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Explicando tu vida

¿Cómo Organizamos Nuestro Tiempo?

Te levantas a las siete de la mañana, desayunas y te preparas para estar listo para trabajar una hora más tarde. A las dos se termina la primera mitad del día laboral y tienes una hora para comer antes de regresar para la parte de la tarde. Terminas, agotado, a las cinco, momento en que regresas a casa y te pones algo más cómodo para salir a hacer una hora de jogging. Regresas a casa para charlar con tu pareja algo antes de las siete, pasáis un rato juntos y luego os preparáis para salir a tomar algo y aprovechar que es viernes. Cena en un restaurante a las diez, terminada sobre las once y media, momento de ir a tomar unas copas con los amigos. De vuelta a casa sobre las dos, que ha sido un día largo y toca reponerse. Puede no ser tu vida pero, ¿a que suena familiar?

Esta rutina, como cualquier otra que pueda llevar una persona en nuestro mundo, es natural. Al fin y al cabo, es lo que mejor se ajusta a nuestro entorno. Al fin y al cabo, el estreno de la película en la televisión es a las diez de la noche y tu horario te lo ha impuesto tu jefe. Así que, encajamos en ello, en el fluir natural de la sociedad a nuestro alrededor.

Pero esto que nos parece tan obvio no siempre ha sido así. Imaginemos que somos un herrero de la Edad Media. Su horario empezaría con el amanecer, pero claro, no hay un jefe que diga qué hacer. Así que, como es lunes (famoso san lunes), mejor no trabajar y pasar el día de ocio y tranquilo, emborrachándose o juntándose con los amigos. ¿O es jueves? Porque entonces toca currar todo el día como un loco para adelantar el trabajo que has ido atrasando toda la semana. Por supuesto, cuando hay que trabajar se hace de sol a sol, probablemente parando a comer la comida que te haya hecho tu mujer. ¿Y salir a tomar algo por la noche? Bueno, si, claro, pero tampoco hasta muy tarde que las calles no están iluminadas y con el amanecer comienza un día nuevo.

A ellos, esa vida les parecería normal y natural y la nuestra una locura de desquiciados preocupados siempre por un reloj. Y es que este artilugio tan normal para nosotros, para ellos sería alienígena y rápidamente verían la parte coercitiva que impone este hecho social que es el reloj de pulsera.

¿Cuándo cambió todo? ¿Por qué, y cómo, se hizo? Bueno, cada época tiene una forma específica de entender el tiempo y su relación con él. En la Edad Media, por ejemplo, no había una concepción real del futuro: el pasado siempre había sido igual o era un espacio de mitos y leyendas bíblicos, en el futuro sólo había un eventual Día del Juicio; en el medio, simplemente eran las cosas como eran. Los griegos clásicos, por su lado, entendían el tiempo como una espiral decreciente: era un círculo que se repetía y que, sin embargo, cada vez con menos brillo, pasando de la era de oro de los dioses a la de plata de los héroes y la de bronce en la que ellos vivían.

Para llegar a donde estamos ahora hace falta que se inventen los relojes de campanario para marcar el fluir del tiempo para la sociedad normal (sólo los monjes llevaban una vida organizada estríctamente en el tiempo en aquel entonces, para que los rezos encajasen donde debían). Hizo falta que el Renacimiento crease la sensación de un futuro con un tiempo lineal y de que ese futuro fuese mejor con la idea de progreso de la Ilustración. Pero, sobretodo, hizo falta el inmenso choque de la Revolución Industrial.

Y es que ahora imaginad que sois el dueño de una flamante fábrica de telas a vapor de la Inglaterra del siglo XVIII. Para que las máquinas funcionen, sin embargo, deben ser vigiladas por su correspondiente personal, pero este el lunes no viene a trabajar o se va a media mañana porque se ha aburrido; el martes llegan tarde y medio borrachos del día anterior. Uno de ellos se ha ido a otro empleo y otro regresa al pueblo a ayudar con la siembra esta semana. El miércoles vienen unos cuantos, pero llegan tarde o se van pronto.

Durante todo este tiempo, las máquinas o se tienen que parar o funcionan inadecuadamente por la falta de mano de obra que las atienda.

El resultado es que se produjo un conflicto muy importante, uno de los más importantes que implicó la Revolución Industrial: el obrero, contra el empleador. Los trabajadores de los gremios eran sus propios señores, pero el obrero ya no, dependía del patrón. Y el patrón quería que trabajasen sus dieciocho horas diarias, todos los días, que sino las máquinas no rendían. Ahí surgió la gran confrontación, porque el burgués quería que sus máquinas funcionasen y había mano de obra de sobra que tenía que plegarse a sus necesidades.

De modo que se inventó el reloj de fábrica y este decía en qué momento se entraba a trabajar y en qué momento se salía. No se llegaba cuando se quería, si llegabas tarde te quedabas sin trabajo y ya habría otro venido de otro pueblo que lo querría; y nada de irse temprano tampoco, que para eso estaban los capataces usando bien toda suerte de mecanismos panópticos para asegurarse de que todo el mundo cumplía. Si, era el surgimiento de la sociedad de la vigilancia y del castigo, y el reloj se convertía en el árbitro para compartimentalizar la vida de los obreros y conseguir, así, que encajasen dentro del nuevo modelo de producción capitalista industrial que estaba apareciendo. Habían desaparecido los peones de gremios, nacía el proletariado, atado por el salario que los hacía dependientes del capitalista, sometido al reloj que organizaba sus vidas.

Y así llegamos a nuestras vidas actuales. Nosotros ya no vemos la compartimentalización de nuestra vida en franjas de horas útiles y manejables como una imposición externa a nosotros, la hemos interiorizado. Generaciones de personas han luchado contra esas barreras y, lentamente, han ido perdiendo, conformándose con el nuevo modo de vida y aprendiendo a aprovecharlo lo mejor posible. Así, la lucha obrera no se basó en eliminar el horario de trabajo y la disciplina que implica, sino en limitar la cantidad de horas de trabajo diarias, regular los descansos y asegurar las vacaciones pagadas. Aprendieron a organizarse y a convertir el reloj en una herramienta de doble sentido, que atase al dueño tanto como al obrero por medio de contratos que estipulaban los horarios, las primas por las horas extra, etc.

Por supuesto, nuestra crisis actual ha hecho todo eso más precario, porque hemos vuelto a un mundo donde la mano de obra sobra (exceso de paro) lo cual garantiza el poder del capital sobre la mano de obra porque todo el mundo necesita comer. Y ya no nos paramos a mirar el reloj y odiarlo por imponernos cadenas, sino que convivimos con él sin darnos cuenta, organizando la vida en torno a él y con él. Nuestras rutinas dejan de estar fijadas por hechos externos como las horas de luz o las estaciones, o de hechos internos como lo que nos apetece hacer en cada momento, para estar atadas por hechos sociales, fruto de la negociación de todos los miembros de esta sociedad intersubjetiva en la que vivimos, en conflicto unos con otros por tratar de construir un mundo como nosotros queremos que sea.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas del tiempo y del reloj?

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