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Reflexiones personales

Los outsider y la comprensión de nuestra sociedad

outsider 1Los outsiders son una figura muy presente en la sociología, una para la cual yo personalmente no encuentro una traducción adecuada al castellano. Vienen siendo esas personas que habitan en el interior de una sociedad pero no comparten ni sus ideales ni su forma de entender el mundo ni se relacionan con los demás en los términos que son considerados como “normales” dentro de la misma. El resultado es que, en cierta medida, la sociedad como conjunto los considera extraños y ajenos a si misma, por una razón u otra.

Por supuesto, desde este punto de vista, los outsiders lo son en términos relativos: que no estén incorporados en los valores y formas de entender el mundo de una sociedad no implica que no lo estén en otra, o en una subcultura concreta dentro de la misma. Así, uno de los ejemplos clásicos de un outsider es un extranjero que llega a una sociedad nueva, pudiendo estar perfectamente encajado en la suya propia la nueva le resulta extraña y esta a su vez lo considera extraño a él.

De hecho, el ejemplo del extranjero como outsider es interesante en si mismo porque viajar a menudo se dice que “nos abre los ojos”. Y es que, al salir de nuestro entorno confortable, de pronto vemos nuevas formas de hacer las cosas, nuevas formas de vivir, pensar o sentir y todo ello pone en tela de juicio las cosas que desde pequeños nos enseñaron a dar por sentado. Aunque no cambiemos nada, solo ser conscientes de que las cosas no tienen que ser como son es un paso muy importante.

Y ese paso es el que aporta siempre un outsider cuando se relaciona con la sociedad que lo considera extraño. Con una visión diferente de cómo pueden o deben ser las cosas, se convierten en figuras críticas con el modo de hacer las cosas en la sociedad y, al hacerlo, pueden ser fuentes muy interesantes y poderosas de consciencia social o de cambio social incluso.

outsider 3Tomemos por ejemplo el caso de una persona transexual. Durante toda su vida le han ido diciendo qué significa ser un hombre o una mujer y ella no se encuentra confortable en esa posición, así que debe pasar por un complejísimo proceso de relativización para poner en tela de juicio los enormes constructos sociales sobre los que se establecen las normas de género (y sus discrimiaciones). Una vez consciente de todo ello, debe construir un nuevo yo diferente al binomio tradicional hombre/mujer, un nuevo yo con nuevas reglas y formas de entender el mundo, quizás con los elementos de un género u otro que considere que le son interesantes y le aportan felicidad en su vida. El resultado es que una persona que atraviesa este proceso acaba teniendo una enorme conciencia, de un modo u otro, acerca de las diferencias de género, las implicaciones de las mismas, los sistemas de control y censura al respecto que tiene la sociedad, las normativas escritas y no escritas, etc. Tiene un conocimiento así que a muchos otros nos es muy difícil alcanzar porque nunca hemos tenido que deconstruir esos conceptos que son tan básicos en nuestra educación desde pequeños.

El ejemplo de la persona transexual es claro, igual que el del extranjero que muestra distintas formas de hacer las cosas (leyes, tradiciones, religiones, etc.) a la hora de poner un acento importante en la sociedad en la que viven: la conciencia crítica de la misma. Ellos, como muchos otros outsiders, son ejemplos vivientes de que hay otra forma de hacer las cosas que, en muchas ocasiones, puede ser mejor que la que tenemos y podemos aprender de ella. Al ser diferentes a los demás, ponen con su existencia el acento en las injusticias que cometemos, en las desigualdades, en las normas no escritas que regulan nuestro comportamiento (por ejemplo, algo fácil de ver en este sentido es la cuestión del saludo, ¿la extranjera da dos besos? ¿Da la mano? ¿Quizás un abrazo?), etc.

Este enorme bagaje de conocimientos implícitos que ellos pueden hacer explícitos puede ser usado por la sociedad que los acoje para reflexionar sobre ella misma y, por tanto, cambiar. Si saludamos de una forma injusta o desigual, que nos lo digan puede servir para que empecemos a saludar de una forma nueva, por ejemplo.

Por supuesto, no toda práctica o forma de ver el mundo ajena es necesariamente mejor o más justa que la nuestra (espero que no querramos empezar a practicar ablaciones de clítoris, por ejemplo, simplemente porque un extranjero nos diga que en su país lo hacen), pero si que pueden servir siempre para hacernos reflexionar. Quizás no lleguemos aquí nunca a la ablación de clítoris (espero), pero una práctica errónea/dañina en otro sitio puede hacernos reflexionar sobre otras prácticas erróneas o dañinas que tengamos en nuestro propio entorno, como pueden ser otros dispositivos de control del cuerpo creados por medio de las religiones.

outsider 2Por tanto, el outsider es siempre un elemento muy valioso para una sociedad que se moleste en escucharle con los oídos abiertos, la mente atenta y la capacidad de cuestionarse a si misma. Es innegable que mucha gente no junta esas cualidades y que lo diferente a menudo causa miedo, odio, desconocimiento, asco o alejamiento de cualquier otro tipo… pero, en el fondo, todo ello no son más que los mecanismos sociales por los cuales la “normalidad” construida en una sociedad trata de defenderse a si misma, con todas las injusticias y desigualdades que esconde en su interior.

Así que, si os véis ante una extraña, no desoigáis sus palabras solo por ser diferente si no más bien al contrario, escuchadla porque bien puede daros conocimientos e ideas que no podríais obtener de otra forma. Es la mejor forma de enriquecerse mentalmente, sin duda.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué piensas de los outsiders?

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