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Reflexiones personales

La Reforma del Consejo de Seguridad

El Consejo de Seguridad es el órgano más importante de la ONU, y fue creado junto con la misma al final de la Segunda Guerra Mundial. En estos sesenta y cinco años transcurridos desde entonces, sin embargo, ha demostrado que lentamente se ajusta cada vez menos a la realidad del mundo sobre el que tanto poder tiene. Es por ello que siempre está sobre la mesa una reforma del mismo órgano, pero esta parece siempre casi imposible de alcanzar por los cambios de poder que dichas reformas implicarían. En general, sin embargo, se plantea la reforma en dos ámbitos específicos, como clave para devolverle parte de su legitimidad perdida al Consejo.

Primero, está sobre la mesa el aumento de los miembros del Consejo de Seguridad. Hay numerosas propuestas para elevar el número de miembros no permanentes escogidos por la Asamblea General, y sobre esto es algo sobre lo que existe un cierto consenso. Sin embargo, también hay numerosas propuestas con diferentes distribuciones para añadir algunos países permanentemente a dicho Consejo (aunque sin derecho de veto); si bien hay pocas luchas con respecto a que Japón y Alemania entren, existen numerosas disputas sobre los que entrarían para representar a los otros continentes, y la incapacidad de gestionar esa elección hace que sea prácticamente imposible alcanzar la elevada cantidad de votos que requiere una modificación de la Carta de las Naciones Unidas, requisito indispensable para poder cambiar la composición del Consejo de Seguridad.

Además, el aumento de miembros dentro del Consejo, pese a ser algo deseable en general, incluye también el problema de que cuantas más voces haya en dicho Consejo más difícil es alcanzar acuerdos, y más lentos son los procesos. Por ello, aunque existe el consenso acerca de que sería necesario aumentar el número de miembros, no existe un claro consenso acerca de cuántos más serían necesarios, con propuestas que van desde unos pocos a algo más de una decena de sillas adicionales.

La segunda dirección del pretendido cambio en el Consejo de Seguridad estaría orientada a limitar el derecho de veto que pueden ejercer los cinco miembros permanentes (Rusia, Estados Unidos, Reino Unido, Francia y China). En este sentido, se podría pensar que la solución estribaría en que rechazasen esos países el derecho de veto, pero parece que ninguno de ellos está dispuesto a ello.

Así que parece que el avance en este sentido se basará más en un cambio de fondo sobre cómo se perciben las votaciones en el interior del Consejo. Y es que existen dos métodos: para cosas consideradas como menos importantes o procedimentales, el Consejo debe votar con nueve votos a favor (de los quince); por otro lado, para las cosas consideradas de profundidad, el Consejo tiene que votar con esos nueve votos a favor, pero que deben incluir entre los mismos los de los cinco miembros pemanentes (dándoles así derecho de veto si votan en contra, pero no en caso de que se abstengan). Así, una reforma quizás más sencilla de aplicar sería el considerar cada vez más asuntos como procedimentales, y reducir la cantidad de los que se tramitan como “de fondo”, limitando así la cantidad de veces que se puede hacer uso del derecho a veto.

Sin embargo, ningún país parece demasiado capaz de conseguir que esto se lleve adelante, y los escollos son numerosos. Estos problemas, que han detenido la puesta al día del Consejo de Seguridad (cuya única reforma en todos estos años fue un incremento en el número de asientos no permanentes, ya realizada hace muchos años), han hecho que este cada vez se corresponda menos con la distribución real de poder en el mundo, y que su funcionamiento se vea dificultado enormemente. El derecho de veto es especialmente claro en este sentido, ya que durante la Guerra Fría por ejemplo, el propio Consejo estuvo prácticamente paralizado debido a que lo que Estados Unidos votaba a favor, la Unión Soviética lo vetaba, y a la inversa. Y esto es algo que bien podría volver a ocurrir.

Es por ello que cada vez es más necesario que se ponga a día el Consejo, so riesgo de que cada vez sea visto como algo más anacrónico e incapaz de llevar adelante su misión con éxito. Y, de ocurrir esto, el conjunto completo de la ONU estaría en entredicho, y su función quizás debiese pasar a manos de una nueva organización que sí fuese capaz de adaptarse a los tiempos modernos, igual que la Sociedad de Naciones dejó su sitio para la aparición de la ONU.

Costán Sequeiros Bruna

Este es el comentario del antiguo blog:

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