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El paso del tiempo histórico

El tiempo historico es muy diferente al tiempo como lo vivimos las personas.

A priori, el tiempo es una magnitud objetiva que podemos contrastar simplemente mirando un reloj. Tic, tac, un segundo dura exactamente un segundo, y una hora lo que corresponde a sesenta minutos. Así, mientras nos mantengamos lejos de las naves espaciales, la velocidad luz y todas las cosas que la teoría de la relatividad demuestra que distorsionan el tiempo, podemos más o menos confiar en la predictabilidad del mismo.

Sin embargo, la realidad es que, aunque es una magnitud física muy previsible, no la vivimos de un modo tan claro y objetivo. Al contrario, la experiencia del tiempo es extremadamente subjetiva, así si nos divertimos el tiempo pasa muy rápido y si nos aburrimos lo hace despacio. No vivimos el tiempo como es, sino como lo sentimos, lo cual por ejemplo es muy visible cuando llega el solo de guitarra de una canción de rock, que da la sensación de que la canción es más rápida cuando no es el caso sino que simplemente se están dando más notas dentro de cada compás, no se ha alterado el tempo.

Esta percepción subjetiva del tiempo ha ido cambiando con las épocas. No se percibía y sentía igual el tiempo, por ejemplo, en la antigua Grecia (cuando creían que el tiempo era circular y no lineal) o en la Edad Media (cuando pensaban que el tiempo no cambiaba, simplemente llegaría algún día el fin del mundo). Al fin y al cabo, la misma idea de progreso social, la noción de trabajar en el presente para construir un futuro mejor, es un invento de la Ilustración, así que no tiene ni 500 años.

En el presente, el tiempo funciona de un modo muy diferente a como había funcionado en el pasado. Y esto encaja con dos facultades centrales del ser humano que toda persona tiene. Por un lado, la percepción del tiempo pasado va asociada a la memoria, el recuerdo de lo que ocurrió antes. En la otra cara de la moneda, la percepción del tiempo futuro va asociada a la imaginación, a la capacidad de inventar cómo será o cómo queremos que sea ese tiempo que aún no ha llegado.

El mundo actual, tal y como describen los sociólogos como Manuel Castells o Ulrich Beck, se basa en el futuro y no en el pasado. La economía es informacional, de modo que ser original y distinto es más importante que ser capaz de repetir procesos. Y los riesgos son cosas que pueden potencialmente ocurrirnos en un futuro, no certezas del presente. Con todo ello, la imaginacióny el futuro ocupan el centro, desplazando la importancia del pasado y sus aprendizajes. Innovar, cambiar, crear… esas son las palabras que mueven el mundo en este siglo XXI.

Si a eso le sumamos el hecho de que vivimos en una sociedad muy autocrítica y muy autoconsciente, lo que tenemos es un entorno donde esa creatividad a menudo ha servido para alimentar nuevos discursos, nuevas formas de ver el mundo, críticas sobre cómo mejorar lo que tenemos, etc. Frente al aceptar que estamos en el valle de lágrimas y que el mundo es como es, tal y como ocurría en la Edad Media, cada vez somos más conscientes de que el mundo es como hacemos que sea entre todos, día a día, con nuestras vidas, valores y experiencias.

Pero esto tiene también una faceta frustrante, porque el tiempo individual de cada uno de nosotros, no es el tiempo histórico o social al que se mueve el mundo en el que vivimos. Durante un año, en la vida de una persona pueden pasar multitud de cosas que tengan un impacto muy significativo en su forma de ver el mundo, en la forma de entenderse a si misma, en la forma de relacionarse con los demás… Pero incluso un año tan diferente y brutal como fue 2020 tiene un impacto social limitado a la hora de cambiar los valores de una sociedad, sus instituciones o leyes.

De modo que vivimos en una sociedad donde a menudo da la sensación de que conocemos todos sus defectos, desde las desigualdades e injusticias económicas a las brechas de género o raza, y que sin embargo nunca cambia ni se soluciona nada. No han cambiado leyes significativas en Estados Unidos, por ejemplo, pese a todas las movilizaciones de verano tras el asesinato de George Floyd, ni se han limitado los abusos de las grandes corporaciones pese a las denuncias de sus prácticas que hacen multitud de agrupaciones e instituciones.

