Hoy me voy a la cama rodeado por las noticias sobre las peleas entre los países acerca del presupuesto europeo. Sobre si este quiere esto, o aquel quiere lo otro, que si se reparta de esta o aquella manera… y si no es como quieren, veto. Dicen que las empresas las crean los abuelos, las hacen florecer los padres, y las despilfarran los hijos… si eso es cierto, nosotros somos los bisnietos, viendo a los hijos pelearse a dentelladas por los fragmentos restantes del testamento a un sueño.
Me voy a la cama un poco menos completo de lo que me levanté. Un poco más cínico, un poco más cansado. Un poco menos esperanzado. Europa estaba destinada a ser un nuevo camino, una nueva forma de convivencia entre los Estados. Se la llamó la Superpotencia Blanda, la comunidad herbívora, por su énfasis en el uso del poder blando y no del duro. De la negociación, la legislación común, la cooperación. ¿Dónde ha quedado todo eso? ¿Dónde quedaron los sueños de Monnet de construir, paso a paso, una comunidad entre todos? Aplastados bajo los portafolios de los asistentes de Merkel, de los euroscépticos de Westminster y de Suecia, bajo las deudas del sur y su incapacidad para hablar con fuerza… y, sobretodo, del silencio de las Instituciones Europeas.