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Crítica de Película: The Man from Earth

Acabo de ver esta película y debo decir que es simplemente impresionante. Tan sumamentesúmamente interesante y aprovechable, que merece una entrada para ella misma. La premisa parte de que en una cabaña, un profesor reúne a sus amigos para despedirse de ellos porque abandona la ciudad. Nada sorprendente, si no fuese porque les confiesa su gran secreto: que en realidad, él es un Hombre de Cromagnon inmortal, con más de 14000 años de vida.

A partir de aquí, se construye una película que me recuerda en su formato muchísimo a la también magnífica Doce Hombres Sin Piedad: una única localización, personajes constantes profundos e interesantes, diálogos bien construidos y que dan que pensar, nada de efectos especiales, y un ritmo y formas que pese a todo enganchan.

Y es que la película, como bien dicen desde casi el principio, parte de una hipótesis: ni tú puedes probar que el profesor se equivoca, ni él puede demostrar la veracidad de sus palabras. Sobre esto se construye un discurso sobre historia, religión, la naturaleza humana, y la amistad, sustentada sobre sus personajes bien diferenciados y que aportan cada uno lo suyo. Un decálogo dedicado exponer cómo el idioma no es suficiente, y la verdad relativa. La verdad depende de las creencias de uno mismo, y las explicaciones de los demás siempre son contraatacables con ideas bien fundamentadas desde el otro lado, en una continua “carrera armamentística” de discursos y argumentos.

Todo esto sazonado con una sólida argumentación acerca de cómo los mitos son productos sociales, como se construyen lentamente, con capa sobre capa de palabras, ideas y deseos, que se materializan en cosas enormemente diferentes. Capas que son las mismas que se emplean en la construcción de la imagen de uno mismo (el personaje del psicólogo es clave en este aspecto), y de la explicación de nuestras propias biografías y vidas. De nuestra forma de entender el presente, a nosotros mismos, y al mundo que nos rodea.

Porque las ciencias físicas/biológicas se han equivocado antes, y volverán a hacerlo, y siempre queda un margen amplio donde “todo es posible”, como bien dicen. Simplemente, tenéis que verla, no quiero destripárosla porque lo bueno no sólo es lo que se dice, sino el cómo. Y el siempre complicado camino hacia la verdad, donde las preconcepciones, nuestros deseos y creencias, y nuestras vidas, condicionan nuestras perspectivas sobre esa realidad, demostrando que el mundo a nuestro alrededor no es más que un enorme constructo colectivo de subjetividades puestas en común. Un altar a la relatividad final, donde el hombre (y la mujer, obviamente) se encuentra finalmente sólo en un mundo con el que no puede del todo dialogar, porque el lenguaje es imperfecto.

En el fondo, creo que esta película le habría encantado a Descartes.

Costán Sequeiros Bruna

Este es el comentario del antiguo blog:

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