Si se va a hacer una reforma en la que la democracia coja verdadera dimensión ciudadana donde las instituciones respondan a la voluntad ciudadana expresada directamente, es necesario cambiar la figura del político. No se trata de eliminar los políticos, sino cambiar sus funciones de modo que encajen en el resto de la construcción.
En un entorno donde los ciudadanos deben elegir las medidas que se van a adoptar, los políticos claramente no deben tener función de decisión ni el poder para hacerlo. Pero, en cambio, su papel pasa por servir como clarificadores de las distintas medidas. En este sentido, es imprescindible que las Cámaras se conviertan de nuevo en lugares de debate y discusión sobre las medidas, la filosofía, los costes y las consecuencias de las distintas opciones. En ese sentido, la función de los políticos pasaría en buena medida por clarificar las implicaciones que tendría votar cada opción, de modo que los ciudadanos puedan votar de modo informado (una tarea a la que habría que añadir los medios de comunicación).