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Crítica de serie: Black Sails

Black Sails es una serie de piratas, precuela de la Isla del Tesoro. Pero no es solo una serie de abordajes, de patas de palo, de veinte cañones por banda… tiene sin duda todo eso, pero Black Sails va más allá de contar una historia de espada y aventura. Muchos la consideran lenta, pausada, limitada… especialmente al principio es lógico, porque Black Sails no es Piratas del Caribe. Es una historia dura, complicada, con unos personajes que evolucionan entre decisiones difíciles. Es una historia que no va de piratas, sino de cambio, de lucha, de un mundo amenazado, del peso del poder, de la lealtad, etc. Es, por tanto, una historia atemporal, oscura y poderosa. Sin duda, es una historia que vale mucho la pena dedicarle el tiempo que lleva porque más allá de los combates navales y las luchas de espada y mosquete, de las frases memorables y los momentos gloriosos, es una historia de una increíble vigencia en muchos sentidos.

Es por ello que, sociológicamente, es una historia con un discurso muy poderoso e interesante de analizar. Porque, ante todo, Black Sails es una historia que articula su discurso en torno al cambio, la libertad, la revolución… entre lo nuevo y lo viejo. Y la lucha para traer ese cambio. Puede no parecerlo en la primera temporada, quizás tampoco en la segunda, pero a medida que se suceden los capítulos van tejiéndose un discurso muy bien llevado en torno al peso del poder, las herramientas del cambio, lo correcto y lo incorrecto, la lucha, el compromiso, la lealtad, etc.