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Reflexiones personales

Sistema de Elección de Élites, no Democracia

Democracia: el gobierno del pueblo. Como hemos discutido numerosas veces, este no es el caso de nuestra sociedad. El pueblo es gobernado, como siempre, por diversas élites. Entonces, ¿qué ha cambiado con los cambios sistemicos desde la Revolución Francesa hasta aquí?

Si echamos un vistazo al pasado, nos encontramos con que las antiguas élites gobernantes eran seleccionadas en base a sus enfrentamientos internos (como dijo Pareto, “la historia es un cementerio de élites”, y a menudo lo ha sido en un sentido muy literal). Así, importaban las sucesiones, las guerras, las luchas y manipulaciones por el poder. Eran miembros de las élites defendiéndose contra quienes querían serlo, y miembros de las élites peleando entre sí por los puestos preferentes. Una guerra fratricida en la que el pueblo nada tenía que decir.

La democracia cambia eso. En la actualidad, lo que tenemos es un enorme abanico de élites para los distintos campos que componen la sociedad, y todas ellas se enfrentan entre sí. Sin embargo, los árbitros de este enfrentamiento somos nosotros. Como un cliente que se sienta ante la carta de una pizzería y escoge una de las preparadas, nosotros escogemos a las élites que nos gobiernan y luego quedamos sometidos a ellas. Veamos cómo.

Las élites políticas son las más obvias: se las escoge, claramente, en las elecciones. En estas concurren distintas élites (cada partido) y se enfrentan entre sí para conseguir nuestros votos. Y, una vez pasadas las elecciones, se olvidan de nosotros hasta las siguientes.

Las élites económicas son elegidas mediante el consumo. Cuando compramos productos de una marca o de otra estamos escogiendo qué empresa tiene beneficios y cual no, y con ello vamos encumbrando a unas o a otras. Ellas, como en las elecciones, nos intentan condicionar mediante la publicidad y las novedades, pero siguen dependiendo del consumo en la medida en que es lo que determina el valor de su marca y su peso en la bolsa. Y ahí es donde se mueve su dinero de verdad.

Las élites sociales están en los interiores de las organizaciones de la sociedad civil, y sólo son aparentemente más cercanas al pueblo. Así, las distintas ONGs (sobretodo las grandes) no suelen estar abiertas a la participación, sino sólo a la donación (UNICEF, Green Peace, etc.). Así, con nuestro dinero apoyamos a unas u otras, y en base a sus presupuestos crecen o decrecen sus pesos relativos. Junto a esto, tienen una segunda moneda que es la capacidad de convocatoria, de modo que cuando acudimos a una manifestación convocada por una u otra organización, lo que estamos es trasfiriéndole nuestro poder.

Finalmente, el cuarto poder (los medios de comunicación) es elegido por un lado por el consumo (al fin y al cabo son empresas, y así juegan a ese juego de élite económica por medio de películas, series o programas). Sin embargo, junto a esto, la élite también es seleccionada en base al seguimiento, ya que quienes son o no son estrellas depende de la capacidad para atraer la atención de los espectadores de los medios de comunicación, con lo que importa la propia participación ciudadana en la propia configuración de partes importantes de la élite.

Y este rasgo de las élites mediáticas es exclusivo de las mismas. Así, sólo en el cuarto poder tenemos capacidad no sólo para elegir qué pizza queremos, sino también qué ingredientes queremos en esa pizza.

Al contrario, el resto de élites funcionan como sistemas cerrados y aislados, que se presentan ante el consumidor/votante/seguidor como un conjunto completo. Rubalcaba vs Chacón demostraron que el ciudadano no tiene ni voz ni voto en quien dirige el PSOE y lo mismo ocurre en el resto de partidos si no tienen primarias; no podemos escoger quien se sienta en las juntas de las distintas empresas, ni quienes dirigen las ONGs o los estudios de producción de películas o noticiarios.

Por supuesto, existen otras élites todavía más cerradas para campos mucho más específicos y concretos: el pueblo no conoce ni puede siquiera opinar acerca de las élites científicas, por ejemplo, o los miembros del Tribunal Supremo. Así, cuanto más técnica y científica sea la élite, más cerrada permanece a los ajenos.

Así pues, claramente podemos decir que la democracia es un sistema mejor y diferente que los anteriores. Al menos ahora elegimos. Sin embargo yo no lo llamaría democracia realmente (ni yo, ni muchos autores, por ejemplo Dahl y sus poliarquías). Aún queda mucho trabajo y cambio por delante para llegar a una democracia, y para poder crear ese cambio debemos conocer los mecanismos de elección de élites para poder explotarlos a nuestro favor.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de esto?

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