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Reflexiones personales

Las Reglas de la Fantasía

A menudo se oye decir que en la fantasía, como en lo sueños, todo vale. Sin embargo, ni en uno ni en otro esta afirmación es cierta. Cuando tenemos un sueño completamente caótico, al despertarnos estamos confusos y no sabemos muy bien qué hemos soñado “hemos tenido un sueño raro; ha pasado esto, aquello, lo de más allá”. Sin embargo, no somos capaces de construir el sentido del sueño, el hilo que conecta los eventos. Es un caos. Con la fantasía (cine, libros, videojuegos, etc.) precisamente pasa lo mismo, y es necesario que use sus herramientas de modo inteligible para el que la lee/ve/etc.

La herramienta principal para eso son los símbolos. Toda historia está construida con una serie de símbolos reconocibles, enlazados en una serie de estructuras (el héroe, la damisela en apuros, el dragón…). Cómo se engarcen estos es lo que determinará qué marco de interpretación, que diría Lakoff, resulta adecuado para entender la historia, y qué saquemos de ella. Y el cómo se basa en dos reglas principales, que deben ser cumplidas para que la estructura funcione.

La primera de ellas es la de la credibilidad. Una historia debe ser creíble, dentro de su código. Esto se debe a que todo expectador está dispuesto a suspender su cinismo hasta cierto punto cuando observa una película, pero pasado este punto se retrae ante la “fantasmada”, o lo “ni de coña” que es una escena. Esto no implica que todo deba ser creíble en comparación con el mundo real, pero si debe ser creíble en su mundo: si la gente vuela despacio, que alguien rodee la tierra en un segundo no resulta creíble en su mundo.

La segunda regla va muy vinculada a la anterior, y es la consistencia, lo dicho debe encajar consigo mismo. Y debe ser consistente con los símbolos e historias centrales de la fantasía que estamos creando: si la gente vuela, esto debe notarse en la forma en que construyen sus ciudades e interactúan, y si es importante para la historia todo debe tener en cuenta que la gente vuela.

El discurso del relato fantástico debe encajar ambas dimensiones, poniendo los símbolos adecuados para que todo funcione. Vamos a usar el ejemplo de James Bond, por ejemplo. Uno de los elementos centrales de la fantasía de 007 es la elegancia y lo sexy: él es elegante y atractivo, ellas son diosas de la belleza. Es necesario para construir su fantasía, y todo lo refleja: las malas son atractivas pese a que sean malas, incluso las chicas que cumplen papeles secundarios lo son. Si quitas este elemento central de su fantasía, por ejemplo, tendríamos otras fantasías similares como pueda ser la saga de Jason Bourne: mantiene al protagonista heroico que salva al mundo, es un espía, etc. Los símbolos son similares, cambiando algunos de ellos para construir un relato similar pero distinto.

Pero incluso los actores son símbolos en si mismos, y escoger a los adecuados es importante. Ya usamos como ejemplo el atractivo de James Bond, un 007 feo no sería un buen James Bond. Pero cojamos ahora a Schwartzenegger, ¿podría ser James Bond? Innegablemente, la respuesta es que no, su propio físico y forma de comportarse ya está contando cierto tipo de historias. De hecho, ha habido casos en que esto mismo ha sido usado para contar historias que se rían de ese símbolo o que lo tergiversen, como ejemplifica perfectamente El Último Gran Héroe.

Volvamos entonces a James Bond. A menudo, es tildado como un personaje machista y misógino, y es innegable que lo es, pero cualquier otra forma de construir a James Bond no sería James Bond. De hecho, se nota mucho con el reboot de su saga, por ejemplo: es otra historia, otra fantasía, ya no es el héroe todopoderoso, seductor y carismático, ahora es más realista y gris. Él debe ser coherente y creíble con sus mitos (y hay buenos ejemplos del efecto que genera de rechazo cuando no lo es, por ejemplo al coger al vuelo el avión al comienzo de Goldeneye), porque esos mitos son los elementos centrales de su fantasía.

Las reglas de cada fantasía concreta son fruto de la sociedad en las que se crea, y encajan dentro de grandes metarrelatos comunes: los héroes, las damiselas en apuros, etc. Estos grandes metarrelatos, o grandes fantasías, encajan con la sociedad de la que nacen, y condicionan las posibles fantasías concretas en que se materializan. Una película romántica que ensalza la fantasía del amor perfecto incluye unos protagonistas mayoritariamente perfectos y atractivos, que pasarán algún apuro, y al final trinfará el amor, como en Tienes un Email; pueden hacerse variaciones, como una versión con protagonistas más jóvenes como la clásica romántica de adolescentes a lo Crepúsculo, o con protagonistas más aventureros como en Mr and Mrs Smith, pero el relato y la fantasía permanecen intactos en sus elementos centrales.

La pregunta central no es si James Bond es machista o no, sino si esa es la clase de relatos que queremos que cuente nuestra sociedad. Porque una película, de una manera u otra, es un abanico de roles deseables, de roles indeseables, de personajes a los que imitar u odiar. Es aquello que ocurre en el teatro del mundo, con lo que queremos soñar, y que inconscientemente nos construye.