El mundo no cambia a nuestros ojos, porque jamás lo podríamos ver cambiar. La razón para esto es doble, la primera de las dos es la más sencilla de ver: el mundo cambia mucho, pero cambia despacio. No lo vemos en el tiempo de nuestras vidas con claridad, porque su velocidad no se ajusta con la nuestra, salvo cuando volvemos la mirada al pasado. Una de las mejores formas de ver el cambio social es ver cómo eran las series de la vida cotidiana de hace unos años, como por ejemplo Friends, o las que están ambientadas en épocas del pasado cercano como Queen’s Gambit. Es así cuando, viendo un reflejo de cómo eran las cosas, a menudo podemos ver las diferencias con cómo son ahora y lo que hemos avanzado con el paso lento del tiempo histórico.

Madrid, cuando echamos la vista atras a principios del siglo XX es posible ver cómo ha cambiado con el paso del tiempo histórico.

La segunda razón es que, cuando el mundo cambia, nosotros cambiamos con él. Como tendemos a tener una narrativa de nuestras vidas coherente con el presente (explicamos nuestro pasado siempre en base a como somos ahora, y reajustamos los recuerdos correspondientemente), al haber nosotros cambiado, sentimos que todo sigue igual porque hemos reajustado nuestra historia y cómo era la vida a cómo es ahora. Es como cuando nos miramos al espejo y no notamos cómo envejecemos, porque nos vemos todos los días, y de pronto coges una foto de una década atrás y la diferencia se hace palpable.

Por esas dos razones, tenemos la sensación a menudo de que la sociedad no cambia, de que el tiempo en realidad no pasa fuera de nuestras vidas y todo sigue siempre igual. Pero la verdad es que la sociedad cambia, a su ritmo lento marcado por el cambio de las generaciones, los avances tecnológicos, el esparcirse de las distintas ideologías, los cambios en las dinámicas de los grupos que la forman, etc. Lentamente, día a día, todas esas cosas van modificándose de forma casi imperceptible, igual que nuestra imagen en el espejo, pero paso a paso van llevándonos del mundo que fue, al que será.

Sin embargo, hay gente que sí siente el paso del tiempo histórico y el cambio en el mundo. Cuánto más viva alguien en relación al pasado, más fácil es que note los cambios. Es muy típico por ejemplo de la gente mayor, cuando comentan cosas como “en mis tiempos no era así” o “como han cambiado las cosas” es porque ellos siguen viendo el mundo más como era que como es, de modo que cuando la realidad choca contra cómo fue, lo notan. También lo notan muchos aquellos que mantienen ideologías o valores que el mundo está cambiando (como el patriotismo nacionalista digamos que “nostálgico”) porque continuamente están viendo como su forma de pensar y sentir encaja menos con la realidad que encuentran, y se suelen sentir amenazados por ello. Esta relación fuerte con el pasado que ambos perfiles tienen hacen que el presente se sienta más distinto a como ellos viven el mundo y sienten que es, de modo que notan más los cambios que se producen, especialmente en la medida en que estos cambios los alejan más aún del mundo que fue.

De modo que, en resumen, el tiempo lo vivimos individualmente de modo subjetivo. Y por ello, tendemos a sentir que el mundo no cambia porque nosotros vamos con él cada vez que cambia. Pero la realidad es que, paso a paso y despacio, el presente se vuelve cada vez más distinto del pasado, en su camino para llegar a ser el futuro y todo lo que hacemos y construimos hoy en día condiciona el futuro que surge de todo ello. El tiempo histórico se vuelve así el producto de muchas personas haciendo cosas, y es nuestro deber intentar aprovechar nuestro tiempo aquí para construir un mundo lo mejor posible para los que vengan después. De hecho, la mayor parte de los choques sociales surgen de esta misma cuestión, en torno a qué creemos cada uno que es un mundo mejor, pero eso ya es un tema para otro día.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué piensas del paso del tiempo a nivel histórico/social?

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