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Reflexiones personales

La verdadera rebelión: la propia

rebelion 1Nacemos y el mundo se encarga de decirnos que somos especiales, que somos únicos, que somos distintos y estamos destinados a grandes cosas. Que vamos a ser estrellas del rock y que da igual que seamos el patito feo porque cuando lleguemos al baile de promoción podemos ser el rey o la reina del mismo. Que al final el amor triunfa, que da igual que seas pobre puedes alcanzar tus sueños, que Bill Gates empezó en un garaje. Y se olvidarán de decir que por cada Gates hay un millón de personas que fracasan, dos millones que lleva vidas normales, gente que no ha le ha robado los instrumentos musicales a Bob Marley para poder crear los Sex Pistols.

Entender eso es lo que cínicamente han llamado “madurar”: el proceso por el cual el mundo entero aniquila los sueños imposibles que te ha creado y te enseña que en realidad eres pequeño, no eres nadie, no puedes cambiar nada, solo eres un número más en una larga cadena, una avispa en la colmena, etc. Que aceptes trabajar un montón de horas sin una remuneración digna, que no busques nuevos derechos y aceptes que está bien mantener los que tienes (incluso, ya puesto, ¡da gracias por ellos!), que las élites nos explotan pero es mejor que la alternativa de vivir en sitios como Venezuela o Siria. Que, en el fondo, vivimos en el mejor mundo posible y no es malo ser solo another brick on the wall, como diría Pink Floyd.

Sin embargo, hay unos cuantos que cuando les dicen que solo son otro ladrillo deciden iniciar su peculiar rebelión y proceder a decirle al mundo que ellos no son pequeños sino que son grandes y están dispuestos a caminar por donde desean. El mundo, sin embargo, no se sorprende, y sabe de sobra cómo son esa gente. Así que pone en juego todo el poder de la doblegación: si haces eso serás alguien raro e indeseable, un outsider, tendrás sanciones económicas, perderás el trabajo, no encontrarás nadie que te quiera, irás a la cárcel… en resumen, vas a pagar un precio demasiado alto y solo se vive una vez, ¿de verdad quieres vivir esa vida?

Así que nos hundimos ante el peso y aceptamos que no podemos luchar por una mejora salarial porque es mejor un mal sueldo que el paro, que no podemos luchar por tener los mismos derechos que un hombre siendo mujer porque sería peor tener que llevar burka, que no debemos alzar la voz contra los profesores con malas prácticas porque perderemos el apoyo de nuestro departamento, que no debemos cambiar las formas establecidas de relacionarnos porque solo recibiremos malas palabras o condescendencia, etc. Agachamos la cabeza y aceptamos que el precio y el miedo nos guíen.

rebelion 2Pero Gandhi dijo una vez que “seamos el cambio que queremos”, y el Corán dice que se pasa de la Yihad menor (la guerra santa) a la mayor (la guerra interna). Y eso son dos verdades como dos templos. Porque las cadenas, los precios y los miedos que nos llevan a aceptar que somos pequeños no son neutrales, no son naturales, no son casuales. Para que unos pocos puedan controlar a muchos hace falta que aceptemos esas cadenas en nuestro interior porque no hay fuerza alguna que pueda mantenerlas: así que se crean vínculos de dependencia sociales sobre lazos económicos, legales, policiales, normativos, afectivos… Todo el abanico de relaciones entre las personas, con las instituciones, etc. se terjiversan y se construyen de modo que reproduzcan el mensaje de que somos pequeños pero que eso es bueno, que no lo cuestionemos, que no dudemos, que solo inclinemos la cabeza y nos irá bien.

La verdadera valentía no estriba en cazar dragones: todo el mundo sabe que son malos y que deben ser derrotados para proteger a los aldeanos. La valentía depende de la rebelión de verdad, de dar un paso adelante y decir “adelante, échame encima todo lo que tienes sociedad, que aún así voy a hacer lo que creo que es correcto”. Cuando vemos los defectos que han programado dentro de nosotros y los desafiamos, triunfemos o fracasemos, demostramos nuestra valentía porque son cadenas hechas para resistir. Pero, a base de tirar contra ellas, unos junto a los otros, se pueden resquebrajar y eventualmente romper.

Al fin y al cabo, ¿qué es la revolución francesa sino la rebelión de aquellos que osaron mirar al Rey y decirle “échanos todo lo que tengas, que caes de todas formas”? ¿Y la primera manifestación obrera que decirle “aunque nos despidas seguiremos luchando por condiciones dignas de trabajo”? Al fin y al cabo, la rebelión empieza cuando cada uno de nosotros se sacude las cadenas que nos han adoctrinado para que aceptemos como inevitables.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de la rebelión?

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