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Un mundo sin privacidad

privacidad 1Tradicionalmente, en los estudios de opinión pública y de ciencia política se diferencia entre la esfera pública de la vida (aquello que todo el mundo puede saber, las acciones que hacemos en el exterior, etc.) y la privada (aquella que está restringida solo para nosotros o para incluir a unos pocos allegados). Es en la esfera de lo privado donde reinaba sin temor, desde la aparición de los derechos con la revolución americana, la privacidad, el velo que nos escondía de quienes nos rodeaban y nos dotaba de un espacio donde poder ser nosotros mismos sin interferencias del exterior. El verdadero backstage que diría Goffman.

Sin embargo, esa división siempre fue relativamente porosa y aspectos de la vida privada lentamente se filtraban a la esfera pública. Los clásicos paparazzi persiguiendo a los famosos y haciendo noticias con cosas de sus vidas cotidianas es uno de los mejores ejemplos, pero incluso en la vida normal de todos nosotros cosas como enseñar nuestras fotos de vacaciones al regresar al trabajo eran formas en que la esfera de lo privado se mezclaba con la pública. Así, la privacidad nunca fue total en el ámbito de lo privado, igual que tampoco estamos totalmente expuestos en el ámbito de lo público (por ejemplo, por mucho que el trabajo sea un ámbito público, si trabajas en una oficina a puerta cerrada puedes contar con cierta privacidad).

El ejemplo de la foto de vacaciones es interesante porque muestra que, desde siempre, todos hemos tratado de mostrar aspectos concretos de nuestra vida privada en el exterior. Así mostramos lo guapos, felices, listos, divertidos y demás que somos, en un intento de alcanzar conexión con los demás, respeto y, con ello, mejorar nuestra posición social/deseabilidad en el entorno de quienes nos rodean. Igual que comprar un coche nuevo o presumir de tener una televisión de cienmil pulgadas en casa con home cinema, buscando ser la envidia de la oficina.

Así que siempre ha habido una fuerza en el interior de la mayoría de las personas (las introvertidas, sin duda, en menor medida) para mostrar lo privado en lo público, de un modo sesgado que nos sea favorable.

La aparición de internet sin embargo ha potenciado esto a la enésima potencia, con nuevas herramientas y mecanismos para ellos. Las redes sociales, por ejemplo, están llenas de las fotos y recuerdos de cosas agradables y divertidas, de nuestras frustraciones o problemas, que proyectamos a un enorme círculo de gente conocida de modo continuo: un nuevo comentario en Twitter, colgar una foto de las vaccaciones en Instagram, escribir un nuevo estado en Facebook, etc. Así, filtramos la porosidad de lo privado nuestro a un círculo mucho más amplio de gente que tiene acceso, porque no solo los compañeros de oficina ven nuestras vacaciones, sino antiguos compañeros de colegio, colegas de otros sitios, el amigo de un amigo que vio como el otro comentaba, etc. Así, nuestra parte de la porosidad se ha ampliado enormemente.

Pero la privacidad se ve amenazada no sólo por ese esfuerzo nuestro cada vez de mayor alcance, si no por el enorme esfuerzo que ponen numerosos organismos en coleccionar toda la información que puedan de cada uno de nosotros. Desde las escuchas de la NSA en busca de terroristas a la reciente actualización de la política de Whatsapp, empresas y gobiernos se esfuerzan continuamente por entrar en el área protegida por nuestra privacidad como medio para conseguir información que les sea útil para sus fines.

privacidad 2Y, en muchas ocasiones, estas enormes bases de datos sobre los ciudadanos de todo el mundo son intercambiadas, vendidas, conectadas y demás sin nuestro conocimiento, directamente como fruto de la labor de empresas y gobiernos detrás de bamblinas. Así que nosotros podemos creer que Facebook solo sabe ciertas cosas, pero como ha puesto su base de datos en contacto con otra empresa y usamos una aplicación que accede a Facebook como modo de autentificación, resulta que esta red social y la aplicación saben muchas más cosas de las que nosotros creíamos y éramos conscientes que les habíamos compartido. Y todo sin que nosotros demos el consentimiento ni la aprobación.

Así, paso a paso, caminamos hacia un mundo donde la privacidad va a desaparecer tal y como la conocimos. El espacio público ya está vigilado por miles de cámaras de CCTV, nuestras cuentas personales ya están registradas en las bases de datos bancarios, nuestra vida expuesta en redes sociales, etc. El Gran Hermano de Orwell ya lo ve prácticamente todo y, como en la famosa escena de Minority Report, actúa ya con el conocimiento de eso en busca de su propio beneficio, sus propias ventas, etc.

La respuesta correcta a esto, en mi opinión, no pasa sin embargo por atrincherarnos en la privacidad, abandonar las redes sociales, salir de los bancos, etc. Ser un hermitaño no es realmente una opción y renunciar a todas esas vías de comunicación solo nos aísla y hace más difíciles la vida con quienes nos rodean; aquellos que lo han intentado, en general, suelen acabar dando marcha atrás.

La falta de privacidad, en cambio, se puede combatir de dos formas. La primera es con un uso responsable de redes sociales y demás, donde seamos conscientes de qué cosas compartimos y busquemos que solo sean cosas que no tenemos problemas en mostrar no sólo a nuestro círculo de amistades reales si no, en buena medida, al mundo entero. Y, si somos más celosos de nuestra privacidad, buscar modos de encriptar nuestras comunicaciones, de no permitir que aplicaciones y demás compartan información entre ellas, etc.

privacidad 3La segunda cara es más social que individual. Si aceptamos como inevitable que el mundo va a ser un entorno de menor privacidad cada vez, la respuesta es que esta transparencia creciente no sea unilateral. No solo los ciudadanos dan cada vez más información de su espacio privado, si no que es necesario que igualmente lo hagan las figuras públicas, las instituciones, los gobiernos, etc. Como dicen en Eclipse Phase es hora de cambiar de un paradigma de surveillance (vigilancia de las instituciones y demás sobre los ciudadanos) a uno de sousveillance donde todo el mundo tenga acceso a las cámaras de seguridad, a los datos de todos los demás, etc. de modo que la transparencia total mantenga la igualdad entre todos los participantes en la sociedad y cosas como la corrupción sean fáciles de exponer y atacar.

Esto todo, junto a leyes que permitan que los datos ciudadanos estén en entornos seguros y que todo comercio y conexión entre ellos dependa de la aprobación del usuario podrían ayudar a construir una nueva sociedad diferente sin duda a la actual pero no por ello más injusta. La rotura de la privacidad es probablemente inevitable en un mundo globalizado e interconectado, lo que debemos buscar es modos de hacer que esa rotura garantice otros derechos y pueda servir para construir una sociedad donde la desigualdad real sea menor.

Por supuesto, como siempre, decirlo es más fácil que hacerlo y aquellos con el poder guardan celosamente sus privacidades detrás de mansiones con altos muros, coches de lunas tintadas y redes sociales manejadas por community managers neutros. Pero que sea difícil nunca es lo mismo a que sea imposible y, si nos llevan la ventaja en la guerra en torno a la redefinición de la privacidad es precisamente porque mucha gente no se da cuenta de que esa batalla se está luchando.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de los cambios en torno a la privacidad?

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