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Sociología

Le Damos más Importancia a Nuestra Experiencia que a los Datos

La mente humana funciona sobre una base de prejuicios y prenociones que articulan el mundo a su alrededor. Ideologías, comentarios, experiencias… todos ellos se entremezclan en cada una de nuestras mentes para construir un decálogo de cómo es el mundo que nos rodea y cómo debemos reaccionar a lo que ocurre, lo que está bien o mal y cómo son las personas que lo habitan. Estos prejuicios, sin embargo, no se basan en la realidad del mundo, sino de nuestra experiencia concreta del mismo.

Esto es lo que se llama casuística: el construir normas e ideas generales a partir de casos concretos. Como la gente que conozco es de izquierdas, todo el mundo es de izquierdas; como la gente a la que admiro hace tal cosa, es bueno hacerlo; o al contrario, ya que alguien de algún grupo me robó una vez, todos son ladrones. Así, nuestras experiencias construyen lo que somos y cómo entendemos el mundo que nos rodean, extendiéndose con más facilidad en base a cuántas veces las hayamos experimentado.

Sin embargo, el mecanismo no es tan neutral por cómo construimos nuestras vidas. La razón es sencilla: nuestra experiencia de la realidad es muy limitada. Vivimos en una ciudad concreta que nada puede parecerse a otra; nos movemos en círculos de amigos y afines que suelen compartir con nosotros elementos importantes de sus aficiones, opiniones o ideología; experimentamos con ocio concreto y creamos gustos que nos sobreexponen a ciertas posiciones y minimizan otras; leemos periódicos y vemos noticiarios que reflejan nuestra posición en el mundo y, al hacerlo, refuerzan nuestra visión del mismo.

Pero todo esto no tiene por qué encajar con la realidad del planeta en el que vivimos ni en la sociedad que habitamos. El mundo es mucho más complejo y diverso de lo que puede capturar nuestra experiencia porque no hay una vida lo suficientemente rica y larga que lo pueda experimentar todo: estudiar todo lo estudiable, conocer todas las culturas y subculturas, experimentar todas las sensaciones… Eso se escapa de la realidad limitada y finita de las personas y es esta realidad la que establece cómo construimos nuestra visión del mundo. Son experiencias concretas y sesgadas las que articulan la cosmovisión que nos guía.

Así pues, la identidad se construye sobre un sesgo de la realidad y la verdad misma no suele tener fácil cambiar nuestra percepción. Esto se debe a que si somos puestos ante una verdad que difiere de nuestra visión del mundo se produce una disociación cognitiva, que obliga a que las pruebas sean contrapesadas contra nuestra identidad: y esta pesa mucho, especialmente en los puntos importantes.

675Así, a alguien racista no le puedes hacer ver que no existen diferencias raciales de importancia, porque su identidad entra en disociación y debe escoger entre mantener su visión del mundo o aceptar haberse equivocado masivamente. Y no le gusta a nadie estar errado. Por lo cual, normalmente, salvo que la evidencia sea demasiado grande e inevitable, la disociación hará que se mantenga en sus trece, relativice la evidencia (“es la excepción que confirma la regla”), le asigne motivaciones ulteriores (“es publicidad izquierdista”) o incluso llegue a ignorarla por completo.

El resultado de juntar ambas cosas no es halagüeño: por un lado, nuestra identidad se construye sobre experiencias e ideas parciales y sesgadas de la realidad; por otro, una vez creada es muy difícil de cambiar, especialmente en los elementos centrales. Con eso, lo que ocurre es que la visión sesgada se extiende y busca mantenerse y reafirmarse a lo largo de las experiencias de toda una vida y las historias que nos van contando (siempre recordamos mejor aquellas que encajan con nuestra identidad). Por ello, alguien podría ponerse en una televisión y decir todos los datos y hechos que hay en el mundo real y probablemente solo pensaríamos que es un lunático, que se equivoca, que seguro que hizo mal los cálculos… al fin y al cabo, sabemos como es el mundo y no es como ella lo describe, ¿no?

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de la casuística?

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