A menudo se plantea la cuestión de hasta qué punto los movimientos sociales son homogéneos o están llenos de divisiones internas. Sin duda, en todos los casos es más lo segundo que lo primero, ya que son todos grandes conjuntos de ideas articuladas sobre las acciones de grupos y colectivos diversos. Ahí radica su fuerza, pero también a menudo puede ser fuente de debilidad.
Esto se debe a que dentro del conjunto del movimiento siempre existen extremistas que comparten solo parte de los supuestos centrales pero muchos otros son exagerados por encima de lo que los demás comparten. Es el caso del black bloc dentro del movimiento antiglobalización, que considera que la lucha por una mayor equidad debe hacerse por la fuerza y no únicamente con manifestaciones pacíficas; o el caso de los luditas dentro de los movimientos anticapitalismo, que en su defensa de la lucha contra el capitalismo abogan por la destrucción de las máquinas y la vuelta a una vida más primitiva; o el caso de las hembristas en el movimiento feminista, que abogan por poner a las mujeres por encima de los hombres.