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Reflexiones personales

Democracia y primarias

Resulta curioso como las voces cada vez más escandalizadas reabren viejos debates sobre la democracia. Y ciertamente, es probable que no sea para menos en muchos sentidos, habiendo visto los resultados del brexit o de la elección de Trump en Estados Unidos. Como señala Carlos Yarñoz, incluso estos debates se extienden a elecciones menores, como las primarias, que han visto en Francia caer a Sarkozy o a Hollande (que ni se ha presentado) y en Inglaterra a Corbyn mantenerse pese a la oposición de todo el aparato de su partido. Las elecciones han demostrado ser peligrosas para los partidos políticos.

El problema, sin embargo, no radica en la democracia, las elecciones primarias o cualquier otra. Es irónico, de hecho, que se entienda que la población (ese ente soberano) tiene la capacidad para escoger a sus cargos principales (presidentes, primeros ministros y demás) y sin embargo no tiene capacidad para escoger otros asuntos como referendums o primarias. No es un problema de la participación, del interés o de la capacidad, ni siquiera sobre los resultados que se obtienen en esas elecciones. No, el problema está en otro sitio.

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Cambiando el mundo (II): Participación con mayúsculas

sociedad civilEl jueves comencé esta colección de posts con el marco general de la situación actual. Estamos en un momento clave que abre muchas opciones a la sociedad, uno de esos momentos que definen las décadas que lo van a seguir de un modo u otro. Para sacarle el máximo partido necesitamos democratizar España y el mundo, a una escala muy superior a la actual. Hoy abordaré el primero de los pilares que se requiere para conseguir un cambio de verdad: necesitamos un sistema político donde los ciudadanos realmente tengan el poder de decisión.

Así, la democracia se supone que es el gobierno del pueblo, pero demasiado a menudo hemos asistido a cómo los partidos políticos instauraban una partitocracia donde ellos manejaban el poder y los ciudadanos sólo votaban entre opciones cerradas una vez cada varios años. Mientras tanto, los partidos copaban todo el poder y limitaban los márgenes de intervención y participación de los ciudadanos, del cual la Ley Mordaza actual es sólo un ejemplo más (y uno grave, además).