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La Fuerza de Alemania es la Debilidad de Europa

En principio, esto puede parecer una falacia lógica, y hasta cierto punto lo es. Al fin y al cabo, cuando cualquiera de los elementos que forman un grupo se vuelve más fuerte, el poder del conjunto crece como tal. Lo hemos visto al ver cómo la mejora económica alemana ha abierto la posibilidad de que ellos importen productos del resto de la Unión, o que su dinero pueda cubrir deudas y problemas por todo el continente… y, sin embargo, esto último es buen ejemplo de cómo tampoco es tanta falacia como parece.

La clave del asunto radica en la palabra central: conjunto. Ya hemos visto como, ante la amenaza de la invasión británica, las trece colonias americanas se unieron y dieron pie al conjunto que hoy en día llamamos Estados Unidos. Sin embargo, eso no se produce en el caso europeo, donde el “enemigo” que une a los países del continente no es un enemigo exterior sino uno interior: el espectro de la terrible destrucción mutua desencadenada durante la Segunda Guerra Mundial. Y, a medida que el tiempo pasa desde esa guerra, ese fantasma languidece y se debilita, porque cada vez menos gente queda que haya vivido aquellos terribles años.

Ante la desaparición de la fuerza inicial de cohesión europea, el método Monnet ha seguido funcionando, ya que cada vez más cosas se ponen en común y esto fuerza a poner más en el conjunto. Sin embargo, es un impulso mecánico, que no conecta con la voluntad de los políticos, ni con los sueños del pueblo; y este pueblo, cada vez más, se aleja de la idea de Europa al ver que de ella sólo vienen calamidades (es un caso típico y muy estudiado cómo los políticos nacionales siempre se asocian los beneficios que llegan de Europa a su gestión, y las cosas malas siempre las achacan a la Unión).

El resultado que estamos viendo, particularmente claro en estas elecciones europeas que vienen, es que crece la abstención así como los partidos extremistas con discursos que refuerzan el debilitamiento de las instituciones comunes. ¿Y cómo encaja Alemania en todo esto?

La respuesta es sencilla: en buena parte, Alemania ha sido la impulsora de este giro durante el gobierno de la Canciller Angela Merkel. A diferencia de otros cancilleres alemanes, como Schroeder o Adenauer, Merkel no siente la importancia de integrar a Alemania en la Unión igual que otros lo hicieron. Al contrario, pese a su falta de voluntad de liderar a la Unión, Merkel está mucho más centrada en la política nacional germana y en lo que a ella beneficia. El resultado es sencillo: la Unión crecientemente se paraliza ante el creciente poder de los Estados que la forman y, en especial, de Alemania.

Cada vez más, así, se alzan las voces que reclaman la re-nacionalización de políticas comunes (particularmente en Inglaterra), o la renegociación de tratados largamente establecidos (como los debates en torno a Schengen). Los países quieren así que la Unión quede cada vez más debilitada y negociar directamente entre ellos lo que les interese. Por ello, han ido escogiendo Presidentes de la Comisión Europea débiles, incapaces de oponerse a sus voluntades nacionales, como el actual Durão Barroso, que sólo ha ladrado ocasionalmente demostrando que “perro ladrador es poco mordedor”. Y ni siquiera ha sido demasiado ladrador.

Alemania ha aprovechado su crecimiento en poder y la nacionalización de las políticas europeas para colocar el Consejo Europeo en el centro del entramado institucional común, y a ella misma en el centro del Consejo Europeo. Incluso el tradicional eje franco-alemán que ha construido gran parte de la Unión hasta ahora ha ido desapareciendo, inclinándose cada vez más hacia los germanos. Y la debilidad del sur de Europa en la actual crisis y su necesidad de los fondos alemanes no ha hecho más que potenciar esto, dando a Merkel un control de una política económica que siempre debería haber sido común.

Y, mientras tanto, la Unión Económica y Bancaria sigue avanzando a paso de tortuga, paralizada en gran medida por una Alemania que ya no siente el peso de la crisis económica en la nuca europea y que se siente cada vez más cómoda con la posición central que ocupa.

Es por todo esto que el crecimiento en poder y capacidad de Alemania no está redundando, como debería, en un crecimiento del conjunto, sino en una desaparición del mismo. Europa ha estado en crisis muchas veces antes, como durante el tiempo de la Silla Vacía, y siempre se ha recuperado porque inevitablemente los tiempos empujan hacia la necesidad de unión. Por tanto, siendo optimista como soy, creo que esto es una fase que eventualmente quedará atrás… sin embargo, nadie nos devolverá los años perdidos y los daños a las instituciones comunes.

Costán Sequeiros Bruna

PD: este post fue publicado originalmente en ssociologos.com como parte de la colaboración que llevo adelante con ellos.

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