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La Unidad

La Unidad aborda mucha de las complejidades de un fenómeno como el terrorismo.
La Unidad aborda mucha de las complejidades de un fenómeno como el terrorismo.

Las series españolas han ido ganando calidad en todos los sentidos con el paso de los años. La Unidad se une a esta colección de series recomendables no solo por su buena factura sino porque nos invitan a reflexionar sobre temas relevantes del mundo en el que vivimos. En este caso, lo hace narrando una historia ficticia sobre la unidad de contraterrorismo de la policía española, que es una unidad muy real y con bastante buena reputación (no en vano España tiene una larga, aunque trágica, historia de lucha contra el terrorismo).

Como entretenimiento, sin duda La Unidad es recomendable. Hace un muy buen trabajo de recrear el aspecto de la profesión y darle a la vez un cierto toque humano detrás, sostenido sobre unas interpretaciones sólidas y una buena dirección. Quizás el constante uso de un filtro algo apagado la hace algo cansina a nivel estético, pero nada grave en una serie que en general resulta bastante redonda.

Pero lo más interesante es desde la perspectiva social. Primero, la cuestión de la escala. El terrorismo se ha vuelto un riesgo global, del mismo modo que el cambio climático o la pandemia actual, y eso es algo que retrata muy bien la serie. Porque el mundo ha pasado de un entorno como el de ETA, donde la importancia de la frontera era para saltarlas y estar a salvo de la persecución, a un entorno donde las redes terroristas son globales y articulan intereses y grupos muy diversos en muchos sitios.

Y eso es algo que queda muy claro desde el comienzo de la Unidad, con una operación en colaboración con la policía francesa y la marroquí, y que luego a lo largo de la serie se va ampliando a medida que la escala crece. Esas complejidad de estructuras dispares es una de las piezas claves del terrorismo, donde pequeñas células extremistas en las calles francesas pueden estar mobilizadas y animadas por vídeos hechos desde Siria por soldados cuyas esposas son captadas y movidas por redes que las sacan de España. Y eso es solo una de las muchas facetas que se ven en la serie, de cómo el problema es global y afecta mucho más allá de las fronteras de un Estado concreto, como tradicionalmente ocurría en casos como ETA o el IRA.

Y en relación con la escala, está también la naturaleza multifacetada del mismo. El terrorismo islámico (en este caso) no tiene una única dimensión, sino muchas diferentes. Desde el fanático dispuesto a ver a su compañero morir con un chaleco explosivo al que solo está en esto por dinero y para vivir bien.

La Unidad retrata el problema del terrorismo desde múltiples ángulos, mostrando con ello su complejidad.
La Unidad retrata el problema del terrorismo desde múltiples ángulos, mostrando con ello su complejidad.

Y no solo tiene dimensiones distintas en lo personal, sino también en lo estructural. Así, la Unidad muesta cómo el terrorismo viene unido a otros muchos elementos del mundo criminal, como el tráfico de drogas, las guerrillas insurgentes, la trata de mujeres… y eso porque no incluyen elementos como la entrada en gobiernos de Estados frágiles o fallidos, o el descenso a la guerra civil de algunas regiones de Oriente Medio y el consiguiente impacto político.

Quizás se ve poco en la serie, pero se dejan caer algunas piezas también muy relevantes, como el aspecto de la comunicación. El terrorismo islámico no vive en el siglo XVII, al contrario, sabe usar muy bien las tecnologías modernas. Desde chats en la deep web a videos accesibles de modo más fácil para difundir el mensaje, a redes de captación de menores en redes sociales. Y, al mismo tiempo, manteniendo activas las viejas redes en torno a ciertas mezquitas o basadas en lazos familiares o de confianza anteriores.

Y, junto a esto, el papel del terror. El terrorismo no busca una victoria por aniquilar al enemigo, sino por sembrar el terror y quitarle la voluntad de luchar. Y las víctimas de ese terror, como muestra La Unidad, no son solo los civiles y enemigos, sino que a menudo son sus propias comunidades las que más sufren ese miedo y esa presión. El terrorismo, como ocurría en el caso de ETA, se nutre de una población entre la que desaparecer, una población dispuesta a ayudar bien por compartir la ideología o por miedo a las represalias. En el caso de ETA, mucho más localizado geográficamente, se nutría del apoyo de la kale borroka y otros conjuntos poblacionales similares con los que compartía valores, actitudes, idioma, etc.

El problema, en este sentido, del mundo musulmán es que es muy diverso, con muchas nacionalidades, culturas y formas de entender tanto el Corán como la identidad musulmana, a las cuales añadir las de los nacidos en occidente en segunda o tercera generación; en este entorno, es a menudo el miedo y el terror el que puedes usar para garantizar su colaboración, ya que no puedes confiar en los valores y lazos compartidos porque pueden fallar en el momento más inoportuno.

Quizás, en este sentido, hubiese estado bien que explorasen los condicionantes sociales y estructurales (como la pobreza, el racismo, la exclusión de otras vías de triunfo social…) a la hora de generar ese extremismo y ese radicalismo en ciertas poblaciones. Esperemos verlo en futuras temporadas.

Todo ello, y mucho más, se va filtrando a lo largo de los seis capítulos de La Unidad para dar pie a un retrato que, si bien puede no ser totalmente fidedigno de la actividad policial en este ámbito, si es lo suficientemente acertado como para poner sobre la mesa todos estos debates y cuestiones. Porque aunque con la pandemia estemos todos pendientes de los riesgos sanitarios y económicos fruto de la crisis subsiguiente, el terrorismo sigue siendo uno de los mayores riesgos globales y no se ha ido porque ahora se haya dejado de hablar de él.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de La Unidad y de la situación actual del terrorismo en el mundo?

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