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Reflexiones personales

La Constitución

Tras trentaicinco años desde que se promulgó la actual Constitución, y aprovechando el final ahora del Puente de la Constitución, creo que es buen momento para hacer un balance de cómo ha sido el papel de la misma, sus luces y sus sombras. Y lo cierto es que un vistazo a nuestra historia reciente, y no tan reciente, a la forma en que se utiliza y maneja, rápidamente muestra una buena cantidad de ambas cosas.

Primero, para entenderla, hay que echar un vistazo al momento en que fue fraguada. En plena Transición, con la muerte reciente de Franco, los padres fundadores se sentaron con el plan en mente de crear una Constitución que convirtiese una España de dictadura a una de democracia, moderna y occidental. Es una época con una población insegura y dividida entre las formas tradicionales y los que apoyan a los clandestinos partido socialista y, especialmente, el comunista. Todos estos grupos son los que se sientan a la mesa a negociar una Constitución, y esto es vital: el resultado de esas negociaciones no buscaba ser la mejor Constitución que se pudiese hacer, o la defensa de los intereses de los más poderosos, sino ser un articulado que sirviese y sentase las reglas de un juego que todos pudiesen aceptar. Así, las distintas partes cedieron cosas (por ejemplo, la derecha quería una España católica, gran parte de la izquierda la quería laica, y se quedaron en un punto intermedio de aconfesional). El principal éxito de la Constitución es precisamente haber logrado ese objetivo, que nos aleja de modelos de transición como el que podemos observar en Egipto actualmente, y de modelos constitucionales mucho más inestables como todos los que España tuvo con anterioridad.