A menudo se argumenta que la justicia es igual para todos, que es imparcial, etc. y rápidamente alguien responde que ese es el ideal de justicia, pero que en realidad la justicia es ciega y todo ese tipo de cosas. Lo cierto es que, a la hora de la verdad, ninguna de esas posturas es correcta, porque la justicia ni es el ideal ni es ciega: al contrario, ve muy bien lo que tiene que ver.
Si la justicia encarcela tres años a alguien que ha robado pan y en cambio deja libre a un político corrupto es que está haciendo lo que tiene que hacer. ¿Por qué? ¡Eso es un sinsentido! La respuesta es sencilla: porque la justicia, como todo en la sociedad, es un constructo social. Más allá de la ideología que hay detrás, de las justificaciones y de los ideales, la justicia que tenemos es el producto de evoluciones, cambios, choques, conflictos e intereses y, como tal, está diseñada como un arma de control. Ya lo dice V cuando dice que la justicia se ha enamorado de la gente de uniforme.