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The Red Strings Club

The Red Strings Club nos introduce en un mundo noire y cyberpunk donde decidir cuestiones morales y sociales.
The Red Strings Club nos introduce en un mundo noire y cyberpunk donde decidir cuestiones morales y sociales.

Sin duda, The Red Strings Club no es un videojuego al uso y, en muchos sentidos, como juego se lo podría considerar pobre. Primero, por su escasa duración, que hace que parezca más el prólogo al juego principal que un producto completo. Segundo, porque buena parte de la jugabilidad se basa en la toma de unas decisiones que, sin embargo, en buena medida el juego no explora a posteriori pues sus consecuencias se sentirían tras el final del mismo. Y porque los tres tipos de minijuegos en los que basa su jugabilidad son desiguales y no demasiado ricos, siendo sin duda el mejor el de hacer bebidas con lo que ello implica.

Pero eso todo, que en buena medida lo convierte en un juego mediocre, no deja de hacer de él una experiencia interesante, por una razón central: nos obliga a pensar sobre el mundo en el que vivimos.

A lo largo de las pocas horas que dura el juego (unas 3 o 4 fácilmente en una primera partida), se van produciendo distintas decisiones, debates y discusiones sobre diversos aspectos sociales que son muy interesantes. Y, al plantearse los personajes qué decisiones tomar, nos obligan a los jugadores a enfrentarnos a esas mismas preguntas para ser los que decidamos. Discusiones y decisiones sobre la libertad, el individuo, los sentimientos, la felicidad… son temas que el juego trata y que nos obliga a afrontar para que nosotros tomemos nuestras propias decisiones, aún cuando luego a menudo el juego fracase a la hora de mostrar las consecuencias de esas decisiones.

El minijuego de la preparación de bebidas es probablemente el más interesante del Red Strings Club.
El minijuego de la preparación de bebidas es probablemente el más interesante del Red Strings Club.

Uno de los ejes centrales es el que enfrenta a la libertad individual con el bien colectivo. Es un debate clásico en política, donde elementos como la libertad son habitualmente enfrentados a la seguridad como piezas cuyo desarrollo implica la debilidad de la otra: así, a más seguridad queremos para una sociedad hay que crear mecanismos que nos permitan controlar los comportamientos de los ciudadanos, generando entornos de menor libertad, como aparece en Minority Report por ejemplo.

Este es un debate muy presente en el juego desde muy distinas ópticas, enlazando cuestiones de privacidad con la forma de sentir o la esencia del ser humano. Porque el juego es de un ambiente de ciencia-ficción y desde el principio nos enfrenta a tomar decisiones sobre los sentimientos que la gente quiere tener o las capacidades. Y claro, con ello, enlaza el debate sobre la libertad individual con la de la esencia del individuo: si cambiamos el modo en que sentimos y pensamos, ¿somos mejores versiones de nosotros mismos o acaso somos personas diferentes? Y si nos implantamos limitaciones a la tristeza, por ejemplo, ¿seguimos siendo libres después?

Y aquí enlaza con la cuestión social de nuevo porque la gestión de las emociones de la población es algo central en el mundo que vivimos. Entre muchas otras causas estructurales y sociales, las actuales mobilizaciones del movimiento Black Lifes Matter se basa en la sensación y emoción de frustración, opresión, futilidad e injusticia que inicia el asesinato de George Floyd. Y la mayor parte de las campañas electorales o el marketing se basa en asociar emociones como la esperanza o el bienestar a candidatos y productos.

Y precisamente esta es una de las mecánicas que tenemos que usar en el juego, cuando nos toca mezclar cócteles que condicionan las emociones del que los beben, de modo que podamos obtener la información que queremos de ello (sin duda, estas son las secuencias en las que más interés y brillo tiene el juego, junto a las conversaciones con Akara). No se nos ofrece la posibilidad de no interferir en las emociones de la gente, al contrario, como diseñadores de publicidad nuestro papel es hacerlo eficazmente… y despues, una discusion/conversacion nos permite reflexionar sobre lo que ha pasado, las consecuencias y lo que ello implica.

Los debates y decisiones que se dan en el bar de The Red Strings Club son, sin duda, los mejores momentos y con los que más reflexionar.
Los debates y decisiones que se dan en el bar de The Red Strings Club son, sin duda, los mejores momentos y con los que más reflexionar.

The Red Strings Club mezcla todo ello, como en su coctelera, dentro de una narrativa que se centra en el cambio social. No es tan profundo como podría en cuanto a los procesos de cambio social en si, desde movimientos sociales a oposiciones o luchas, pero si que es interesante cuando nos plantea las preguntas relativas a qué consideraríamos un mundo mejor. ¿Es el sufrimiento útil o necesario? ¿O acaso lo podríamos eliminar sin prescindir de nuestra humanidad?

Por todo ello, no se puede decir que The Red Strings Club sea un gran juego, porque no lo es. Y, sin embargo, es una experiencia que vale la pena vivir y que nos puede permitir pensar, reflexionar y sacar nuestras propias respuestas sobre el mundo en el que realmente vivimos. Y eso, a menudo, es algo más difícil y escaso, y por tanto valioso, que un gran juego.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de The Red Strings Club?

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