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Cataluña post 11 de Noviembre

No es la primera vez que hablo aquí de la situación en Cataluña, no en vano ya expuse mi opinión hace unos meses sobre el choque de trenes que se veía venir y que, finalmente, se dio este domingo. Probablemente sea un tema trillado del que estéis aburridos de oír opiniones, incluso mucho de lo que voy a decir ya lo he ido colgando en posts de Iñaki Gabilondo y reflexiones de otra gente. Pero toca dar de nuevo una vuelta a esta tuerca, ahora que el campo de batalla de nuevo cambia. Y es que, he de reconocerlo, es una batalla que me preocupa.

Primera cuestión importante, en mi opinión, es que la división es un error. En un mundo globalizado, donde hace falta aumentar de capacidad de acción y alcance, dividirse es perjudicial. Pero no sólo es perjudicial para Cataluña, sino que lo es en igual medida para España. Juntos somos más que separados, es así de sencillo, y si el camino que necesitamos seguir para poder defender nuestros Estados del Bienestar es el de una mayor unión en el interior de Europa, flaco favor estamos haciéndole al separarnos.

Sin embargo, dicha mi posición de antemano, creo que hay un error muy grande en cómo se ha manejado toda la situación, especialmente desde el Gobierno español. Primero de todo, porque vivimos en una democracia y, por tanto, la expresión de la voluntad popular debería ser algo que buscásemos, no limitásemos bajo pretextos legales. Los referéndum no son algo que deberíamos evitar y tratar de olvidar, que parece la tónica general en España, sino que deberíamos alentarlos y buscar hacer más y que estos fuesen vinculantes, pues sólo así caminaremos hacia una democracia más sólida, lejos de la política corrupta actual.

Por tanto, el primer paso para abordar esta situación de una forma productiva es defender el derecho de la gente a expresarse. Animar a toda la sociedad catalana, o incluso la española (al fin y al cabo, todos vamos en el mismo barco) a hacerlo, y escuchar con atención lo que tiene que decir.

El paso para que ese referéndum tenga éxito y sentido, sin embargo, es luchar donde se deben luchar las batallas sociales: en la mente de la gente. Si quieres que alguien haga algo, debes convencerle de que eso es lo que mejor le interesa. Si queremos que Cataluña siga siendo parte de España no hay que poner barreras a su expresión, lo que hay que hacer es hablar con los independentistas, ver qué se puede hacer y, si es posible, construir un nuevo marco donde combinar sus intereses y deseos con los nuestros.

Y, si no es posible y son mayoría, entonces hay que dejar que se vayan. Le habremos fallado al futuro de ambos, desde luego, pero no tiene sentido alguno en una democracia a obligar a una parte importante de su población a vivir en contra de sus deseos. ¿Es eso todo lo que podemos ofrecerles? Si es así, realmente mejor que se vayan, porque si la única razón para quedarse en España es la obligación legal… entonces, ¿qué sentido tiene? Si la democracia española ya no seduce, ya no puede convencer, ¿para qué seguir?

En este sentido, Inglaterra lo hizo bien: les dio la oportunidad de decidir de verdad, y luchó por tratar de convencerles de que la mejor opción era quedarse. Al margen de lo correcto o adecuado de los argumentos británicos o escoceses, ese es el valor que una verdadera democracia debe tener.

Las elecciones del domingo demuestran que la sociedad catalana quiere expresarse y tiene una voluntad muy clara. Y van a seguir en ese camino, separándose más del resto de España, cuanto más se oponga el Gobierno a dejar espacio a la política, al debate y a la negociación. Lástima que Rajoy sea especialista en ignorar los problemas y no se encuentre disponible, ni se le espere, para enfrentarse a este importante reto político (como ocurre, todo sea dicho, con el resto).

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de la situación catalana?

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