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Reflexiones personales

El contrato social se ha roto

contrato socialSi echamos un vistazo atrás al siglo XVIII nos encontramos con que ruedan las cabezas de reyes y poderosos. En el XIX se destruyen fábricas y se montan sindicatos muy duros para luchar por condiciones laborales más justas. Es en el caldo de cultivo de esos fuertes conflictos entre la clase obrera y la clase dominante (y más si añadimos conflictos paralelos como la lucha feminista o contra el racismo) que surge la noción de crear un contrato social que permita garantizar lo que por aquel entonces se llamaba la “paz social”.

La idea del contrato, nunca firmado expresamente pero si presente en las obras de muchos autores, era que entre todos nos encargamos de apoyarnos y construir algo conjuntamente. Y que lo haríamos en la medida de nuestras posibilidades. En Europa, evolucionó más que en Estados Unidos, llegando a la idea de los Estados del Bienestar.

Y el concepto es sencillo: si se coge la idea antigua de la beneficencia y la caridad cristiana, se tiene un sistema donde los ricos cuidan de los pobres en base a su “buena fe” o sus deseos del momento. El contrato lo que hace es llevar eso un paso más allá, construyendo un pacto por el cual todos los habitantes de una sociedad contribuyen a la misma en base a sus capacidades, no por sus deseos o buena fe sino porque se construye la red en base a derechos y deberes legalmente establecidos y manejados por unos servicios sociales cada vez más grandes y profesionalizados (desde los trabajadores sociales a los hospitales, los psiquiátricos, etc.).

A cambio de esta inversión todo el mundo conseguía lo que quería. Así, mejoró la salud de sociedades enteras hasta que muchas enfermedades se pudieron erradicar porque todo el mundo podía acceder al tratamiento; se mejoraron las calles no solo para que fueran más seguras sino también para que obreros y mercancías pudiesen llegar a sus destinos; se hicieron accesibles sectores de ocio cada vez más grande no solo para mayor felicidad de los ciudadanos, sino también para crear nuevos mercados donde se pudiesen obtener beneficios, etc.

El resultado estaba claro: durante buena parte del siglo XX el espacio económico fue creciendo para todos, de modo que se pudieron mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la gente a la vez que los ricos se enriquecían. Como se suele decir, había más tarta para repartir, de modo que a todos les tocaba un trozo más grande.

Pero con el ascenso del neoliberalismo y la “contabilidad creativa”, este pacto se ha ido rompiendo cada vez en mayor medida. No sólo se les bajan los impuestos a los ricos (aún cuando estos puedan pedir que no lo hagan) sino que las empresas cada vez buscan obtener mayores beneficios con prácticas agresivas en la bolsa, la localización de sus sedes en paraísos fiscales, la evasión de impuestos, la corrupción del sistema político, etc.

contrato socialEl resultado es que los ricos cada vez se enriquecen más mientras los demás se van empobreciendo. Cada vez más, el Estado y las necesidades conjuntas quedan en manos de una clase media que tiene innumerables frentes que mantener, mientras los ricos se desentienden. Es raro montar en el metro de Madrid un día (e imagino que en calles y metros de otras ciudades será igual) sin ver a alguien pedir para mantener a su familia; una persona que pide en el metro y obtiene su sustento ahí lo hace sobre la renta de la clase baja y media que es la que usa mayoritariamente el transporte público, no son los grandes millonarios los que lo hacen.

Este ejemplo no ocurre solo en los metros, sino a todos los niveles. Cuando los ricos cambian su contabilidad para no pagar impuestos en un país es la clase media la que se queda sustentando todas las necesidades conjuntas. Cuando las grandes empresas cambian sus sedes fiscales a donde menos impuestos les cobren, dejan a las PYMES cumplir su función. Y así, aquellos con menos recursos deben cargar con más mientras que los que más tienen evaden con el propósito de seguir acumulando riqueza.

Es así que se rompe el contrato social que había garantizado la paz social durante muchos años. Y lo hace en medio de protestas desoídas y manifestaciones ignoradas porque buena parte de los actores sociales que construyeron ese pacto hace mucho que han sido cooptados para servir a otros intereses que no son los suyos. Al fin y al cabo, si un sindicato recbe la mayor parte de su financiación del Estado (y, por tanto, de los partidos políticos) ¿qué capacidad real tiene para enfrentarse a ese Estado cuando corresponde defender los intereses obreros?

Los años de bonanza han garantizado que buena parte de la estructura que defendía los intereses de las clases más bajas haya sido destruida o debilitada. Tanto es así que ya nadie se identifica con la clase baja, todos somos de clase media. Y al ocurrir eso, los intereses de muchas de las clases sociales que componen nuestro mundo se ven ignorados, debilitados y sin nadie que los defienda.

Inevitablemente, el contrato social que garantizaba la paz en vez de el conflicto en nuestras sociedades, se ha roto. Y lo que es peor, lo ha hecho frente a los ojos de todos y nadie parece haberse dado cuenta de verdad. Los partidos políticos roban y siguen saliendo elegidos, las empresas evaden impuestos y corrompen políticos pero raramente van a la cárcel por ello, los derechos sociales y laborales conquistados tan duramente se van perdiendo pero nadie los llora de verdad… y la lista continua.

El contrato social clásico ha sido destruido a partir de los años 70 y el ascenso del neoliberalismo, y a todos nos corresponde luchar para construir uno nuevo. Uno más justo. Uno más fuerte.

Costan Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas del contrato social y su estado actual?

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