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Reflexiones personales

¿Los Lobbies son Legítimos?

El lobby del petróleo ha presionado para que se apruebe esto, el lobby judío quiere aquello y ha puesto dinero para ello, y el lobby de las armas está financiando una campaña publicitaria sobre aquello otro. Todas estas son imágenes habituales, especialmente en las películas americanas, y ponen en entredicho la independencia de las instituciones democráticas, al verse claramente cómo los parlamentos se inclinan ante ellos. Pero, ¿es todo tan sencillo? La respuesta breve es que no, que hay mucho más. Vamos a ello.

Empecemos por el principio: ¿qué es un lobby? Puesto en términos básicos, un lobby es una asociación voluntaria de ciudadanos para defender unos intereses ante el poder político. Simplemente eso. Son ciudadanos los que forman el lobby de las armas, del petróleo o el judío, interesados en defender unos intereses ideológicos o económicos. Y esto, en si, es perfectamente legítimo, es para lo que existe el derecho de asociación.

De hecho, si ampliamos un poco la mira más allá de los estereotipos, pronto vemos que Green Peace no es sólo la manifestación organizada de un movimiento social, sino que a menudo actúa como lobby, defendiendo sus intereses ante el poder político. Y Amnistía Internacional, la Iglesia Católica, la Patronal de Empresarios y UNICEF.

Entonces, si la sociedad civil como tal es la que está detrás de los lobbies, lo que encontramos es que estos bien pueden servir como un medio alternativo por el cual los ciudadanos puedan defender sus intereses ante el poder. Podrían servir para profundizar la democracia, añadiendo nuevos canales hacia la política desde la sociedad civil. ¿Es así?

La respuesta, en este caso, no es tan sencilla. En teoría, debería ser un “si” claro, pero lo cierto es que hay un elemento que interfiere de modo claro: no todos los lobbies tienen los mismos recursos ni el mismo poder. Y esto no se basa únicamente en el número de seguidores, sino en las capacidades de las organizaciones y de estos seguidores. Si fueran canales directos de la ciudadanía serían una aportación interesante a nuestra democracia dañada, pero en realidad sirven para dar más herramientas a los poderosos y limitar las capacidades del resto de los ciudadanos. Algo muy lejano a la democracia, sin duda, y todo ello sin entrar en las acciones ilegales que pueden emprender.

El problema es que se convierten así en una perversión de la sociedad civil que degrada aún más la democracia.

¿Por qué, siquiera, existe la necesidad de que haya lobbies? Básicamente, porque en una democracia representativa donde los votos se emiten cada cuatro años, la sociedad está atada de manos en gran medida el resto del tiempo (especialmente en caso de mayorías amplias). Así, el único modo de juego de la sociedad civil es directamente presionar a los políticos y surgen los lobbies como modo de hacerlo.

Y, ¿qué se puede hacer al respecto? A corto plazo, regularizar los modos por los que los lobbies acceden al poder, controlarlos y hacerlos transparentes, de modo que la sociedad pueda valorar lo que hacen y cómo lo hacen. Y construir leyes que regulen su acción y limiten lo legal de lo ilegal, el tráfico de la influencia y el uso del peso legítimo de la sociedad civil.

A largo plazo, transformar nuestra sociedad en una democracia de verdad, directa y profunda, donde la sociedad civil se pueda manifestar de modo más directo. Referendums, voto directo en las cuestiones de importancia, presupuestos participativos y muchas otras medidas aún por diseñar e inventar. Sólo mediante una democracia de verdad podremos anular la influencia perniciosa de los lobbies y realmente dar a la sociedad civil la capacidad de acción y expresión que necesita, ahora que la huelga y otros métodos tradicionales son cada vez menos eficaces.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de los lobbies?

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