Tradicionalmente, en los estudios de opinión pública y de ciencia política se diferencia entre la esfera pública de la vida (aquello que todo el mundo puede saber, las acciones que hacemos en el exterior, etc.) y la privada (aquella que está restringida solo para nosotros o para incluir a unos pocos allegados). Es en la esfera de lo privado donde reinaba sin temor, desde la aparición de los derechos con la revolución americana, la privacidad, el velo que nos escondía de quienes nos rodeaban y nos dotaba de un espacio donde poder ser nosotros mismos sin interferencias del exterior. El verdadero backstage que diría Goffman.
Sin embargo, esa división siempre fue relativamente porosa y aspectos de la vida privada lentamente se filtraban a la esfera pública. Los clásicos paparazzi persiguiendo a los famosos y haciendo noticias con cosas de sus vidas cotidianas es uno de los mejores ejemplos, pero incluso en la vida normal de todos nosotros cosas como enseñar nuestras fotos de vacaciones al regresar al trabajo eran formas en que la esfera de lo privado se mezclaba con la pública. Así, la privacidad nunca fue total en el ámbito de lo privado, igual que tampoco estamos totalmente expuestos en el ámbito de lo público (por ejemplo, por mucho que el trabajo sea un ámbito público, si trabajas en una oficina a puerta cerrada puedes contar con cierta privacidad).