Categories
Sociología

Envejecer en Salud (o No)

¡Genial, la esperanza de vida aumenta continuamente a medida que la evolución de la sociedad continúa! Algo así nos venden a menudo por los telediarios y otros medios de comunicación, congratulándose de que la esperanza de vida de los españoles sea una de las más alta de Europa.

Lamentablemente, este dato no está carente de ironía. Confirmando las tesis de Gruemberg y Kramer, lo que nos encontramos es que si, vivimos más, pero no mejora pareja nuestra esperanza de vida libre de enfermedades graves. O lo que es lo mismo, hemos ganado en años vividos, pero esos años los pasamos enfermos de seriedad, y a menudo incluso dependientes de otros. Tan sólo muy recientemente ha comenzado a aumentar ligeramente la esperanza de vida libre de enfermedades, que está considerablemente por debajo de la esperanza de vida (y de la cual ya no salimos tan bien parados en una comparación con el resto de Europa, aunque no salgamos demasiado mal tampoco). Pero tan sólo desde los ochenta este es un tema que haya pasado a preocupar considerablemente a muchos organismos internacionales responsables, que se han dado cuenta que no se trata de vivir más, sino de vivir ese tiempo con calidad de vida.

Esto aviva de nuevo los debates que indican que el cuerpo humano tiene un tope biológico, más allá del cual estamos forzando la máquina y ya no responde. De ahí la proliferación de enfermedades crónicas y de otras que aunque se curen, tienen una enorme probabilidad de reaparecer (como muchos de los tipos de cancer).

Y este es un tema socialmente relevante, no una curiosidad demográfica más. Primero, por el grave peso que el aumento de la población envejecida supone sobre las arcas del Estado de Bienestar (y, aún más, población envejecida), que ya se encuentra considerablemente dañada por la fuga de impuestos que las empresas multinacionales han logrado obtener gracias a establecer sus bases operativas en naciones del tercer mundo y pagar allí sus impuestos.

Pero no sólo es relevante a efectos economicistas, aunque estos sean a menudo los más destacados, sino a efectos de valores y de la simple vida de las personas. Y una palabra brilla en este marco de discusión: eutanasia. Es un debate complicado, porque, ¿dónde están los límites en los que es aceptable la vida y la muerte? ¿Quién puede decidir? En cierta medida, es similar al debate sobre el aborto, que se basa en definiciones arbitrarias sobre cuándo un feto pasa a ser una niña/o. Y eso por no meter por medio la Iglesia católica, y su prohibición de suicidarse y de asesinar (y, nos guste o no, este es un país eminentemente católico).

Entonces, ¿qué hacer al respecto? ¿Una pandemia que aniquile a toda la gente por encima de cierta edad para forzar un rejuvenecimiento de nuestra población? ¿Enviarlos bajo tierra como los Morlock de la Máquina del Tiempo de H. G. Wells?

Me temo que el mundo real no acepta soluciones simplistas propias de un mundo ficticio, sino que debemos ir más allá, y trabajar sobre todo lo que son los valores, las estructuras, y las mentes de nuestra propia sociedad. Y lo cierto es que tenemos que ponernos con ello en breve, porque la pirámide poblacional ya está bastante envejecida, y se envejecerá más aún antes de que las nuevas cohortes de niños sean capaces de solucionarlo (si lo desean); y, ciertamente, la inmigración sólo puede ser un parche, no puede constituirse en la base. Y, sin embargo, es un debate de tanto calado que los políticos lo retrasan, evitan o incluso olvidan. Porque, ¿quién se atreve a luchar por una redefinición de aquello que aparece al principio de toda constitución, el Derecho a la Vida? Aquello que, egoístamente, cada uno de nosotros más valora de todo, pues es lo único que realmente tenemos al final, lo único que no se puede comprar, interacambiar ni repetir.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de ello?

Leave a Reply

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.