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Explicando tu vida

Conocimiento, control e indefensión aprendida

El conocimiento estructura nuestra mente.

La vida, si la resumimos mucho, es una sucesión de tomas de decisiones. Ante una situación, tenemos que escoger qué hacer buscando con ello un resultado lo más positivo posible para nosotros, nuestros objetivos, la gente que queremos, etc. Estas decisiones, sin embargo, existen en un entorno básicamente opaco, porque en la mayoría de casos tenemos que escoger desconociendo las consecuencias de lo que vamos a hacer.

Usemos un ejemplo sacado del videojuego Get Even. En él, nos encontramos en algunas escenas en un psiquiátrico, y en una de ellas estamos ante una celda donde hay un paciente. No vemos bien lo que hay dentro, pero tenemos al lado un interruptor eléctrico, sin ninguna explicación. En el mundo normal, podríamos imaginar que es el interruptor de la luz que nos permitiría ver bien lo que hay en el interior de la celda, pero en un juego que tiene un componente de terror podrían pasar otras cosas… podría abrirse la puerta de la celda y dejar libre a un loco peligroso, o quizás podría electrocutarse el interior matando al paciente en un loco experimento. O muchas otras cosas. Y no lo sabremos hasta que le demos al botón.

Este ejemplo de la relación opaca entre acciones y consecuencias sirve para ilustrar muy bien el papel del conocimiento y del desconocimiento. En este caso, desconocer las consecuencias nos sitúa ante una imposibilidad difícil de solucionar: actuar o no actuar, darle o no darle al interruptor, y afrontar luego las consecuencias.

En la vida real, las acciones y consecuencias suelen tener un menor grado de opacidad, porque sabemos hasta cierto punto qué esperar. El conocimiento nos dice que, cuando unos amigos nos llaman para invitarnos a cenar, si decidimos ir es probable que lo pasemos bien. De modo que podemos tomar la decisión de ir esperando que tenga lugar ese resultado. En realidad, desconocemos si el grupo que esté en la mesa de al lado del sitio donde cenemos va a montar bronca y acabar en una pelea, o si a uno de nuestros amigos les va a sentar mal la cena y va a tener que irse al hospital con una indigestión. Pueden pasar un millón de cosas para que esa cena salga mal y, sin embargo, cuando tomamos la decisión de ir lo hacemos jugando con nuestro conocimiento limitado y apostando que vamos a acertar.

Actuar sin conocimiento nos hace impotentes ante nuestros propios actos.

Así, el conocimiento juega un papel importante en todas las facetas de la vida, porque nos da una sensación de control sobre la misma. Si elegimos darle al interruptor y pasan cosas que no deseamos, el resultado era imprevisible y nos hace sentir indefensos. Si en cambio vamos a la cena y, como esperamos, transcurre de modo encantador y divertido, entonces sentimos que controlamos nuestra vida y que lo esperado encaja con lo que ocurre.

La sensación de controlar la propia vida es de una extrema importancia para la seguridad, la confianza y el bienestar de las personas. Y aquí es donde entra la indefensión aprendida, que es el extremo opuesto a la capacidad de control. Si sometemos a una persona o animal a una situación que no puede controlar de ningún modo y aleatoriamente le inflingimos daño, al principio intentará solucionarlo de algún modo pero, cuando vea que todo es imposible y no funciona, se acabará rindiendo. Habrá aprendido que está indefenso y solo le queda hundirse y sufrir porque no controla nada de su vida.

Una situación tan extrema de indefensión aprendida es poco frecuente en la vida real, pero se puede recrear bien en laboratorios. Sin embargo, si que hay situaciones reales de una indefensión brutal, que llevan aparejadas daños psicológicos muy severos. Una violación, por ejemplo, situaciones de maltrato (en las que, además, se suele producir que la víctima se sienta culpable por lo que ocurre), el terrorismo, etc. Todos ellos van asociados a traumas graves que pueden incurrir en efectos como la depresión, la ansiedad, el síndrome de stress post-traumático, etc.

Por supuesto, no soy psicólogo, así que lo que importa en este post es entender la relación entre entender y conocer el mundo que te rodea, y la seguridad que tienes en ti mismo. Porque, al final, puede que el conocimiento no de la felicidad, pero sin duda da la libertad, y con libertad se puede conseguir felicidad.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de la relación entre conocimiento y control?

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