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Reflexiones personales

El Fin de la Ideología

El mundo de la modernidad se mueve por ideologías. Todos lo sabemos, y la historia es prueba de ello: el marxismo que llevó al surgimiento de la Unión Soviética, la Ilustración a la Revolución Francesa, el fascismo al auge de la Alemania Nazi… y así con todos los ejemplos que se quiera, por menos evidentes que sean, pasando por la España de Franco o la entrada de nuestro país en la democracia con la muerte del dictador.

Y, sin embargo, en el mundo actual parece que las ideologías han muerto. Basta con escuchar los discursos de cualquier político del PSOE o del PP para ver que son básicamente iguales pero con matices distintos en algunas cosas; y tampoco se diferencian más los Demócratas de los Republicanos en Estados Unidos, por no mencionar el hundimiento de toda la izquierda francesa o italiana. ¿Qué pasó con la ideología? ¿Cuando murió y por qué no se le celebró un funeral? Y, sobretodo, ¿quién la asesinó a sangre fría y en secreto?

Lo cierto es que la mano ejecutora es, precisamente, una nueva ideología: la ideología de que ya no hay ideologías. Fukuyama fue quizás su más obvio promulgador, pero no el único. En las tesis de este ramo (sorprendentemente herederas de ciertos puntos del marxismo), lo que se dice es que entramos en un mundo de especialistas, un mundo donde son los expertos los que dicen qué hay que hacer ante cada situación; con su conocimiento especializado y casi esotérico, imposible de entender para los demás legos, ellos saben cuál es la solución idónea a cada problema. Por ello, la política ya no tiene sentido (o tiene menos), ya que la existencia de diferentes alternativas sólo hace que una sea idónea y las demás menos idóneas. Es el mundo de la administración de las cosas de la sociedad, donde cada elemento de la misma es cosificado y convertido en un elemento insípido.

Por supuesto, esto lo que hace es dejar el poder de una nación en manos de la burocracia, ya que los expertos en cada uno de los temas tienen su hogar más cómodo en ella: adecuadamente compartimentado por especialidades, esterilizado de todo rastro de ideología como los hospitales de sus gérmenes, y frío y eficiente como una máquina de fábrica. La política queda, por tanto, relegada a la tarea de decidir sobre qué se va a actuar, dejando las actuaciones en si en manos de la burocracia tecnificada.

Irónicamente, por mucho que le gustase esto a Fukuyama y a otros, la verdad es que esta ideología de la no-ideología pronto se ha visto sobrepasada por el retorno de la más clásica desde la tumba donde querían que permaneciese. Aunque no necesariamente de la misma forma que antaño. Como todo en la sociedad, la ideología evoluciona con los tiempos, y la misma se adapta a los tiempos: el complejo ideológico de los movimientos anti-globalización y el neoliberalismo de las empresas y otros sectores son ejemplos de ideologías de nuevo cuño a finales del siglo XX, y de plena vigencia en este XXI.

Así pues, siempre que oigáis a alguien decir que ya nadie tiene una ideología, o que el mundo es frío y matemático, o que la sociedad se debe tratar como una ingeniería más… Rebelaros, un poquito, porque os están intentando hacer creer (conscientemente o no) que en realidad las personas no podemos dirigir nuestras vidas. Por el contrario, los especialistas deben estar al servicio de la política, y la política al servicio de las personas. Por tanto, que la sociedad sea cada vez más compleja no es excusa para darnos cuenta de que, al mismo tiempo, tenemos más medios y opciones para tratar con ella, y que lo que pensamos todos es algo que se debe tener en cuenta aunque no tengamos una ingeniería, o un doctorado. Por el contrario, la sociedad somos todos, y todos somos la sociedad. El conocimiento, aunque sea importante, debe ser puesto “al servicio de”, no debe ser el argumento para una nueva clase dirigente elitista y cerrada a los demás. Una nueva aristocracia. Dejemos la Edad Media en el pasado.

Costán Sequeiros Bruna

Este es el comentario del antiguo blog:

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