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Subjetividad y Poder

La visión generalizada del mundo nos dice que hay cosas que son “reales” y otras que son “subjetivas”. Así, darle un abrazo a alguien es un algo, un objeto, un hecho real y objetivo. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Aunque el entorno físico es real y objetivo, la verdad es que su objetividad es inalcanzable porque debe filtrarse a través de la forma de ser de cada uno de los que observan los actos, los juzgan y opinan sobre ellos. Y, al hacerlo, la neutralidad del acto se pierde. Así, algunos podrían ver camaradería en un abrazo, otros podrían ver apoyo, otros podrían ver amor, etc. Un mismo acto, puede tener muy diferentes percepciones.

Esa es la subjetividad más profunda, que nos lleva a un mundo de relativismos. Si nada es fijo, si todo depende de la percepción de cada uno, ¿a dónde nos podemos aferrar? A nuestras identidades. No importa que algo sea de una forma u otra, sino que sea de una u otra forma “para nosotros”.

Sin embargo, nuestras subjetividades e identidades no las creamos nosotros. Al menos, no por completo. Por el contrario, las recibimos a través de la educación, de la interacción con otros, de lo que vemos y oímos. Las construimos tomando elecciones entre alternativas que se nos van presentando. Y es que en el mundo globalizado donde vivimos, existen alternativas identitarias para cualquier categoría de la personalidad: ¿valores? Escoge entre diferentes morales, códigos religiosos, juramentos… ¿Gustos? Modas que van y vienen, diferentes artes, … ¿Ideales? Nacionalismos, corrientes filosóficas, corrientes políticas,… Y así con todo.

En el medio de todo este enorme flujo de ideas, cada uno va construyendo su identidad escogiendo aquellas que mejor se amoldan a lo que uno cree ser, o quiere ser. Es un proceso enormemente individualizador, propio de las sociedades modernas.

Sin embargo, no implica que escojamos entre todas las alternativas, sólo podemos escoger entre aquellas que se nos presentan. Nadie actualmente muestra ideologías medievales, por ejemplo. ¿Y quien nos ofrece las diferentes alternativas? Los poderes del mundo las generan, sean estos culturales, económicos, políticos, religiosos, o de cualquier otra clase.

Foucault señala que tradicionalmente siempre se ha visto al poder como “aquello que evita que seamos lo que queremos ser”, pero que mucho más importante que ello, “el poder es lo que nos hace querer ser lo que queremos ser”. Nos construye las identidades. Todos queremos sistemas democráticos, todos queremos ser ricos, todos queremos ser famosos. Eso es poder puro. El poder, como dice Bauman, se ha vuelto seductor, deja de ordenar “¡trabaja!” para rodearse de una capa de seda que dice “¿Quieres este coche nuevo? Pues si trabajas lo tendrás”. Y obedecemos, creyendo que lo hacemos libremente y por nuestro propio deseo.

Y sobre todas estos elementos que compartimos se construye un “sentido común” que todos poseemos, y que nos hace entender nuestro papel y el de los demás en la vida diaria. Esto hace que todos juzguemos ciertos hechos de maneras muy similares, y así todos estamos de acuerdo con que asesinar a alguien es “malo”. Con lo que acabamos por sentir que matar es algo malo objetivamente, en realidad, y siempre.

Pero no es así. Simplemente es la suma de muchas subjetividades de acuerdo sobre una cosa, y un poder que las ha conformado de esa forma. Así que, cada vez que os sintáis rebeldes o introspectivos, preguntaros qué elementos os han llevado a ser como sois, entre que alternativas fuisteis escogiendo y a quienes han beneficiado. No vais a poder liberaros de las cadenas del poder, pero al menos las podréis ver con mayor claridad que la mayor parte de la gente, que camina a ciegas por el mundo.

Costán Sequeiros Bruna

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