te había entendido mal pues entendí que estabas defendiendo la posición de que había otras formas de nacionalismo que serían más adecuadas para analizar el fenómeno y que el artículo no cubría. Si en cambio estabas en esta segunda posición, entonces lo único que dije en el fondo es que la noción de nacionalismo político enfanga el debate en el sentido de que hace difícil entender la diferencia entre la noción de nación y la de Estado. No era una valoración moral de quien habla, sino que asumí que se trataba de una posición en un debate y procedí a argumentar contra la posición y por qué no la consideraba relevante en esta cuestión.

Si no había intención de debatir la cuestión, entonces como dije te malentendí. Si tu intención era debatir entonces no has respondido a los argumentos presentados. Pero en cualquier caso, no era una cuestión de quien lo dice y cómo eres, como comprenderás ni te conozco ni puedo opinar lo más mínimo sobre tus valores y forma de ser, era un mero argumento sobre tus palabras y lo que entendí que era un debate.

Espero haber aclarado la cuestión con esto y, si te he ofendido o molestado, lo lamento infinito porque no era para nada mi intención.

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