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Crítica de serie: Electric Dreams

A priori, Electric Dreams tiene mucho que ver con Black Mirror. Si Black Mirror es de Netflix ahora, Electric Dreams es la respuesta de Amazon a un modelo similar: una serie de ciencia ficción, de capítulos independientes entre si. Y en la superficie en efecto hay muchos paralelismos. Pero el hecho de que sean adaptaciones de relatos de Philip K. Dick (uno de los mayores genios de la ciencia-ficción clásica) hace que tengan un matiz importante y en general jueguen con conceptos claves para K. Dick. Y que vayan desde el ambiente más ciberpunk, a relatos en presentes alternativos o space opera distante en el tiempo no cambia el hecho de que su discurso central es muy potente y cohesionado.

Así, si bien el discurso sobre la tecnología está muy presente en Electric Dreams como lo está en Black Mirror, aparecen desde el principio cuestiones claves para K. Dick como es la definición de la realidad, el peso de la comunidad, la percepción, etc. Así, muchas de las historias no tienen tanto que ver con una nueva tecnología, sino cómo esta pone en tela de juicio el mundo que damos por sentado, rompiendo barreras que aparentemente no tendría sentido dudar.

¿Qué mundo es real? ¿Importa más la realidad objetiva o cómo la percibimos y sentimos? ¿Cómo nos afectamos unos a otros? ¿Qué precios hay que pagar por las realidades no reales? Todas estas y más son algunas de las preguntas que se van sugiriendo a lo largo de los distintos capítulos, cada uno con su propia temática y demás, y muy en la línea de K. Dick, Electric Dreams nos suele dejar a solas con las preguntas. Y es que K. Dick no es un autor nada fácil ni convencional, porque en buena parte no se preocupa por dar respuesta a las preguntas que plantea, sino que nos deja a solas con ellas para que pensemos al respecto y lleguemos a nuestras propias conclusiones.

Junto a eso, otro elemento muy presente en K. Dick y en Electric Dreams es la discusión sobre qué es lo que hace a una persona ser un humano. Ya lo vimos en el famoso discurso del final de Blade Runner, cuando Roy Batty demuestra ser más humano que blade runner (o especialmente en la versión del director, cuando el propio Deckard es un replicante).

A lo largo de Electric Dreams, por tanto, esta pregunta central de la obra de K. Dick se reproduce muchas veces, desde distintos ángulos y distintas aproximaciones. Todas ellas complementarias y a la vez contradictorias, que al final como suele pasar, nos dejan ante la pregunta sin responder que debemos responder: al final, ¿qué es lo que nos hace ser nosotros?

Y ya que hablamos de replicantes, muy presentes también en Electric Dreams son las inteligencias artificiales, los robots, los animales elevados a la inteligencia humana… elementos todos ellos tratados desde lejos de las posturas optimistas típicas de Asimov pero también de las pesimistas como en Terminator, dejando una visión compleja y complicada sobre la forma de interacción de estas potenciales inteligencias, sus formas de ser y responsabilizarse del mundo, etc.

Electric DreamsFinalmente, el otro gran tema es la sociedad, como no podía ser de otra forma en este blog. Las discusiones sobre los derechos (especialmente los relacionados con la privacidad, tanto de los datos digitales como de nuestras propias mentes), los debates sobre el choque entre libertad y seguridad, el terrorismo, los discursos políticos y sus consecuencias… todo ello y más aparece a lo largo de los capítulos de la serie, dejándonos en esa posición incómoda de no tener respuestas a las preguntas pero sabiendo que en el fondo, son preguntas que estamos tratando de responder como sociedad ya en el presente.

Y esto es parte muy importante del interés social de la serie, más allá de su valor como buen entretenimiento, y es que trae al frente las reflexiones y formas de cuestionar el mundo de uno de los mayores visionarios que ha tenido al ciencia-ficción. Porque, por actualizados que sean los relatos al pasar a guión de serie, las preguntas y cuestiones centrales en torno a las que se construyen no dejan de ser relatos de los años 50-60, mucho antes de que gran parte de esas cuestiones apareciesen con esa profundidad y dureza.

Así que, en resumen, aunque como serie tiene capítulos mejores y capítulos peores (lo cual es inevitable, al ser una serie de episodios independientes), el resultado es que vale la pena. Con sus mejores y peores momentos, Electric Dreams nos sigue poniendo frente a cuestiones que hay que resolver en el presente, y lo hace siguiendo las intuiciones extrañas y a veces perturbadoras de K. Dick.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de Electric Dreams?

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