De hecho, ya hay trabajos en este sentido. A menudo, en el cine independiente o menos comercial (de modo análogo a la contra cultura si la comparamos con la cultura dominante) encontramos películas y libros donde los roles se invierten, donde los estereotipos y las normas son otras, y los símbolos son otros. Pueden provocar confusión en el espectador/lector,

La pregunta no es si James Bond es machista (obviamente lo es, sino no sería James Bond) sino si es la clase de relatos que queremos contar. Porque estamos hablando de roles deseables (en roles hay un post en el blog, mencionar a Goffman y su teatralidad), personajes a imitar, cosas con las que soñar. Y esto es lo que la gente, en el día, puede desear ser, intenta ser, trabaja para ser. Experimentos en esto tenemos, como el cine independiente que rompe los estereotipos y trata de construir nuevas fantasías. Aunque también eso puede hacerlo difícil de entender, al no entenderse fácilmente el código y los símbolos con el que está escrito y sus reglas. Puede que sean películas que, precisamente por eso, nos sean difíciles de entender, y novelas que no serán best seller probablemente, pero con cada minuto y cada palabra están intentando crear una realidad nueva, con fantasías e historias nuevas.

Cambia las reglas, al fin y al cabo, y cambiarás el mundo.

Costán Sequeiros Bruna

PD: gracias a Marta Bruna por la genial conversación que dio lugar a este post.

Y tú, ¿qué crees acerca de la fantasía y la sociedad?

2 replies on “Las Reglas de la Fantasía”

Se intuye de tu reflexión que toda producción fantástica, cine, libros, cómics, etc, requieren de una serie de reglas que permitan su interpretación. En eso estoy de acuerdo, pues toda suerte de comunicación tiene en cuenta al receptor al que se dirige por la doble finalidad de ser interpretado: tengo en cuenta mi mensaje y al sujeto o sujetos a los que me dirijo. Bueno, o quizás no; quizás un emisor no le importe demasiado quién es su receptor final y sólo le importe, por diversas causas que no vienen al caso, la mera expresividad de su sensibilidad. En todo caso, también estoy de acuerdo en que el código usado siempre será el propio del lugar de producción, tal vez incluso el más inmediato y subjetivo. Esto, desde el enfoque estructuralista más extremo, el de los discípulos de Boas Sapir y Worf, implicaría que todo producto cultural que nace de la subjetividad y del contexto más determinado (llamémosle capital lingüístico y cultura, además del campo) no es posible la comunicación y el fenómeno de compartir los códigos que mencionas; no puede ser comprendida la obra dado que público y creador no tienen por qué compartir las mismas reglas de interpretación. Bien, ese extremo es una exageración y dudo mucho que se cumpla. No obstante, sí que hay parte de razón. Hay que tener en cuenta que en la producción de cultura hay reglas para la producción, unas reglas de comunicación y, cómo no, unas reglas de interpretación; cada uno de ese conjunto dependerá de dónde se encuentre situado el público receptor. Además, hay que tener en cuenta que el fenómeno de lo simbólico es formal, me explico: su relación con lo representado, como bien vienes a exponer, depende de un pacto más bien tácito (se puede leer al respecto a Foucault y antes a Saussure), pero ese pacto, o esa relación mental entre símbolo y cosa, es más bien de naturaleza social y no tiene por qué darse en todos los espacios por igual. De ahí que vea que las relaciones que estableces en las películas de espías sean más bien un producto de tu interpretación, más que de una interpretación objetiva. Tu método es riguroso, de eso no cabe duda, pero la producción que haces es más bien resultado de tu bagaje académico (igual que la que yo estoy haciendo). En ese sentido, no se debería ser tan categórico al respecto de determinadas relaciones simbólicas. La fantasía es producto de una subjetividad en un contexto social determinado, tiene unas reglas de producción y suelen ser muy concretas, sobre todo en cine, televisión y literatura; aunque me referiría a casi toda producción cultural. Pero las reglas de interpretación y el calado o profundidad del mensaje y de las relaciones simbólicas, son también subjetivas, epocales e inlcuso socioculturales (hay epistemologías de poder que legitiman determinadas formas de pensar, ordenas y dar sentido a la realidad). Ni mucho menos son unívocas. Esto me lleva a pensar en Water Benjamin, al que no has tenido en cuenta en un asunto como este y que me atrevería a decir que es más relevante que Lakoff: lo que se gana en alcance se pierde en profundidad. Relaciones simbólicas muy complejas da lugar a que solo públicos muy entendidos puedan interpretar ciertas fantasías; lo que no quiere decir que quienes tienen capacidad para profundizar en esas relaciones simbólicas no vean incluso más de lo que hay dentro de una obra fantástica. Hace un tiempo, en un seminario, un psicólogo y musicólogo hizo un análisis de lo que simbolizaba la ilustración de un artículo en un periódico, estando su autor delante. Bien, cuando acabó la presentación, el dibujante dijo que ni mucho menos su mensaje simbolizaba lo que afirmó el psicólogo. ¿Qué pasa pues con las reglas de producción e interpretación?

No puedo más que estar completamente de acuerdo con lo que dices Olwe. Desde la primera a la última palabra, y me anoto a Benjamin en mi sección de lecturas pendientes, porque temo que he de admitir que apenas le conozco, desgraciadamente.

Pero que la interpretación del espectador sea distinta de la del productor (como la del dibujante y el psicólogo de tu ejemplo) sirve para demostrar que esas reglas están en juego, aunque cada uno, como bien dices, las construye y las interpreta subjetivamente. A menudo ocurre que el productor piensa en unas claves, y la lectura de la gente se hace por otro lado; o que el productor no le importa si el lector/espectador entiende su fantasía o no, simplemente quiere decirlo (pensemos en el arte surrealista, por ejemplo) y cada uno es libre de interpretar lo que ve como desea porque, a drede, se han ignorado las reglas. Al fin y al cabo, como todo en sociedad, nada está escrito en piedra, sino que surge de la negociación intersubjetiva entre unos actores y otros. Estas reglas siguen funcionando a ese nivel, aunque cada uno puede interpretarlas como considere.

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