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Reflexiones personales

El descuido de las infrastructuras y la crisis

infrastructuras 1Desde el comienzo de la crisis, hemos visto cómo el Estado de Bienestar era recortado continuamente en nombre de conseguir ahorros y un Estado sostenible. Era necesario reducir en inversión y mantenimiento, en personal público, etc. porque era la única forma de conseguir una balanza de pagos equilibrada que pudiese hacer frente a las demandas del mercado. En respuesta, la sociedad civil se ha movilizado masivamente en defensa de los colegios públicos, los hospitales públicos, etc. mientras veíamos cómo las listas de espera para un transplante crecían y cómo bajaban el número de profesores por alumno a la par que subían los costes de la educación universitaria. El caso del nuevo hospital de Vigo es especialmente claro. ¿A qué se debe este desajuste entre ambas dinámicas?

En gran medida, el Estado de Bienestar es un invento de más o menos el siglo XIX, cuando los gobiernos empezaron a ver que la población no era controlable sólo con prisiones e instituciones mentales y que era necesario aumentar el nivel de consumo de la población para dar salida a los productos que se fabricaban. En respuesta a esta doble amenaza (inseguridad y no compra), las clases pudientes “firmaron” un pacto con las clases más desfavorecidas: os garantizamos unos servicios básicos importantes para que llevéis adelante una vida digna y, a cambio, no os rebeláis.

Durante más de un siglo, el pacto ha funcionado, con un Estado de Bienestar que cubría los gastos necesarios para una vida en común de una cierta calidad, a la par que proporcionaba beneficios inesperados (como la erradicación de enfermedades al extenderse las vacunas). Sin embargo, a partir de Thatcher y Reagan, la visión neoliberal que retomaba la vieja idea de Adam Smith de la libertad del mercado, fue ganando fuerza en occidente. No nos llevemos a engaño, no era nueva sino que había sido puesta a prueba extensamente con las crisis en América Latina como bien documenta Naomi Klein, pero Estados Unidos y Europa habían resistido.

Y resistieron un poco más, hasta que los recortes llegaron con la crisis económica actual. Recortes que han degradado la calidad de los servicios y las infrastructuras que los proveen a la par que reducían el personal destinado a cuidarlos y hacerlos funcionar correctamente. En el fondo, las clases pudientes habían hecho ya una jugada antes: trasladar el coste del Estado de Bienestar a las clases medias, ya que ellos evadían impuestos y domiciliaban sus empresas en paraísos fiscales. Pero, ahora, parecen decididos a romper su parte del pacto y dejar que las infrastructuras construidas en común se degraden mientras ellos optan por servicios privados. ¿Qué ha cambiado para que ya no necesiten el pacto?

infrastruturas 2La globalización tiene muchos beneficios, pero también ha traido riesgos y problemas con ella, como ocurre con todo cambio social. Uno de los elementos más característicos es que, gracias a ella, las clases pudientes se han globalizado mientras las clases pobres permanecen atadas a su localidad. De la mano de esto, han crecido las desigualdades internas de los países mientras las diferencias entre el primer mundo y el segundo se reducían.

Esta globalización de los ricos les ha dado una movilidad que antes no tenían, en ámbitos nuevos. Siempre pudieron abandonar su hospital público local e irse al privado de su zona, o coger un avión e ir a uno privado en otro país que les gustase. No, la degradación de las infrastructuras no tiene su base ahí. La diferencia es que las clases pudientes cada vez necesitan menos a las clases pobres. ¿Que los pobres quieren mejor calidad de vida? Pues me llevo mi empresa a otro país donde los costes sean más bajos. ¿Que quieren infrastructuras que les provean de servicios necesarios pero que van a acarrear impuestos? Pues muevo mis fábricas a otro país con menor carga impositiva.

infrastructuras 3Y así con todo, no solo con las empresas. Los ricos han cogido la sartén por el mango porque la gran movilidad que les otorga la globalización les permite explotar a los pobres de cualquier lado del mundo, no solo los de su país. Por tanto, pueden dejar que las infrastructuras y servicios decaigan porque ellos van a mantener su elevado nivel de vida en mundos paralelos que no se entrecruzan porque ellos van a hospitales privados, viven en resorts vallados o mansiones alejadas, etc.

En realidad, la globalización está permitiendo la creación de este mundo por encima del mundo común porque está siendo limitada. Mientras se potencia el libre mercado (que favorece a los ricos y daña a las clases medias y baja) a nivel global, se controla cualquier posibilidad de crear acciones políticas globales que permitan limitarlos. ¿Alguien quiere potenciar la unión fiscal en la Unión Europea para poner unos impuestos comunes? No pasa nada, se alimenta el nacionalismo británico, francés o alemán o cualquier otro, y este ya se encargará de que el miedo haga que los ciudadanos defiendan que su Estado no ceda transferencias, aún cuando en realidad les fuese beneficioso.

Así, el nacionalismo y la soberanía se han convertido en las herramientas favoritas de los ricos globalizados para mantener a los pobres localizados, asustados y atados con sus cadenas. Mientras nuestras infrastructuras pierden calidad y nuestros servicios se degradan, ellos brindan con champán y cuentan los beneficios de la última empresa que desmantelaron.

Bienvenidos a un capitalismo voraz y desatado, cuyas reglas desaparecen al no haber una política para hacerle frente.

Costán Sequeiros Bruna

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